martes, 19 de abril de 2016

Epitafio

"Al final, todo resultó ser nada" Dijo José Hierro en un memorable poema que viene al pelo para retratar el final de una comedia bufa que es en lo que se ha convertido la política española.

El señor Sanchez ha pasado de ser un caballero de brillante armadura a ser un pobre iluso que se ha dado cuenta tarde de que no le seguía nadie.

El señor Iglesias ha quedado retratado como el pequeño Lenin buen-rollista que desea más el poder que el bien de sus semejantes.

El señor Rivera se ha ido empequeñeciendo hasta casi desaparecer, tal vez para no ser engullido con Sánchez por el torbellino del fracaso, siempre tan contagioso.

El señor Rajoy nos ha demostrado que está dispuesto a ver como se desmorona el mundo a su alrededor sin que se le mueva un pelo de la ceja, y mandar balones fuera mientras caen chuzos de punta en cada rincón de España con administración popular-pepera.

Los nacionalistas catalanes siguen construyendo su estado dentro del estado.

Los nacionalistas vascos van tomando nota.

Los telediarios son enumeración de los infinitos casos de corrupción que al parecer unas super-trabajadoras fuerzas de seguridad del estado van destejiendo con mortífera eficacia.

Hacienda es el Gran Hermano que todo lo vigila y que a nadie disculpa.

Carmena persigue a los perros. (Al parecer los únicos animales que defecan en Madrid).

Neymar se pone nervioso por los juicios que le acechan y parece un apache enloquecido por los hongos alucinógenos.

La Liga cumple con su función de entretener a las masas estupefactas por la mezcla de realities y paseillos en la Audiencia Nacional.

El déficit sigue creciendo.

No pasa nada.

Vamos a elecciones y ya no sabemos para qué.

Se suponía que esta legislatura tenía que ser la de los amplios consensos para una "segunda transición", es decir para encontrar un marco de convivencia que nos permitiera abordar los graves problemas que afectan a nuestra sociedad.

Pero de consensos nada de nada.

¿Que va a cambiar con las nuevas elecciones?

Nada.

 

jueves, 7 de abril de 2016

Los Panamá Papers y los secretos de cada cual

En estos últimos tiempos se están produciendo una gran cantidad de filtraciones.

Unas veces las producen los propios jueces o el personal a su cargo, otras la policía, otras los servicios de inteligencia y otras misteriosos colectivos cuyos fines parecen honorables pero que huelen a chamusquina.

El problema es que tenemos todos nuestros datos en la red y por muchos filtros y muros que se ponen, siempre hay una forma para que avezados hackers al servicio de no se sabe muy bien quien, rompan las barreras y se hagan con el botín.

Después, ese botín se hace llegar a medios lo menos escrupulosos posible, y ya tenemos montada una buena.

Digo esto de los escrúpulos, porque se supone que en el periodismo fetén, es necesario comprobar la verosimilitud de las fuentes y tener al menos dos que coincidan.

Pero aquí y ahora no hay compasión: papeles que llegan, papeles que se publican sin más y luego ya se investigará.

En el caso de los papeles de este bufete panameño, que no será el único que se dedique a crear sociedades en Panamá, es evidente que alguien ha desmontado sus sistemas de seguridad y se ha apropiado de una documentación que se supone que debería ser confidencial.

Como la cosa tiene un alcance mundial, dudo mucho que se trate de una operación contra la Infanta Pilar o contra Almodovar, que son en esta ocasión víctimas colaterales de una masiva e indiscriminada revelación de secretos.

Y da igual que el Gobierno o los Gobiernos se apresuren a afirmar que tener una sociedad en Panamá  no es constitutivo per se de delito, porque todo el mundo piensa que tener una sociedad en un sitio así es una prueba irrefutable de ocultación de datos a la correspondiente Hacienda Pública, y ya se sabe que eso, en nuestra sociedad, es lo peor de lo peor.

Vaya, que un crimen con muertos prescribe como delito en unos años y una trampa a Hacienda NUNCA prescribe.

Nos estamos inclinando de una forma muy peligrosa a formas de control social más propias de regímenes totalitarios que de democracias.

Se publican correos privados sin trascendencia penal ninguna solo por el morbo de los personajes implicados. Y se hace desde los propios juzgados con total desparpajo.

Se publican secretos militares y de inteligencia.

Se publican o se amenaza con publicar las nóminas de las empresas.

Fotos íntimas, datos médicos, conversaciones privadas....

Y todo en nombre de un nuevo totem de la sociedad contemporánea que es la transparencia.

A la mayor parte de la gente al parecer, la transparencia les parece de perlas.

Como los puritanos del siglo XVI, vamos a tener que aceptar vivir en casas de ventanas sin cortinas ni celosías para que todo el mundo pueda ver en todo momento lo que hacemos.

¿Donde ha quedado la cuestión de la inviolabilidad de la correspondencia?

¿Donde ha quedado el secreto profesional?

¿Donde ha quedado en suma la privacidad?

¿O es que se supone que todo lo que no podamos o no queramos mostrar al público es automáticamente delito?

Esto me recuerda a cuando los inquisidores buscaban en las basuras de las familias conversas para ver si había o no restos de carne de cerdo o tocino.

Estoy seguro que entre todos los que aparecen en los papeles de Panamá, habrá muchos cuyas actividades sean cuestionables, pero también habrá quienes hayan considerado que gestionar sus ingresos internacionales a través de un país con bajos impuestos es perfectamente razonable, sobre todo cuando la Hacienda de tu país se quiere quedar con más de la mitad de tus ingresos.

Pero eso tampoco es la cuestión.

La cuestión es si tenemos derecho a algo tan consustancial con la democracia que es que los delitos tienen que ser demostrados uno a uno y que no se puede acusar a granel en los medios de comunicación en base a papeles robados o a documentos hackeados.

Nos puede hacer ahora mucha gracia porque los aludidos son ricos y famosos, pero hay que recordar que podemos llegar a situaciones en las que se publiquen registros médicos, formativos, de hábitos alimenticios y otras cuestiones que nos afecten a todos.

Si se sospecha que alguien ha cometido un delito se le investiga y se solicitan sus datos a donde sea, pero primero se tiene que investigar.

Lo demás es pura Inquisición.