sábado, 12 de noviembre de 2016

Mi (pequeño) homenaje a Leonard Cohen

Una noche del invierno de 1972 me invitaron a cenar en casa de un matrimonio canadiense. Eran miembros de la pequeña comunidad Bahai, una religión muy minoritaria que cree que la revelación se va entregando por capítulos en las diferentes épocas de la humanidad y que ha sufrido persecuciones implacables desde que se fundó en los primeros años del siglo XX en Irán.

Después de cenar mientras hablábamos pusieron un disco de un cantante canadiense para mi desconocido que se llamaba Leonard Cohen.

Era su primer disco, el de la canción Suzanne, y desde las primeras notas me quedé enganchado.

La religión Bahai se quedó atrás pero Cohen se quedó conmigo para siempre.

Cuando llegó la compañía CBS a España comenzaron a editarse sus discos, y luego tuvimos aquí su primera actuación cuando ya se había editado su tercer disco.

Aquellos primeros discos son todavía una maravilla que se escucha con la misma sensación de estar asistiendo a una ceremonia de deslumbramiento que cuando los escuchamos por primera vez.

También por entonces se publicaron sus dos novelas, El juego favorito, (una especie de auto-biografía), y Los hermosos vencidos, que iba de religión y sus consecuencias.

Y también sus primeros poemarios.

La literatura nos servía para entender que Cohen no era un cantante al uso aunque se expresase como tal, y que cada canción era en realidad una pequeña historia sobre la soledad, las relaciones humanas, el amor y la muerte.

Así que aunque Cohen vivía como un cantante en gira permanente, en realidad no dejaba de ser un poeta que ponía música a sus poemas.

No tenía la fuerza arrolladora de Dylan, ni tampoco su capacidad para adentrarse en los géneros diversos de la música popular.

Cohen era siempre Cohen, aunque recurriese a producciones almibaradas o sometiese sus temas a ritmos sincopados.

Luego dejó de cantar y desapareció durante años hasta que la ruina económica le forzase a salir de nuevo de gira y a generar nuevos discos.

Su voz se había cascado y practicamente ya solo susurraba, pero sus actuaciones le granjearon una nueva popularidad. A su vejez se había vuelto accesible a nuevas generaciones que le escuchaban por primera vez.

El pasado lunes recibí su último disco y me lo llevé para escuchar en el coche.

Nada más empezar la primera canción me di cuenta de que este era un disco especial.

Mucho mejor que sus últimos trabajos. Mucho más inspirado. Trascendente incluso.

Y me di cuenta de que era su despedida. I am ready my Lord dice uno de los versos de la canción.

Y efectivamente esta semana llegó la noticia de su muerte, que debió conocer con la suficiente antelación como para escribir estas últimas y emocionantes canciones.

No se suelen escribir canciones sobre la muerte. No al menos de la muerte entendida como la propia desaparición. Y Cohen lo hace con su habitual elegancia y a través de imágenes poéticas muy emocionantes.

Así que desde aquella Suzaanne que te llevaba a su casa junto al río hasta esta oscuridad presentida y esperada son serenidad mientras se fuma un cigarrillo, la obra de Cohen nos ha regalado muchos momentos de paz y también de alegría.

Y lo ha hecho con sencillez y humildad. Sin gestos de divismo. Transmitiendo cercanía y gentileza.

A mucha gente las canciones de Cohen les parecen melopeas aburridas. Para mi siempre fueron como destellos de luz y compañeras de camino.

Y lo seguirán siendo.



          

jueves, 10 de noviembre de 2016

Los medios se explican

Está siendo muy divertido ver, escuchar y leer las "explicaciones" que los diferentes medios, articulistas, expertos, comentaristas, tertulianos y otras especies están proporcionándonos a los sufridos ciudadanos sobre el triunfo de Donald Trump.

La verdad es que pocas veces se ha hecho tanto el ridículo en los tiempos modernos como lo han hecho toda la tropa de "enteraos" que se ganan muy bien la vida a base de sugerir constantemente que ellos si que tienen un enlace directo con "la verdad".

Y resultaría muy cómico sino fuese porque en realidad la situación de los medios de comunicación es otra de las tragedias de nuestro tiempo debido al empobrecimiento de su capacidad para escrutar la realidad. Años de precariedad laboral, reducción de plantillas y dedicación a la triste tarea de ser portavoces de partidos políticos y centros de creación de historias políticas, han dejado a los medios como boletines ideológicos o tablones de anuncios de los mil caraduras que pueblan los salones del cotilleo y la maledicencia.

¿Para que ocuparse de la realidad, si la realidad es tan fea y triste?

Es mucho mejor ocuparse de las "celebrities" y sus historietas inventadas por departamentos de relaciones públicas, o ser directamente portavoces oficiosos de este u otro partido.

Vivimos en un tiempo en el que los escritores de historias y diseñadores de posicionamientos son mucho más listos y tienen más medios que los periodistas.

Y las historias, los relatos, los cuentos y las narraciones ocupan todo el espacio posible.

Veo "avezadas reporteras" "empotradas" en los carros de combate del ejército iraquí que nos cuentan como este ejército va de victoria en victoria. Veo más reporteras, (ahora son siempre reporteras), que reciben en las playas a los inmigrantes que casualmente desembarcan delante de ellas. Veo más reporteras en los cuarteles generales de este o aquel partido, (empotradas también). Veo legiones de periodistas que se van a Washington a "seguir" las elecciones de aquel país, (como si no pudiesen seguirlas desde aquí). Veo corresponsales que nos cuentan lo que ya hemos sabido horas antes por internet, y así todo.

Solo de tarde en tarde, un grupo de periódicos paga entre todos a algún experto de verdad y este nos cuenta una historia al estilo de la revista Rolling Stone, o sea novelando, y eso por lo menos se puede leer, aunque tampoco nos informe de nada.

Vivimos en la era de la información y resulta que estamos peor informados que nunca.

Eso si. Recibimos montañas de "información" cada día. Información de la que solo se puede estar seguro de una cosa: es información cocinada no por los periodistas sino por quien se la ha proporcionado al periodista de turno.

Y como la cocina que más funciona es la de partidos y ONGs, pues lo que resulta es una mezcla empalagosa de mensajes buenistas y teorías beneficiosas para este o para aquel.

En esta ensalada de certidumbres y verdades incontrovertibles la realidad resulta muy incomoda. Así que la ignoramos. Y en consecuencia la imagen que nos formamos del mundo en que vivimos resulta tranquilizadora y digerible.

Es una proyección de una realidad virtual que se administra en capas como un hojaldre.

La primera capa, la más basta, es para las masas iletradas. A esos con despacharles unos brochazos de apariencia mezclados con dosis abundantes de "entretenimiento" ya les vale.

Y luego a los demás nos despachan con historias un poco más elaboradas en las que se mezclan un poco de intrigas palaciegas partidistas, un poco de economía para "enteraos" y un poco de conspiraciones intergalácticas, y nos despachan igualmente.

De todo con tal de que no miremos a nuestro alrededor.

Nos hacen mirar hacia los Pedritos, los Pablitos y los Marianitos, y mientras el mundo sigue y así vamos pasando el tiempo.

Casi siempre consiguen su objetivo, para que nos vamos a engañar.

Tontunas como "las primaveras árabes" nos las tragamos como si tal cosa. "El final de la crisis" nos parece estupendo. "La creación de empleo" también.

Hay estadísticas de todos los colores que demuestran lo que se quiera demostrar. Hay estudios de tendencias y análisis pormenorizados. Hay opiniones de expertos.

Cada día se llenan las páginas (muchísimas) de los periódicos sin que falte ninguna por rellenar.

Y nos cuentan las historias de turno sin que se les caiga la cara de vergüenza.

Y cuando se columpian como en el caso Trump no piden disculpas ni entonan el mea culpa. No. Nos explican porqué ha sucedido lo que ha sucedido.

¿Y por qué no lo explicaron antes?

La razón es muy sencilla: nadie les pasó un sobre con la historia de lo que iba a pasar.

Les pasaron sobres con las historias que querían que pasaran.

Y eso fue lo que nos contaron.

A lo mejor si hubiesen enviado corresponsales a los lugares apropiados con antelación, en vez de enviarlos a los cuarteles generales de los partidos el día de las elecciones, hubiesen estado un poco más enterados de la realidad.

Pero eso hubiese ido en contra de la historia oficial.      

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Gana el cabreo

El cabreo de la gente era mucho más grande del que nos imaginábamos. O mejor dicho mucho más grande de lo que los medios de comunicación nos dejaban ver.

Los medios de comunicación, como expresión de las élites dirigentes, han estado ocultando la realidad y formando o intentando formar, estados de opinión alternativos y dirigiéndonos en el camino correcto.

Todos los medios importantes de los USA y desde luego en España, han estado a favor de la candidata del sistema. Ni siquiera en nuestro caso los medios más representativos de la derecha recalcitrante daban un duro por Trump.

Trump era un payaso y solo se podía votar por Clinton. Sobre todo si eras mujer, negro, hispano o simplemente si no eras un necio.

Pero esa no era la cuestión.

La cuestión era que en los USA, como sucede en la UE, millones de personas están hartas.

Hartas de la globalización. Hartas de revolución tecnológica. Hartas de emigración. Hartas de economistas. Hartas de Wall Street. Hartas de ser unos parias perdedores.

Las élites mundiales pusieron en marcha los procesos de globalización y liberalización de los mercados hace ya más de treinta años. Y los políticos todo lo justificaron.

Si, decían como papagayos, tendremos que hacer concesiones pero al final la economía creará puestos de trabajo alternativos a los industriales a los que se van a perder y que serán mejores y más sostenibles.

Si, decían, pasaremos por turbulencias pero al final el enriquecimiento general será mucho mayor y habrá un sitio para todos.

No hubo críticas. Cerraron las industrias y tomaron el poder los financieros.

Las bolsas de valores comenzaron a echar humo y explotaron varias veces. Mucha gente se hizo rica y otras perdieron hasta la camisa.

Luego nos dijeron que había que ser propietarios y que entrábamos en una era de capitalismo popular.

Y que pidiésemos prestado. El resultado todos nos acordamos cual fué.

Y ahora nos dicen que seamos emprendedores y nos busquemos la vida.

Y al tiempo, la revolución tecnológica iba destruyendo las bases del sistema de empleo tal como lo habíamos conocido y nos había hecho entrar en un mundo interconectado y en gran medida alienado a través de unos juegos omnipresentes que nos permiten vivir alelados.

Pero se ve que esto no es suficiente.

El monstruo populista comenzó a asomar la patita en Francia, pero asomó la cabeza en el Reino Unido. Los movimientos nacionalistas, e incluso abiertamente racistas y xenófobos, avanzan en toda Europa del norte y centro, mientras que en el Mediterráneo lo que avanza es la versión izquierdista del mismo tsunami anti-sistema.

La gente está harta.

En nuestro país, donde somos unos ilusos y tenemos un escaso amor propio hacia nuestro patrimonio, nos creemos que todo se puede cambiar a base de darle a la maquinaria del gasto público, pero en los países más frios, avanza la idea de que hay que defender lo que se tiene y no dejar que los "otros" se coman la ya escasa ración que va quedando en nuestro plato.

Avanzan el nacionalismo, los proteccionismos, y los populismos.

Avanza el sentimiento de que hasta aquí hemos llegado.

No se si algo pasará a partir de este cataclismo electoral.

Pero creo que ha llegado la hora de revisar los presupuestos que pusieron en marcha la revolución liberal y sobre todo de comprender que no se puede seguir abusando de la paciencia de la gente.

Vale que la ortodoxia económica sea tenida en cuenta, pero no se pueden ignorar sus consecuencias.

Yo no estoy a favor de los populismos, pero no se pueden ignorar las causas que hacen que la gente los vote.

Porque, como ya se ve, pueden ganar.          

martes, 8 de noviembre de 2016

Lo que va a pasar, pase lo que pase hoy.

Hoy se la juegan dos personajes de aupa.

Por una parte Hillary Clinton, que es una política con mas conchas que un galápago, y que ha pasado por la amarga experiencia de ser segundona después de ser una estudiante prodigio y una persona con toda la vida por delante.

Por otra, el "magnate" Donald Trump, un chico de buena familia dotado por la vida para ser un depredador, que ha conseguido pasar por encima de los cadáveres de sus enemigos y también de sus amigos.

Y en medio el pueblo de los USA y todos nosotros detrás.

Pero eso no es lo que juega.

Lo que se juega es el final de la etapa de liberalización y globalización que se decretó por parte de las élites mundiales durante los años ochenta.

Es uno de los grandes movimientos de la Historia que ha tenido tres efectos.

El primero, por poner el más positivo, es el haber acabado casi por completo con la pobreza extrema de cientos de millones de personas en todo el mundo especialmente en Asia y Africa.

El segundo el de haber creado fortunas gigantescas, inéditas en el pasado, para los héroes de este tiempo, los grandes innovadores desde Gates a Amancio Ortega, y los depredadores de la bolsa y el mercado de capitales, que ha sido la cueva de Alí Babá de esta época.

Y el tercero, y más importante para nosotros, la destrucción del tejido industrial en los países del primer mundo, con la consiguiente crisis de las clases medias y el cabreo generalizado del personal, al que primero le han quitado el empleo y después le han dicho que vive por encima de sus posibilidades y que tiene que buscarse la vida.

Y esa gente está muy enfadada y mira a las clases políticas como cómplices del desbarajuste causado, lo que es la pura verdad, y como mamporreros de los poderosos a la hora de reducir el "estado social" verdaderamente insostenible después de la destrucción de la industria.

La señora Clinton es una representante de esas clases políticas que son percibidas como cómplices y mamporreros, y despierta las simpatías justas.

Pero es cierto que la gente sensata se da cuenta del peligro que representa Trump y sus recetarios milagrosos y prefiere malo conocido a peor por conocer.

Trump, es en Estados Unidos lo mismo que Tsiripas E Iglesias en Europa. Lo mismo que los payasos del Brexit, y lo mismo que el zar Putin. Es decir un salto al vacío  y la vuelta a un pasado mitificado y por supuesto irrecuperable.

Pero el problema es cada vez mayor.

El populismo atrae cada vez a más gente a quien ni le importa la coherencia del sistema ni que se acabe el mundo mañana. Total ¿que más da? si te han echado del sistema y eres un paria universitario que a los cuarenta años va de trabajo temporal en trabajo temporal y tienes que vivir con tus padres, ¡que se vayan a la mierda los coherentes!

Y eso es una bomba que se va cebando y que va a terminar explotando.

Si combinamos esta inestabilidad social con el cambio climático y su creciente aceleración tenemos una situación muy peligrosa que supongo ya preocupa a los que dirigen el mundo desde sus fundaciones y centros de estudios.

Y eso va a tener que cambiar.

Pero naturalmente no será gratis porque en este mundo cada vez que se toca la estructura económica del mundo alguien sale perjudicado.

Sea Hillary o Donald el próximo ocupante de la Casa Blanca, el movimiento que ha puesto en marcha Trump va a tener que ser tenido en cuenta y eso no se arregla con unas cuentas de cristal y unos espejitos.

La gente quiere la vuelta de los empleos y del dinero para gastar y si no quiere ver a los políticos arrastrarse por el fango, (o en la guillotina como en el París de Robespierre).

Y lo mismo pasa en Europa.

Proteccionismos, barreras a la emigración-inmigración. dinero para repartir (salga de donde salga), y mas obras públicas. Eso es lo que viene.

Trump, los del Brexit y Podemos van ganando. Que nadie se engañe.