jueves, 10 de noviembre de 2016

Los medios se explican

Está siendo muy divertido ver, escuchar y leer las "explicaciones" que los diferentes medios, articulistas, expertos, comentaristas, tertulianos y otras especies están proporcionándonos a los sufridos ciudadanos sobre el triunfo de Donald Trump.

La verdad es que pocas veces se ha hecho tanto el ridículo en los tiempos modernos como lo han hecho toda la tropa de "enteraos" que se ganan muy bien la vida a base de sugerir constantemente que ellos si que tienen un enlace directo con "la verdad".

Y resultaría muy cómico sino fuese porque en realidad la situación de los medios de comunicación es otra de las tragedias de nuestro tiempo debido al empobrecimiento de su capacidad para escrutar la realidad. Años de precariedad laboral, reducción de plantillas y dedicación a la triste tarea de ser portavoces de partidos políticos y centros de creación de historias políticas, han dejado a los medios como boletines ideológicos o tablones de anuncios de los mil caraduras que pueblan los salones del cotilleo y la maledicencia.

¿Para que ocuparse de la realidad, si la realidad es tan fea y triste?

Es mucho mejor ocuparse de las "celebrities" y sus historietas inventadas por departamentos de relaciones públicas, o ser directamente portavoces oficiosos de este u otro partido.

Vivimos en un tiempo en el que los escritores de historias y diseñadores de posicionamientos son mucho más listos y tienen más medios que los periodistas.

Y las historias, los relatos, los cuentos y las narraciones ocupan todo el espacio posible.

Veo "avezadas reporteras" "empotradas" en los carros de combate del ejército iraquí que nos cuentan como este ejército va de victoria en victoria. Veo más reporteras, (ahora son siempre reporteras), que reciben en las playas a los inmigrantes que casualmente desembarcan delante de ellas. Veo más reporteras en los cuarteles generales de este o aquel partido, (empotradas también). Veo legiones de periodistas que se van a Washington a "seguir" las elecciones de aquel país, (como si no pudiesen seguirlas desde aquí). Veo corresponsales que nos cuentan lo que ya hemos sabido horas antes por internet, y así todo.

Solo de tarde en tarde, un grupo de periódicos paga entre todos a algún experto de verdad y este nos cuenta una historia al estilo de la revista Rolling Stone, o sea novelando, y eso por lo menos se puede leer, aunque tampoco nos informe de nada.

Vivimos en la era de la información y resulta que estamos peor informados que nunca.

Eso si. Recibimos montañas de "información" cada día. Información de la que solo se puede estar seguro de una cosa: es información cocinada no por los periodistas sino por quien se la ha proporcionado al periodista de turno.

Y como la cocina que más funciona es la de partidos y ONGs, pues lo que resulta es una mezcla empalagosa de mensajes buenistas y teorías beneficiosas para este o para aquel.

En esta ensalada de certidumbres y verdades incontrovertibles la realidad resulta muy incomoda. Así que la ignoramos. Y en consecuencia la imagen que nos formamos del mundo en que vivimos resulta tranquilizadora y digerible.

Es una proyección de una realidad virtual que se administra en capas como un hojaldre.

La primera capa, la más basta, es para las masas iletradas. A esos con despacharles unos brochazos de apariencia mezclados con dosis abundantes de "entretenimiento" ya les vale.

Y luego a los demás nos despachan con historias un poco más elaboradas en las que se mezclan un poco de intrigas palaciegas partidistas, un poco de economía para "enteraos" y un poco de conspiraciones intergalácticas, y nos despachan igualmente.

De todo con tal de que no miremos a nuestro alrededor.

Nos hacen mirar hacia los Pedritos, los Pablitos y los Marianitos, y mientras el mundo sigue y así vamos pasando el tiempo.

Casi siempre consiguen su objetivo, para que nos vamos a engañar.

Tontunas como "las primaveras árabes" nos las tragamos como si tal cosa. "El final de la crisis" nos parece estupendo. "La creación de empleo" también.

Hay estadísticas de todos los colores que demuestran lo que se quiera demostrar. Hay estudios de tendencias y análisis pormenorizados. Hay opiniones de expertos.

Cada día se llenan las páginas (muchísimas) de los periódicos sin que falte ninguna por rellenar.

Y nos cuentan las historias de turno sin que se les caiga la cara de vergüenza.

Y cuando se columpian como en el caso Trump no piden disculpas ni entonan el mea culpa. No. Nos explican porqué ha sucedido lo que ha sucedido.

¿Y por qué no lo explicaron antes?

La razón es muy sencilla: nadie les pasó un sobre con la historia de lo que iba a pasar.

Les pasaron sobres con las historias que querían que pasaran.

Y eso fue lo que nos contaron.

A lo mejor si hubiesen enviado corresponsales a los lugares apropiados con antelación, en vez de enviarlos a los cuarteles generales de los partidos el día de las elecciones, hubiesen estado un poco más enterados de la realidad.

Pero eso hubiese ido en contra de la historia oficial.      

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