El cabreo de la gente era mucho más grande del que nos imaginábamos. O mejor dicho mucho más grande de lo que los medios de comunicación nos dejaban ver.
Los medios de comunicación, como expresión de las élites dirigentes, han estado ocultando la realidad y formando o intentando formar, estados de opinión alternativos y dirigiéndonos en el camino correcto.
Todos los medios importantes de los USA y desde luego en España, han estado a favor de la candidata del sistema. Ni siquiera en nuestro caso los medios más representativos de la derecha recalcitrante daban un duro por Trump.
Trump era un payaso y solo se podía votar por Clinton. Sobre todo si eras mujer, negro, hispano o simplemente si no eras un necio.
Pero esa no era la cuestión.
La cuestión era que en los USA, como sucede en la UE, millones de personas están hartas.
Hartas de la globalización. Hartas de revolución tecnológica. Hartas de emigración. Hartas de economistas. Hartas de Wall Street. Hartas de ser unos parias perdedores.
Las élites mundiales pusieron en marcha los procesos de globalización y liberalización de los mercados hace ya más de treinta años. Y los políticos todo lo justificaron.
Si, decían como papagayos, tendremos que hacer concesiones pero al final la economía creará puestos de trabajo alternativos a los industriales a los que se van a perder y que serán mejores y más sostenibles.
Si, decían, pasaremos por turbulencias pero al final el enriquecimiento general será mucho mayor y habrá un sitio para todos.
No hubo críticas. Cerraron las industrias y tomaron el poder los financieros.
Las bolsas de valores comenzaron a echar humo y explotaron varias veces. Mucha gente se hizo rica y otras perdieron hasta la camisa.
Luego nos dijeron que había que ser propietarios y que entrábamos en una era de capitalismo popular.
Y que pidiésemos prestado. El resultado todos nos acordamos cual fué.
Y ahora nos dicen que seamos emprendedores y nos busquemos la vida.
Y al tiempo, la revolución tecnológica iba destruyendo las bases del sistema de empleo tal como lo habíamos conocido y nos había hecho entrar en un mundo interconectado y en gran medida alienado a través de unos juegos omnipresentes que nos permiten vivir alelados.
Pero se ve que esto no es suficiente.
El monstruo populista comenzó a asomar la patita en Francia, pero asomó la cabeza en el Reino Unido. Los movimientos nacionalistas, e incluso abiertamente racistas y xenófobos, avanzan en toda Europa del norte y centro, mientras que en el Mediterráneo lo que avanza es la versión izquierdista del mismo tsunami anti-sistema.
La gente está harta.
En nuestro país, donde somos unos ilusos y tenemos un escaso amor propio hacia nuestro patrimonio, nos creemos que todo se puede cambiar a base de darle a la maquinaria del gasto público, pero en los países más frios, avanza la idea de que hay que defender lo que se tiene y no dejar que los "otros" se coman la ya escasa ración que va quedando en nuestro plato.
Avanzan el nacionalismo, los proteccionismos, y los populismos.
Avanza el sentimiento de que hasta aquí hemos llegado.
No se si algo pasará a partir de este cataclismo electoral.
Pero creo que ha llegado la hora de revisar los presupuestos que pusieron en marcha la revolución liberal y sobre todo de comprender que no se puede seguir abusando de la paciencia de la gente.
Vale que la ortodoxia económica sea tenida en cuenta, pero no se pueden ignorar sus consecuencias.
Yo no estoy a favor de los populismos, pero no se pueden ignorar las causas que hacen que la gente los vote.
Porque, como ya se ve, pueden ganar.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
Gana el cabreo
Publicado por Antonio Cordón a las 17:48
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario