lunes, 27 de marzo de 2017

El triste presente del socialismo español

El socialismo español y el europeo en general pasan estos tiempos por un tiempo de decepciones y desconciertos. Los electores les dan la espalda y sus posibilidades de volver al tiempo de mayorías absolutas se agotan.

Los mítines de este fin de semana reflejan ese desconcierto: en el de Susana Díaz todos los viejos mosqueteros del partido. En los de Sánchez, los militantes de base.

El viejo partido y sus estructuras contra una militancia mucho más izquierdista que quienes les votan.

El partido de los feudos del sur contra el partido de los lugares en los que solo podría gobernar en amplias coaliciones de izquierda. Un dilema difícil de resolver.

¿Y de ideas qué?

De ideas nada de nada. Lo que queda es una serie de eslóganes y poco más.

El partido del siglo XXI contra el partido del siglo XX, según Sánchez. La tradición contra la traición, según Díaz.

Pero el problema sigue siendo, socialismo ¿para qué?

En toda Europa la cuestión es como gestionar la salida de la gran crisis, si es que estamos en el comienzo de esa salida o tan solo en un periodo de relativa calma.

Y los votantes parece que se decantan por las opciones conservadoras, tanto en Alemania, como en Francia como en Holanda o el Reino Unido.

La alternativa no son los socialdemócratas sino los populismos anti-sistema, ya que una gran parte de la población está más allá de las propuestas razonables y vota por resentimiento o por desesperación a los que prometen el paraiso de la expulsión de los extranjeros o de la vuelta al comunismo liberador como en Grecia o España.

En esta pugna entre apocalípticos e integrados, el socialismo tiene muy poco sitio.

Pedro Sánchez ha demostrado su bajo perfil como líder y su escasa empatía con el medio televisivo, una gran dificultad cuando se tiene que ganar la voluntad de los votantes, pero tiene gancho con los militantes que aunan una ideología izquierdista con las ganas de ocupar cargos de gobierno.

Su oferta es la de gobernar con Podemos o con Ciudadanos, pero ya se ha visto que con los dos a la vez es imposible. Su programa es puramente oportunista, o sea, lo que sea según vengan los vientos, al estilo Zapatitos.

Díaz es otra cosa. Para empezar tiene un físico que la acerca a Marie Le Pen, y una retórica de clase media baja, que estoy seguro puede atraer a muchos votantes españoles del medio rural o de barrios de las grandes ciudades. Su programa en Andalucía es mucho más consistente con los valores socialistas tradicionales de apoyo a las clases medias bajas y a los trabajadores. Que lleven tanto tiempo gobernando no es una casualidad.

Pero, esos modos y esas formas, ¿servirán en Madrid o Barcelona?

Y la pregunta del millón, ¿es Díaz la persona para gestionar estos tiempos de zozobra política y de dolorosos ajustes económicos y laborales?

En todo caso, la labor de los socialistas, y no es pequeña, va a consistir en tratar de convencernos de que en el enfrentamiento entre los que quieren que se mantenga el sistema y los que prometen derribarlo, hay una tercera vía. La cuestión es ¿la hay?

En una realidad de ajuste de la deuda y de reducción del déficit, no va a ser fácil ofrecer más sociedad del bienestar. Más bien lo contrario.

Las fórmulas socialdemócratas se han agotado en todas partes precisamente por eso.

Estamos entrando en una época diferente a la que comenzó al final de la II Guerra Mundial.

Seguramente Sánchez tiene razón en esa visión que tiene de lo que debería ser su partido en esta nueva época, o mejor dicho la tendría si fuese algo más que un simple eslogan.

Yo veo que tiene claro que el presente es diferente de lo que fue el pasado.

Pero no veo que tenga claro que tiene que hacer y mucho menos que pueda liderar ese "nuevo" mensaje.

Sinceramente creo que el nuevo socialismo aun no ha nacido, pero también es verdad que los populismos no tienen mucho recorrido hasta que la gente se harta o hasta que sobreviene la catástrofe que producen inevitablemente, así que como la tensión entre ricos y pobres siempre existirá, también existirá un partido que represente a los desfavorecidos.

¿Cual será?      

viernes, 24 de marzo de 2017

España contra Israel. ¿Futbol?

Los primeros judios en llegar a la península lo hicieron en tiempos de Nabucodonosor, o sea, hace unos 2600 años.

Me pregunto cuantos españoles de hoy descienden de indígenas anteriores a esa fecha.

Y sin embargo la historia de los judios españoles ha sido de las más tortuosas y lamentables de todas las que han acontecido al auto denominado "pueblo elegido".

Todavía en el siglo XVIII, o sea, hace muy poco tiempo se ejecutó a varias personas por practicar la religión hebrea en nuestro territorio. (Ya no se les quemó en la hoguera sino que se les aplicó el garrote).

Las primeras leyes antisemitas se promulgaron en pleno Imperio Romano, durante el Concilio de Iliberris que prescribió la separación de las poblaciones hispano romana y judía, que a estas alturas ya era muy numerosa después de las sucesivas rebeliones y destrucciones consiguientes de Israel por parte de las legiones romanas, que obligaron finalmente a la diáspora definitiva en el año 134.

Tampoco los visigodos fueron muy amigos de los judios sobre todo a partir de su conversión al catolicismo. Persecuciones y matanzas estuvieron a la orden del día, de modo que cuando los musulmanes aparecieron al otro lado del estrecho las comunidades judías les recibieron como liberadores.

En el califato y los reinos de taifas tuvieron los judios españoles su mejor etapa y sus comunidades se desarrollaron y produjeron artistas, banqueros, diplomáticos y todo tipo de profesionales.

Llegaron a tener una ciudad, Lucena, completamente judía.

Pero cuando la España musulmana fué invadida por los yihadistas almoravides primero y almohades después, las cañas se tornaron lanzas y los judios huyeron esta vez hacia los reinos cristianos.

Con Fernado III el Santo y su hijo Alfonso el Sabio prosperaron y fueron parte fundamental de la escuela de tradustores de Toledo que permitió que el mundo occidental recuperase una buena parte de la cultura griega que se había perdido.

Pero después de las guerras civiles de Castilla, los trastámara les fueron claramente hostiles y comenzaron otra vez las persecuciones, las conversiones forzosas y las matanzas.

También las fábulas que hacían de los judios unos come niños y transmisores de enfermedades y plagas.

Y luego en 1492 la expulsión.

Aproximadamente 400.000 personas salieron de España.

Los que se quedaron se convirtieron pero tuvieron que sufrir a la Inquisición, una institución que en su versión española se especializó en cazar judios ocultos. Y asesinó a miles de personas por delitos como el de no comer carne de cerdo.

Los judios españoles se establecieron en el norte de Africa, Europa Occidental y el territorio del Imperio Otomano.

Y dieron al mundo gente como Disraeli, uno de los forjadores del Imperio Británico, o Spinoza, el más noble de los filóssofos.

Durante la persecución nazi fueron masacrados. Algunos diplomáticos españoles actuaron para salvar a los que pudieron pero dentro de la clandestinidad.

Solo en el tiempo de Alfonso XIII se comenzó a reparar tanto daño y hace muy poco se les ha concedido el derecho a solicitar el pasaporte español.

Pero para una buena parte de la sociedad española todo esto es como no hubiese ocurrido o todavía peor, el odio acumulado todavía no se ha extinguido.

La catarsis vivida en toda Europa con los campos de concentración aquí no se vivió y las muchas Ana Frank sefardíes asesinadas en ciudades como Tesalónica, donde fue exterminada una comunidad de más de doscientas mil personas, nos son desconocidas.

No sentimos la vergüenza de estos crímenes ni nos sentimos en deuda con esos antaño compatriotas que ahora viven en Israel, que es el único lugar en el que pueden vivir.

Y así esta tarde veremos, ojalá me equivoque, el espectáculo de los silbidos y los insultos a la selección israelí de futbol.

Si así se produce me va a dar mucha vergüenza.      

martes, 14 de marzo de 2017

Si no nos defendemos, nos atacarán

Una de las cuestiones más graves que afectan a nuestro país, mucho más grave que la corrupción o el desempleo, es nuestra incapacidad para aceptar que vivimos en un mundo abierto y por lo tanto vivo, y actuar en consecuencia como sociedad organizada.

Para que pudiésemos hacerlo sería necesario que saliésemos de un aislamiento secular del que parece que nos cuesta salir, y también tendríamos que tener una cierta conciencia de identidad nacional de la que carecemos excepto en lo deportivo (a veces).

El hecho de que la última vez que nos invadiesen fue en tiempos de Napoleón y que nuestras últimas guerras hayan sido civiles o coloniales hace que los españoles veamos la cuestión de la Defensa Nacional como algo innecesario o en algunos casos como algo amenazador.

Durante la Guerra Fria, la frontera del enemigo de entonces, o sea la URSS, quedaba demasiado lejos. Y el hecho de que nuestra postrer intervención militar fuera precisamente allí de la mano de la gran armada anticomunista puesta en marcha por el régimen nazi alemán, tampoco ayuda porque como es una cosa vergonzosa todo el mundo echa tierra encima. Como por ejemplo retirando las placas del nombre de calles denominadas "División Azul" o similares.

Luego con la caída del muro todo el mundo interpretó aquello como que llegaba "el fin de la Historia" y que ya no volvería a haber otro gran conflicto en miles de años.

Como el ser humano es como es, y las leyes de la geopolítica son como las de la Física, el mundo vuelve a encabritarse y se rompe por los mismos sitios de siempre.

Y mientras, la rotura de ese muro que era el llamado Telón de Acero, generó todas las dinámicas de lo que se ha conocido como Globalización con las consecuencias de que ya hemos hablado.

Pero donde se ha producido la mayor falla sísmica de la nueva etapa ha sido precisamente en la región que los estrategas conocen como MENA, o sea middle esast north Africa.

Desde los Dardanelos hasta las playas atlánticas de Marruecos, el mundo está en convulsión.

Una nueva oleada de rigorismo islámico ha sacudido el mundo desde que el ayatolah Jomeini desembarcó en Teheran en 1979. Si, ya hace tanto.

En el otro extremo de Europa, Rusia ha comenzado a reconstruir su "patio delantero", es decir la zona de seguridad que le separa de sus enemigos eternos, los polacos y los alemanes.

Y en el gozne de ambos frentes, Turquía ha comenzado a mover sus fichas interviniendo directamente en Siria e Irak.

La OTAN, la organización que se creó para proteger Europa de los rusos, tiene ahora dos frentes y dos estrategias, una en el este y otra en el Mediterraneo, pero el nuevo Presidente de los USA dice que eso de que sean ellos los que paguen la factura se ha acabado.

Así que España, nuestro país, se encuentra ahora en una frontera conflictiva, con los americanos en la base de Rota, pero con la necesidad de rascarnos los bolsillo y sobre todo de disponer de un ejército de verdad, cosa que hasta ahora habíamos preferido no tener.

Y la cuestión es peliaguda porque, ¿como se convence a los españoles de que hay que tener Ejército y que hay que pagar la cuenta?

No creo que haya un país más ingenuo en materia de Defensa que España.

Ni ninguno más alejado de la realidad que el nuestro.

Y eso que tenemos la situación de riesgo a apenas unos pocos kilómetros.

Parece que pensamos que el Rey de Marruecos o la dictadura argelina son eternos y que allí no existe ningún riesgo posible que no sea el salto de la verja o el contrabando de hachís.

Pero es que Marruecos y Argelia son los únicos países de la zona que hasta ahora no han sufrido el colapso general. ¿Seguirá siendo esto así eternamente?

Para ser un país invadido tres veces desde Marruecos, con las consecuencias ya conocidas, es algo desalentador ver lo difícil que es hacerse cargo del peligro.

Y lo complicado de crear una política de defensa minimamente consensuada en un país en permanente riña doméstica.

Ni vemos el riesgo ni vemos el peligro.

Estamos narcotizados por una política de fallas y chirigotas.

Nos creemos más allá del bien y del mal.

Pero el mundo se está moviendo a nuestro alrededor y las aguas se están agitando.

Más vale que empecemos a hablar de estos temas.

A lo mejor al menos nos quitaremos de encima un poco de gurteles, nacionalistas y podemitas, que es un menú que ya harta.

A mi por lo menos.    
 



 

jueves, 9 de marzo de 2017

El día después del Día de la Mujer

Como ya he tenido ocasión de comentar, me parece que el movimiento emancipatorio de la mujer respecto al mundo patriarcal constituido en la noche de los tiempos no sabemos muy bien porqué, es la gesta mas importante de los últimos cien años.

Nada ha cambiado más profundamente la sociedad y el pensamiento de sus componentes que este movimiento que comienza por un malestar percibido por mujeres de la burguesía de países avanzados como los nórdicos, sigue con la lucha por el derecho al voto y va camino de transformar todo el mundo, incluidos aquellos países que se encuentran inmersos en culturas más atrasadas técnica, y humanisticamente.

Es asombroso comprobar como el estatuto legal de la mujer en los países occidentales ha asumido la igualdad en cuestión de menos de cincuenta años, y como la incorporación de la mujer al mundo laboral y consiguiente desaparición de su estatus como centro del hogar, ha obligado a todos a redefinir roles y posicionamientos.

Si cualquier joven quiere saber la profundidad de este cambio solo tiene que preguntar a su abuela y ella le contará como era ser mujer en los años cincuenta del pasado siglo, y eso no está tan lejos.

Para mi generación, que estuvo en el momento en que comenzaron los cambios fue todavía un momento en el que no se percibían en su totalidad la magnitud y consecuencias del movimiento y en gran manera nuestras familias, las de los padres de los milenials de hoy, los roles todavía intentaban copiar los de nuestros padres, porque no teníamos donde mirarnos, pero los hechos ya comenzaban a erosionar el viejo modelo y ahora se dan nuevos pasos adelante.

Como esto es un proceso, nada va a la velocidad que las organizaciones feministas querrían, pero el caso es que va.

Y escuchando a las representantes de estas organizaciones uno pensaría que estamos todavía en el punto de partida.

Cuando se habla de igualdad salarial, o de mujeres directivas, estamos siempre dando vueltas a lo que no es sino un efecto de la estadística que se corregirá con el tiempo de forma natural, y que también requiere que un número suficientemente grande de mujeres haga el esfuerzo correspondiente, porque estos cargos no se reparten por la cara bonita, por muchas medidas de discriminación positiva que se pongan en marcha.

Y eso va a suceder inexorablemente por la igualación en la preparación, que ya existe, la concienciación de las mujeres que quieran acceder a esas luchas, y la simple consecuencia de su presencia en empresas, profesiones e instituciones.

Dentro de veinte años todo esto habrá cambiado de forma radical.

Profesiones como la medicina o la judicatura serán entonces irreconocibles en sus órganos de gobierno.

Tampoco faltarán mujeres en los consejos de administración ni en los gobiernos de todo tipo.

¿Cambiará entonces la dinámica del poder en el mundo?

¿Serán las mujeres capaces de invertir dinámicas de lucha por dinámicas de cooperación?

¿Veremos sociedades menos piramidales y más celulares?

¿Disminuirán los conflictos y la violencia?

Y sobre todo, ¿seremos capaces de irradiar estos conceptos de sociedades más femeninas a las culturas patriarcales que nos rodean y amenazan?

¿O aprovechando nuestra debilidad se lanzarán estas culturas al asalto y nos devorarán como sucedió con el imperio romano y los bárbaros?

¿Y que pasará con la natalidad?

Lo veremos o lo veréis.

Mientras, lo que espero es que las feministas se calmen un poco y que lo que sea que vaya a ser el rol de la mujer en ese nuevo mundo lo decidan las mujeres no con palabras sino con actos. Que sea el empeño de cada mujer lo que transforme la sociedad.

Que los cambios vengan desde abajo por imposición de mayorías y no desde unas minorías que viven todo esto con un apasionamiento excesivo.

Me gustaría que la revolución de la mujer, en suma, no la dirigiese una vanguardia ideologizada empeñada en llevarnos a un sitio que ellas y ellos saben, sino que fuesen las mujeres trabajadoras, independientes y cultas las que impusiesen su criterio, sea este el que sea.        

martes, 7 de marzo de 2017

Morir y vivir en un mundo nuevo

Mi último artículo trataba sobre la muerte y la noción tan absurdamente generalizada en nuestra civilización de que la muerte es algo que hay que esconder además de tratar como un trámite al que apenas se da importancia.

Es una paradoja que un trance al que todos vamos a llegar ineluctablemente sea tan despreciado en nuestra cultura.

Estamos tan empeñados en vivir que no entendemos que la vida es un arco desde el nacimiento a la muerte y que hemos de vivirla comprendiendo ese arco en su totalidad, y no tomando cada punto de la existencia como algo que tiene sentido en si mismo.

No hace falta tener un sentimiento religioso para vivir la vida desde el sentido de vivir de acuerdo a los principios de nuestra conciencia, y esto no es algo nuevo porque lo dijo un judio español nacido en Holanda que se llamó Benedicto Spinoza, o Espinosa, al que Bertrand Russell llamó "el más noble de todos los filósofos".

Con los años cada vez se me hace más evidente que la vida no es una carrera hacia adelante sino una especie de espiral en la que diversos ciclos se van cumpliendo tanto en lo que se refiere a nosotros mismos como al mundo que nos rodea.

Y en cada ciclo se repiten estructuras y ritmos aunque no los mismos acontecimientos que simplemente se reunen para formar esas estructuras, ya sen estas grandes o pequeñas.

Cada vez que pensamos que la Historia de la Humanidad y la nuestra propia van hacia algún sitio, o que nuestra vida camina hacia una especie de culminación o logro definitivo, la realidad se rebela y nos devuelve a lo que parece el punto de partida.

Pero no lo es naturalmente porque nada se repite. Para empezar nosotros mismos que vamos cambiando.

Para la gente de mi generación, ver la llegada de Trump al poder y su retórica nacionalista, acompañada por los que en otras latitudes pretenden resucitar los Frentes Populares, es algo casi delirante que jamás podíamos suponer podría suceder dada la victoria "definitiva" de las fuerzas de la Razón y la Ilustración.

Pero el caso es que aquí están otra vez y volvemos a lo que parece una marcha atrás.

Hoy he leído que en Suecia van a reintroducir el servicio militar con la aprobación del 70% de la población.

La Unión Europea de los 28 o los que sean va a terminar en la UE de unos cuantos, o sea Francia; Alemania, con sus vasallos, o sea nosotros.

Rusia amenaza Europa como en los años cincuenta y Estados Unidos quiere ganar guerras.

Así que constato que se ha cerrado el ciclo de idealismo liberal y social demócrata que ha gobernado el mundo desde que se callaron los cañones de la Segunda Guerra Mundial, y estamos otra vez donde solíamos en los años treinta.

Vuelta a empezar y vuelta a aprender de los errores que es parece ser la única forma de aprender.

Solo que ahora ya no soy un niño que leía con excitación los titulares de la inminente guerra en Cuba en la crisis de los misiles, (yo entendía que una vez empezada la guerra no habría que ir al colegio), sino un señor que va a cumplir los 65 y hubiese preferido que el orden anterior hubiese durado un poco más.

En mi ciclo vital ya no se si tengo tiempo de adecuarme a la supervivencia en el mundo áspero que nos espera.

Pero no voy a meterme en la cama a esperar que comience la fiesta, sino que avanzaré con mi propio nuevo ciclo vital hasta que la cosa no dé más de sí.

Y por eso creo que en esta parte de este nuevo ciclo uno de los temas que me deben interesar, y de hecho me interesan, es la cuestión del bien morir.

Espero que en este nuevo ciclo de barbarie global, seamos capaces de incorporar algunas de las cosas que nos ha traído el Humanismo Liberal: por ejemplo el respeto a los derechos de los humanos no solo en general, sino específicamente en momentos decisivos.

Y si no, creo que a lo mejor los viejos nos podemos convertir en una fuerza política estimable capaz de reclamar lo que nos interese.
 
   

domingo, 5 de marzo de 2017

Vivir, morir y hacerlo bien

Durante mucho tiempo se ha estado de acuerdo en que la muerte era enemiga de la vida y que teníamos que hacer todo lo que estuviera en nuestras manos para alejarla de nosotros y de los demás.

No voy a decir que la muerte sea un asunto agradable, pero desde luego la muerte es una parte de la vida, como lo es el nacimiento, la concepción, la pubertad, o la vejez.

Es mas, el nacimiento y la muerte son los dos instantes mas importantes y definitorios de nuestra vida.

Al primero, la ciencia le ha dedicado todo tipo de atenciones, seguramente porque existe como un pensamiento soterrado que viene de la noche de los tiempos y que nos incita a pensar que mas seres humanos es bueno y menos seres humanos malo, lo que en tiempos de las bandas de cazadores recolectores era seguramente verdad pero ahora en los tiempos de la superpoblación ya no.

Pero hay magníficos hospitales materno infantiles donde el momento del nacimiento recibe una atención pormenorizada, con técnicas indoloras para la madre (en lo posible) y todo tipo de aparatos y medicamentos para asegurar la supervivencia del recién llegado.

Todo para el que llega, y para su mamá que es quien ha hecho el esfuerzo.

Ya digo que eso está muy bien y como papá que ha pasado el trance, estoy muy de acuerdo en que nos gastemos los dineros en asegurar el máximo confort y seguridad para mamás y bebés.

Pero de la misma manera que todos nacemos también es cierto que todos morimos.

Y en ese tránsito ya no solo no hay nada de glamour sino que las mas de las veces lo calificamos de escatológico y preferimos no verlo.

Así mientras los hospitales materno-infantiles están profusamente iluminados y exiben su existencia con orgullo mas disimulado, los lugares relacionados con la muerte se esconden avergonzados en lugares recónditos, no sea que su sola presencia vaya a amargar la vida a los que pasen por su cercanía.

La ciencia médica mientras tanto jura por Hipócrates defender la vida en todo momento, alejando a la muerte tanto como sea posible y más allá de cualquier esperanza de recuperación.

Es decir que para los médicos, la muerte es un enemigo al que hay que combatir. La muerte es lo contrario de la vida.

Lo que que pasa es que no es así.

La muerte es una parte de la vida y habría que tratarla como tal.

Tan necesario es un buen nacer, como un buen vivir y finalmente un buen morir.

Si se nos ayuda a nacer también hay que ayudarnos a morir.

En definitiva son dos trances en los que el ser humano se encuentra más indefenso y en los que se agradece mas que en cualquier otro la ayuda que nos ofrece la medicina moderna.

Los romanos creían que en la hora de la muerte llegaba a sus lechos la diosa Isis y los cristianos pasaron esa responsabilidad a la Virgen María, que tantas cosas heredara de la diosa egipcia.

Pero ahora que ya nos hemos hecho unos descreídos, llega el momento de que la medicina se ocupe también de la muerte como una disciplina más de la vida, y que se desarrollen técnicas para eliminar los dolores y otros inconvenientes de ese momento.

Hemos avanzado bastante en este camino desde hace unos años, pero no es suficiente.

La Ley que acaba de publicar la Comunidad de Madrid es uno de esos pasos decisivos pero no suficientes.

Cristina Cifuentes es una política efectiva y eficiente, osea de lo poco que hay en ese gremio, y yo le agradezco personalmente su generoso acto de colaboración con el Psoe para sacar adelante este texto, pero como ya digo esto no es suficiente.

Hay que ser consecuentes con lo que ya sabemos y crear hospitales para morir, o unidades para morir en los hospitales existentes, o si uno así lo prefiere el "cliente", unidades móviles para morir en tu
casa.

Y en estos hospitales poner en marcha una serie de protocolos para las distintas muertes a las que nos enfrentamos, las de aquellos que se consumen lentamente y las de los que sus enfermedades los van aniquilando.

Establecer cual es el límite al que cada persona quiere llegar y proceder a librar a esa persona de la penosa tarea de morirse a la interperie o al albur de la resistencia de sus órganos vitales.

Los médicos pueden acelerar los partos y pueden tratar a los fetos en sus moradas intrauterinas y a nadie le parece mal porque es que está muy bien enmendar a la madre naturaleza cuando esta nos viene atravesada o con malas intenciones.

Igual sucede con la muerte.

No hay porqué tolerar que nos venga atravesada. No hay porqué sufrir cuando no se quiere sufrir.

La medicina no tiene porqué considerar a la muerte como el enemigo permanente.

La enfermedad si que lo es, pero no la muerte.

Solo cuando cambiemos el chip y consideremos que la muerte es parte de la vida habremos comenzado a solucionar un problema que se originó en los tiempo en que una vida más era esencial para la supervivencia.

Ahora vivimos en los tiempos en que ya somos demasiados y la ciencia amenaza con hacernos vivir muchos más años, y ya somos demasiados tal y como estamos.

Hagámonos un favor a todos y pongamos fácil la tarea de morir.

Todos lo vamos a hacer.