lunes, 29 de abril de 2013

Elección, foco y modelos de negocio

Una de mis lecturas favoritas es el semanario The Economist. Me parece una revista sensata, interesante, diversa en contenido y con la suficiente profundidad como para que me dé la sensación de que durante su lectura, realmente estoy dejando algo de poso en mi cabeza.

Además, su modelo de negocio frente a la disrupción digital me parece francamente interesante: para su lectura en dispositivos digitales te puedes suscribir anualmente (160€), trimestralmente (40€), comprar números sueltos (6€) o acceder a una versión muy reducida, apenas 3-4 artículos destacados, de manera gratuita. Si bien la suscripción anual no me parece cara a cambio de la calidad que ofrecen los artículos, la falta de tiempo para leer me ha hecho mantenerme con la versión reducida. La duda me sobreviene ahora, porque esta versión ha pasado de unos 8-10 artículos semanales, más que de sobra para el tiempo que tengo para dedicarle, a los mencionados 3-4, que se me hacen escasos.

¡3 ó 4 de estas interesantes piezas son muy pocas! Pero la revista entera es demasiado larga para mí, y ahí radica la clave del dilema. No tengo problema en pagar los 160€, pero no quiero 100 páginas semanales de artículos, a los que no puedo dedicar tanto tiempo como quisiera y que van a pesar como una losa en mi distribución personal de foco y tiempo. Es una curiosa paradoja: dejo de comprar la revista, no por su precio, sino por la cantidad ofertada.

Esta situación me ha recordado a la muy interesante charla TED, impartida por el psicólogo Barry Schwartz, llamada la paradoja de la elección. Resumidamente, su planteamiento es que tanta posibilidad de elección a la que hemos llegado en nuestra sociedad nos produce infelicidad, a través de 2 palancas: parálisis ante la decisión entre un extremadamente amplio abanico de posibilidades, e insatisfacción con la elección hecha, habiendo otras tantas posibilidades que hemos dejado inexploradas. Ya digo que merece la pena dedicar 20 minutos a ver el vídeo:



Cierto es que la capacidad de elegir, el conocimiento y, en general, la libertad, nos hace dueños de nuestros destinos y, por ende, responsables de él. Esto resulta incómodo. Sería mucho más fácil que una entidad superior, ya sea teológica o institucional, gobernase nuestros pensamientos y opiniones. La estupidez siempre es más feliz. Una idea que también nos transmite Ray Bradbury en su célebre novela Farenheit 451 (otra lectura obligatoria, que debería facilitarse en los colegios), donde muestra un futuro distópico en el que el Estado prohíbe todas las formas de arte y cultura, principalmente representadas por los libros, ya que generan opiniones diferentes en la gente, pensamientos conflictivos y libre albedrío general. Todo muy peligroso para la sociedad, que vive más feliz si se controla su libertad.

La conclusión a la que llego es que mi propuesta para The Economist sería que ofreciese entre sus productos una versión reducida, pero no tanto, de su semanario, por un módico precio que pagaré gustosamente. Porque actualmente, la capacidad de elegir una de sus alternativas me deja infeliz, ya que me paraliza en la toma de la decisión y no estoy plenamente satisfecho quedándome con la opción gratuita. Eso sí, al menos la decisión es sólo mía.

domingo, 28 de abril de 2013

La fábrica de Bangla Desh

El mundo digital es como un escenario de tramoya tras el que se arrastra una realidad penosa. Vivimos un mundo de mentira en el que ni sabemos como se cultiva una patata, ni como llega el agua al grifo, ni como se fabrican las prendas de ropa que compramos en unos grandes almacenes.

Ni lo sabemos ni lo queremos saber. Nos da igual si el algodón de nuestra camiseta ha sido recolectado en Egipto o en Kazajistan. Si los plátanos han sido cortados de un arbol en Costa de Marfil o en Tenerife.

Solo si el lugar de procedencia "mola" entonces nos lo dicen. "Alcachofas de Tudela", pimientos del "Piquillo", pan "francés".

El resto viene en letra pequeñita en una etiqueta borrosa, donde vemos que nuestros zapatos han sido fabricados en Filipinas y nuestros garbanzos nacieron en tierras chinas.

Lo que queremos es que sean baratos, porque con los sueldos que nos van quedando solo podemos consumir productos cada vez más baratos.

Y cuando bajamos a los barrios de la miseria encontramos mercadillos donde se venden hortalizas recolectadas por bandas de ladrones en las noches de toda España.

Y mientras, algunas veces, una fábrica de ocho pisos y repleta de esclavos sin valor en Bangla Desh o en Filipinas, se cae abajo por el exceso de peso y mueren trescientos esclavos. ¿Que le vamos a hacer?

Si queremos que Zara y H&M y otras vendan barato tiene que ser así.

Es un sistema verdaderamente absurdo en el que la maquinaria no puede detenerse aunque tengamos cada vez menos dinero para alimentarla. Es el capitalismo de la miseria que convive con el capitalismo de la opulencia que vemos en las revistas desvergonzadas.

El capitalismo de la globalización y la desregulación, que nos está devolviendo a las miserias de los primeros tiempos de la Revolución Industrial, y que es defendido con contumacia por unas clases dirigentes que sencillamente no saben como salir del lio en que nos han metido.

Ciertamente en Bangla Desh no se van a notar trescientas personas menos, como aquí  da igual si los sin empleo son cinco, seis o siete millones.

Son solo consecuencias del sistema que no tiene alternativa.

Víctimas colaterales de un conflicto puramente pragmático: el capitalismo ya sabrá como salir adelante por si solo.

Si. Habrá algunas pérdidas por el camino. Alguna generación se quedará varada como tortuguitas nacidas con la marea baja.

Algunos pakistanies morirán con el pié en el pedal de la máquina de coser.

Nada en definitiva.

Lo importante es que siga la fiesta.

jueves, 25 de abril de 2013

¿Hay algún motivo para la preocupación?

Con las derrotas del Barcelona y el Real Madrid se cae uno de los últimos, si no el último y postrer de los mitos de la reciente "grandeur" española.

Seis millones de parados es una losa muy pesada para cualquier país civilizado. Los recortes inevitables del "estado del bienestar" representan el fin de los sueños de varias generaciones nacidas después de la Guerra Civil. La corrupción generalizada en los niveles municipales y autonómicos de la política desmoralizan al mas pintado. La pasividad y falta de liderazgo del gobierno asustan.

Los tertulianos ya ni se atreven a echar leña al fuego para no seguir empujando hacia el infierno a una población asustada, temerosa y decepcionada.

El mito europeo se ha caido como un castillo de naipes y ha reaparecido la Alemania amenazante. Italia está en manos de un payaso. Portugal al borde de la disolución. Francia en depresión y Grecia desaparecida.

Todo el sur de Europa amenaza ruina y no hay otro horizonte que el de las famosas sangre, sudor y lágrimas.

Tenemos el país en venta y nadie nos compra, excepto la mafia de Las Vegas, y otras mafias que andan por la costa a sus anchas.

Los nacionalistas andan por ahí soltando amenazas veladas y menos veladas.

Los presidentes autonómicos se rebelan frente a los partidos centrales.

En el PSOE quieren poner de candidato a un jovencillo cuyo único mérito es haber sido víctima de un atentado de los nacionalistas vascos.

Los de Izquierda Unida suben en intención de voto con propuestas irrealizables.

Los comercios cierran.

Los mercados languidecen.

Los mendigos proliferan.

Y la liga española es una payasada cuyo resultado es la falta de competitividad de nuestros equipos.

O sea, no hay ningun motivo de preocupación.

Sigamos tomando cañas al borde del volcán. 

sábado, 20 de abril de 2013

Tu a Boston y yo a ...

Cuando leí que los dos terroristas de Boston eran chechenos me dije, los rusos deben de estar frotándose las manos...

El hecho de que esa tribu de caucásicos salvajes cuyas fechorías han puesto Rusia patas arriba en varias ocasiones, haya trasladado sus bases de operaciones a USA, les posiciona como etnia sospechosa por los siglos de los siglos.

Y reabre la polémica de los refugiados musulmanes procedentes de diversos lugares conflctivos que son acogidos en los excesivamente confiados estados occidentales.

¿Cuantos de esos refugiados son en realidad yihadistas durmientes?

Naturalmente eso es lo que tambien ha pensado el tio de los dos hermanos bostonianos, que se ha apresurado a "condenar" a sus familiares y a explicar que eran unos "inadaptados". (No como él y su familia).

¿Pero, podríamos poner la mano en el fuego por él?

¿Y si es otro terrorista durmiente?

¿Como se distingue entre un checheno "bueno" y otro "malo"?

El terrorismo nos conduce a este dilema digital.

Los terroristas son chechenos. Los chechenos son musulmanes. ¿Es cualquier checheno musulman un terrorista en potencia?

¿Cual es el porcentaje de probabilidad de que lo sea?

¿Podemos vivir con esa incertidumbre?

¿Nos gustaría tener a un checheno de vecino?

Antes los chechenos eran un problema ruso y los americanos podían ser una tierra de asilo ante los desmanes del ejército y la policía rusas. ¿Y ahora qué?

¿Con cuantos durmientes estamos conviviendo en nuestras ciudades?

 

martes, 16 de abril de 2013

Para la editorial, el enemigo son los demás

Muy interesante el editorial que publicó ayer el diario El País, titulado "Información de pago", toda una declaración de intenciones. No es ningún secreto que los grandes medios tradicionales están sufriendo fuertemente las reestructuraciones que están transformando nuestra sociedad a todos los niveles y su modelo de negocio habitual parece agotado.

Si bien es interesante lo que se dice en apenas 3 párrafos, más interesante aún es cómo se dice y cuál es el mensaje real que hay detrás de las palabras.

Ya el propio subtítulo, "muchos diarios incorporan sistemas de pago en sus ediciones digitales para afrontar la crisis" da una clara muestra de cuál es el objetivo del escrito: voy a empezar a cobrar por el acceso a elpais.com y aquí vengo a justificarme. Y empiezan mal, porque el objetivo de un cambio en el modelo de negocio no puede ser "para afrontar la crisis", sino que debiera ser "para aportar un mayor valor a vosotros, mis lectores". La crisis no deja de ser el contexto en el que nos movemos todos, personas y negocios. No se pueden hacer las cosas "para sobrevivir a la crisis", ¿o es que acaso cuando acabe la crisis (si es que el verbo acabar tiene sentido en esta frase) vas a volver a la publicidad?

A continuación, en las últimas líneas del primer párrafo, el autor explica que el modelo está en crisis por la caída de la publicidad, así como de las ventas en los kioskos debido a la recesión económica y las nuevas tecnologías "que permiten el acceso gratuito a los contenidos". Todo es culpa de los demás. Nada que ver tienen mi estructura organizativa sobredimensionada, la baja calidad de los artículos fruto de bajos salarios a los periodistas, las altas retribuciones a la cúpula directiva, la falta de evolución del modelo periodístico para amoldarse a los cambios del nuevo siglo... La publicidad en la prensa tradicional ha caído, sí, pero a la par crece de manera exponencial en Internet, donde están los ojos de los consumidores. Las ventas en los kioskos han caído, sí, y me atrevo a afirmar que así ha sido en otros canales de venta, porque el problema no radica en el canal, sino en el formato del producto, el caduco, estático y periódico papel. La culpa es de las nuevas tecnologías (qué cliché), pero si el problema es el acceso gratuito a los contenidos, la amenaza realmente radica en los competidores que siguen otros modelos de negocio, no en la existencia de móviles y tabletas.

Después de justificarse durante el segundo párrafo con el sólido argumento "los otros también lo hacen", en el tercero el autor vuelve a culpar a las circunstancias con ideas tan manidas y demagógicas como "la cultura de la gratuidad", los ciudadanos pueden entender que la información no tiene coste ni valor, o la información de calidad es necesaria para que la democracia no se resienta. Es decir, vosotros, mis lectores, no sois capaces de ver el tremendo valor que os estoy aportando, yo, piedra angular de esta sociedad, sois unos desagradecidos.

Yo estoy muy a favor de que El País comience a cobrar por el acceso a sus contenidos. Creo que está en su derecho y que es una dirección buena de conducir su negocio, una vez que se ha demostrado que la publicidad no va a sostenerlo en este nuevo contexto. Tiene sus desventajas, siendo las más claras la pérdida de lectores y de relevancia en la red, pero bajo un modelo mixto, como el que siguen otros grandes medios permitiendo acceder a ciertos contenidos gratuitamente, parece que está funcionando.

Pero bien harían en los despachos de este periódico en plantearse si realmente todo es una consecuencia de la crisis o si realmente se trata de una evolución de la sociedad y su falta de ajuste a ella. Con la llegada de Internet, su cadena de valor se ha reestructurado (como está ocurriendo en tantos otros negocios), los competidores se han multiplicado, la información fluye por todos lados. ¿Está El País realmente aportando valor a sus clientes? ¿Tiene contenidos que ahonden en la profundidad de la noticia? ¿O es lo mismo que el lector puede encontrar en Twitter o en un blog con una redacción de 3 profesionales? El cliente que paga es más exigente, no es el mismo que entra en la web del diario para hacer una lectura en diagonal de todo lo que está sucediendo en el mundo. ¿Está preparado El País (y El Mundo y tantos otros) para este cambio?

Lo que está claro es que las editoriales del pasado no pueden competir en el presente, precisamente porque el entorno competitivo ha mutado radicalmente. Pensar que todo es culpa de los demás y que hay que cobrar para subsistir porque es lo que hacen otros es un claro camino a la perdición. Y no, afortunadamente la democracia no desaparecerá, sino todo lo contrario, igual que no lo ha hecho la música ni el cine, a pesar de que los players tradicionales así lo vaticinaban.

domingo, 14 de abril de 2013

Ordenadores cuánticos,...¡casi nada!

El domingo pasado me despachaba con un cuento moral sobre lo sucedido en nuestro país en estos últimos años y sus consecuencias, y como este dominigo vuelvo tras una escapada rápida a la Costa del Sol podría insistir en lo mismo a partir de los horrores post apocalíticos que he contemplado, pero no lo voy a hacer.

En su lugar voy a comentar un tema que me tiene realmente fascinado desde hace ya varios años y que en los últimos meses va incrementando su fascinación a raiz de las crecientes noticias sobre la llegada inminente de los ordenadores cuánticos.

Para un informático veterano, que llegó a conocer a quienes como pioneros trataron con ordenadores a válvulas, el hecho de la introducción de nuevas tecnologías que miniaturizaban el componente electrónico esencial del ordenador, es decir el soporte físico del bit, que puede estar en estado on o 1, y off o 0, era y ha sido la historia de nuestra vida profesional.

Cuando yo empecé, un ordenador con una memoria de 256 K, era un gran ordenador.

Hoy se habla de terabytes, y de otras medidas que se me escapan, pero siempre hay un componente, microscópico que puede estar en 1 o en 0, y esa ha sido la esencia de todo.

Tu puedes aumentar la memoria y también la velocidad de tratamiento del procesador central, o de miles de procesadores trabajando en paralelo, pero aún así hablamos de una equivalencia entre la física de los componentes electrónicos y la lógica de su tratamiento.

La Física Cuántica lo cambia todo. (Lo pongo con mayúsculas porque creo honradamente que vivimos en un mundo basado en la física newtoniana, y el racionalismo y la lógica aristotélica se han desarrollado a partir de las premisas de que todo era explicable y todo era unívoco. Ahora tenemos que aceptar que nuestro mundo newtoniano esta emparedado entre el mundo de lo muy pequeño y el mundo de lo muy grande, donde no reina más el señor Newton, y en consecuencia el señor Descartes, o el señor Kant).

Pero hasta ahora todo se quedaba en el acelerador de partículas de Ginebra, la serie de TV Big Bang, o las especulaciones de la ciencia ficción de universos paralelos, agujeros de gusano, y otras menudencias des contínuo espacio-tiempo. Y ahora llega una gente que dice que el ordenador cuántico es una realidad.

Y que se basa en la propiedad de la superposición. Esto significa que un elemento ya no tiene que estar en 0 o 1, sino que puede estar simultaneamente en ambos y entrar en muchas (indeterminado) operaciones a la vez. (Lo que multilplica indeterminadamente la potencia del ordenador y le permite las operaciones mas complejas en tiempos hoy considerados asombrosos).

Esta muy bien esto de que un elemento pueda a la vez ser y no ser, dependiendo del observador, que es elemento clave de la operación. Solamente cuando el cálculo relevante "mire" el bit este mostrará su valor.

O mejor dicho, cuando el observador consciente mire los medidores operativos (e independientes), el resultado se le revelará.

A cualquiera que desee entrar en este mundo, os recomiendo el libro "El Enigma Cuántico" de Bruce Rosenblum y Fred Kuttner. Una autentica pasada.  

 

domingo, 7 de abril de 2013

El puchero de oro (cuento moral)

Erase una vez un país humilde que se había acostumbrado a ser pobre desde tiempos remotos es que teoricamente era el centro de un imperio en el que no se ponía el sol.

Sus habitantes, tras una serie de rebeliones desastrosas contra los poderosos que controlaban casi toda la riqueza y que imponían una ideología basada en la resignación, habían accedido a un pequeñito lugar en el mundo a través de una reforma económica llevada a cabo por unos señores muy piadosos y que algo sabían de economía.

Los ciudadanos de la clase media, (entonces se llamaba sufrida clase media) soñaban con los reinos del norte, donde reinaba la libertad y donde se ataban los perros con longaniza, pero el mandarín que gobernaba el país temía el libertinaje de aquellos reinos del norte, y siguiendo la estrategia cuidadosamente pergeñada en el Concilio de Trento, mantenía a los nativos en la máxima ignorancia posible.

Pero a la muerte del mandarin, (de viejo y entre la admiración y devoción populares como ahora con Chavez el de Venezuela), una serie de jóvenes de la burguesia decidieron con la complicidad del nuevo Rey caminar hacia los paraisos norteños.

Despues de muchas súplicas y de hacer deberes para demostrar que los ciudadanos del país no eran salvajes sino hombres y mujeres preparados para trabajar y consumir, los paises norteños decidieron admitir al viejo país pobre y humilde en el club de los ricos.

¡Que alborozo se produjo entre los habitantes del país!

Por fin y despues de muchos siglos, (desde que Carlomagno abandonó la marca hispánica), volviamos a ser europeos, y no por la fuerza como en tiempos del emperador Carlos y su hijo Felipe, sino por aquiescencia de los norteños.

En el país soleado nos las prometíamos muy felices.

Por fin llegarían la ciencia y el conocimiento. Por fin la urbanidad y la conciencia ciudadana. Por fin leyes justas. Por fin instituciones al servicio de todos y no de los de siempre. ¡Ya éramos europeos!

Pero lo que llegó no fueron las ideas ni la ética protestante del trabajo.

Tampoco la urbanidad ni el respeto a los espacios públicos.

Lo que llegó fué el puchero de oro.

Los norteños nos enviaban pucheros de oro para que nosotros administrasemos su contenido y creásemos industrias, infraestructuras, conocimiento y para que las regiones mas pobres diesen un salto adelante y se igualasen con las más ricas.

¡Nunca en el país soleado y humilde se había visto tanto dinero junto!

Ni siquiera cuando llegaba el oro de las Indias ya que ese oro en cuanto llegaba a España era transferido a Holanda o Italia para sufragar las guerras en las que nuestros generosos gobernantes defendían la causa del Papa contra los malísimos protestantes, los feroces anglicanos y los pérfidos franceses.

Aquí no quedaba mas que para hacer catedrales y palacios. (Gracias a lo cual tenemos un patrimonio nacional tan rico).

Pero ahora si. Ahora había un montón de dinero que había que gastar.

Lo primero que les ocurrió a nuestros gobernantes era hacer carreteras y túneles. Autopistas para todos.

Luego cada pueblecito quiso tener su museo y su auditorio. (¡Que no falte de ná!)

Y luego se pusieron a pensar.

La formación se consideró imprescindible. Y el I+D. (Esto nadie sabía lo que era pero los catedráticos de todo el país pronto se dieron cuenta: dinerete para completar el magro sueldo).

Con la formación, asociaciones, sindicatos y todo tipo de instituciones encontraron una mina do oro: dar cursos. (De lo que fuera, daba igual).

A todo esto mucha gente se habia arrimado a los pucheros de oro y había mirado dentro comprobando el maravilloso color del dinero por primera vez en sus vidas.

Recordemos que en el país soleado no tenían dinero ni los nobles propietarios de tierras. Tenían tierras pero no dinero.

Los que administraban los pucheros de oro empezaron a pensar lo injusto que era que ellos y sus familias no pudiesen quedarse con una pizquita de tanta riqueza. (¡Si había tanta, quien se iba a dar cuenta!).

Los que recibian encargos para construir las infraestructura consideraban natural dar un poquito a los que tan generosamente les adjudicaban los contratos.

Los que recibían para investigar arcanos etéreos podían contratar a algún primo de alguien.

Y los de la formación, ¿quien iba a saber si con ese dinero se contrataban profesores o liberados sindicales?

En las regiones pobres del país soleado, había muchos pucheros de oro, y muchas más tentaciones de meter la mano. ¿Acaso no habían sufrido suficiente a través de los siglos?

Y cuando se trataba de ayudar a algún amigo que se había quedado en el paro, ¿como no acudir en su ayuda?

Y ¿como renunciar a invitaciones a langostinos, jamón pata negra, o burdel de carretera?

¡Total para cuatro días que vamos a vivir!

Y luego con tanto dinero disponible a alguien se le ocurrió: ¿por qué no hacer que cada español compre una, dos o tres casas?.

Los propietarios de suelo se frotaban las manos. ¡Por fin iban a transformar sus secarrales en campos de oro y brillantes!

Y los alcaldes dijeron, ¡por fin voy a tener sueldo y policia municipal para pasar revista!

Y ahora los pucheros de oro se multiplicaban.

Parecía que había para todos. ¡Era Eldorado! ¡Era la leche!

Vengan los BMW. Vengan los casoplones. Vengan las mariscadas.

¿Converger con Europa?

Si, pero no en el trabajo y la productividad. Converger en el "life style".

La moda, el diseño, la comida new age, la filantropía.

Vengan Ong´s. Vegan proyectos en Naciones Unidas. ¡Somos ricos!

A todo esto mucha gente había sucumbido a la tentación de meter mano en los pucheros de oro.

Pero la fiesta no parecía tener fin.

Y entonces vino la gran crisis y los jueces, que habían estado de vacaciones durante mucho años se pusieron a trabajar.

Y comenzaron a desfilar los "corruptos", que así se llamó a los que habían metido la mano en los pucheros.

Y los que no eran acusados, hacían grandes manifestaciones de inocencia. ¿Quien yoooo?

Pero la fiesta había terminado y alguien tenía que pagar por todos.

Hacía falta un chivo expiatorio porque no se podía meter en la carcel a todos los que habían caido en la tentación.

Los elegidos para el papel de chivo se agitaban y amenazaban con tirar de la manta.

El pais soleado era recorrido por una epidemia de amnesia y de contricción aparente. ¡Nunca mais!

Los norteños se habían cabreado y amenazaban con echar a los sureños del reino del euro.

El suministro de pucheros de oro se acababa y ahora nos prestaban a cambio de ejercicios espirituales y graves penitencias.

Y algunos en el país sureño, comenzaron a pensar que se había perdido la mejor oportunidad para convertir aquel atajo de pobres de antaño en ciudadanos conscientes y emprendedores.

Y que los pucheros de oro habían converido a demasiados ciudadanos en ladrones y estafadores.

Y que no había más industria que al comienzo. Ni las universidades eran mejores. Ni se generaban patentes.

Solo había mas mendigos, mas delincuentes, mas borrachos y mas putas.

Y se preguntaban ¿tiene remedio un país en el que quien no roba es porque no ha tenido acceso al puchero de oro?

¿Tiene remedio un país cuyas instituciones no han sabido poner orden, controlar el acceso al puchero de oro, y vigilar su distribución?

¿De que coño vale ahora rasgarse las vestiduras y cargar contra Urdangarín y la infanta?

¿Tiene futuro un país de hipócritas, sinvergüenzas y lameculos?  



    

miércoles, 3 de abril de 2013

El juego del escrache

No se cual es la etimología de la palabra escrache, como no sea del ingles scratch, pero no le veo la relación.

Ahora bien la etimología moral si es más clara, porque nos remite a los regímenes totalitarios nazis, stalinistas, o inquisitorios.

Ponerse delante de la casa particular de un político es como señalar la puerta con una estrella de David o con la serpiente etarra. Una infamia.

La democracia exige un respeto a unas normas inquebrantables, la primera de las cuales es la consideración del adversario como sujeto de un derecho de libre expresión y de libre actuación dentro del marco de la ley.

Los diputados del PP no han cometido delito alguno oponiendose a la "dación en pago" o votando en el Parlamento en el sentido que consideren  oportuno. Esa es precisamente su prerrogativa democrática.

Los miembros de las "plataformas anti-deshaucio" estan actuando como  "vengadores" de comic, olvidándose que viven en la realidad newtoniana.

Ellos quieren ser "héroes" y en realidad son "villanos".

En eso no se diferencian mucho, de los batasunos, los ustachas, y todos los que en nombre de principios "sagrados", se saltan las leyes y el sentido común, y traspasan la línea roja de lo que no es tolerable.

En los países democráticos hay que confiar en la Justicia.

Ya sé que existen mil razones para no confiar ni en los jueces ni en las leyes.

Que en estos últimos años el Estado no ha cumplido con su deber mas importante que es el de proteger a los ciudadanos honorables.

Que por ello vive una crisis que no tiene precedentes, y que pocos creen en las instituciones y en quienes las representan, manchados como están por la sombra de la duda y en muchos casos la certeza de corrupción y robo sistemático de los caudales públicos.

Pero la anarquía no es el reino de los sabios y prudentes, sino el de los malvados y los desesperados, y la Historia nos enseña las consecuencias de las "cruzadas de justicia e igualdad".

Cuando veo a los piqueteros del escrache me pregunto: ¿que nos proponen?

¿Volver al paraiso neolítico?

Conmigo que no cuenten.