lunes, 29 de abril de 2013

Elección, foco y modelos de negocio

Una de mis lecturas favoritas es el semanario The Economist. Me parece una revista sensata, interesante, diversa en contenido y con la suficiente profundidad como para que me dé la sensación de que durante su lectura, realmente estoy dejando algo de poso en mi cabeza.

Además, su modelo de negocio frente a la disrupción digital me parece francamente interesante: para su lectura en dispositivos digitales te puedes suscribir anualmente (160€), trimestralmente (40€), comprar números sueltos (6€) o acceder a una versión muy reducida, apenas 3-4 artículos destacados, de manera gratuita. Si bien la suscripción anual no me parece cara a cambio de la calidad que ofrecen los artículos, la falta de tiempo para leer me ha hecho mantenerme con la versión reducida. La duda me sobreviene ahora, porque esta versión ha pasado de unos 8-10 artículos semanales, más que de sobra para el tiempo que tengo para dedicarle, a los mencionados 3-4, que se me hacen escasos.

¡3 ó 4 de estas interesantes piezas son muy pocas! Pero la revista entera es demasiado larga para mí, y ahí radica la clave del dilema. No tengo problema en pagar los 160€, pero no quiero 100 páginas semanales de artículos, a los que no puedo dedicar tanto tiempo como quisiera y que van a pesar como una losa en mi distribución personal de foco y tiempo. Es una curiosa paradoja: dejo de comprar la revista, no por su precio, sino por la cantidad ofertada.

Esta situación me ha recordado a la muy interesante charla TED, impartida por el psicólogo Barry Schwartz, llamada la paradoja de la elección. Resumidamente, su planteamiento es que tanta posibilidad de elección a la que hemos llegado en nuestra sociedad nos produce infelicidad, a través de 2 palancas: parálisis ante la decisión entre un extremadamente amplio abanico de posibilidades, e insatisfacción con la elección hecha, habiendo otras tantas posibilidades que hemos dejado inexploradas. Ya digo que merece la pena dedicar 20 minutos a ver el vídeo:



Cierto es que la capacidad de elegir, el conocimiento y, en general, la libertad, nos hace dueños de nuestros destinos y, por ende, responsables de él. Esto resulta incómodo. Sería mucho más fácil que una entidad superior, ya sea teológica o institucional, gobernase nuestros pensamientos y opiniones. La estupidez siempre es más feliz. Una idea que también nos transmite Ray Bradbury en su célebre novela Farenheit 451 (otra lectura obligatoria, que debería facilitarse en los colegios), donde muestra un futuro distópico en el que el Estado prohíbe todas las formas de arte y cultura, principalmente representadas por los libros, ya que generan opiniones diferentes en la gente, pensamientos conflictivos y libre albedrío general. Todo muy peligroso para la sociedad, que vive más feliz si se controla su libertad.

La conclusión a la que llego es que mi propuesta para The Economist sería que ofreciese entre sus productos una versión reducida, pero no tanto, de su semanario, por un módico precio que pagaré gustosamente. Porque actualmente, la capacidad de elegir una de sus alternativas me deja infeliz, ya que me paraliza en la toma de la decisión y no estoy plenamente satisfecho quedándome con la opción gratuita. Eso sí, al menos la decisión es sólo mía.

1 comentario:

Antonio Cordón dijo...

No se puede tener todo. Yo tuve un profesor e filosofía que se esforzó porque comprendiesemos la diferencia entre elegir y escoger.

En aquel mundo pequeño de los primeros sesenta solo se podía pensar en elegir entre muy pocas posibilidades.

El problema hoy es que en muchas ocasiones se puede, (aparentemente), escoger.

La vida es como un gran arbol de decisiones. y cada encrucijada te lleva por caminos diferentes.

El problema es que no podemos elegir no elegir.