lunes, 28 de diciembre de 2015

El enigma de nuestras decisiones

Las pasadas elecciones nos han dejado un enigma por resolver: ¿como es posible que mas de cinco millones de personas crean que la mejor salida a sus cuitas sea precisamente ir a contracorriente del mundo?

España es un país surrealista que nos tiene acostumbrados a espectáculos sorprendentes cada determinado número de años.

Y ahora toca esta especie de tragedia en la que una especie de flautista de Hamelin conduce a millones de personas hacia el precipicio con unas pirotécnias verbales propias de un líder de asamblea estudiantil.

Los partidos moderados se suicidaron en un debate atolondrado en el que el líder del PSOE, animado por la desesperación de verse en el paro, se lanzo en un ataque kamikaze contra un Rajoy estupefacto que no supo reaccionar, y se enzarzaron en el exasperante concierto de los reproches que los hundió a ambos y encumbró a Iglesias.

De todos modos la cuestión es como tanta gente piensa que votar a Iglesias y sus colegas de la Facultad de Políticas de Madrid es una buena idea.

Decía Aristóteles que nuestras decisiones se explican en el contexto de un proyecto vital de tal manera que cada una contribuye a su cumplimiento, y es ese proyecto el que infunde racionalidad a dichas decisiones.

Me parece una buena forma de explicar nuestras conductas,...., siempre que efectivamente fuésemos capaces de tener un proyecto de vida racional.

Pero si examinamos muchas de las decisiones que tomamos, entonces tendríamos que admitir que o bien dichas decisiones no se inscriben en ningún proyecto a largo plazo, o bien tal proyecto es irracional.

¿O es que alguien en su sano juicio podría desear que un país europeo, por muy mal que pueda estar, se transforme en una plataforma asamblearia en la que se tenga que votar si se saca la basura y en el que a la vez no hay papel higiénico en la tienda?

¿De verdad que hay cinco millones de personas en nuestro país que creen que se puede tener de todo gratis?

¿O que consideran que el problema del país es que Rajoy sea un antipático?

¿O que confunden honestidad con capacidad para gobernar?

Cada cuatro años depositamos nuestro voto en una urna y confiamos el futuro de nuestra familia y de nosotros mismos a unas personas.

¿Y que les pedimos?

¿Que sean simpáticos y dicharacheros?

¿Que sean honestos?

¿De verdad que si fuésemos a operarnos e apéndice pediríamos que nos operase un señor honesto y simpático?

¿No preferiríamos un doctor en medicina con experiencia y destreza reconocida?

Y ¿como es posible que a quien dirige un país no se le pida nada?

Creo que nuestra irresponsabilidad desafía cualquier lógica aristotélica o que hemos concluido que nuestra miserables vidas no merecen la pena.

No se que es exactamente, pero da miedo.        

lunes, 14 de diciembre de 2015

El Congreso se divierte

La dimisión del embajador Gustavo de Arístegui ha vuelto a poner de manifiesto la inapelable necesidad de cambiar el reglamento del Congreso de los Diputados español, que más que un foro de representantes de los ciudadanos, parece un club de representantes de intereses empresariales o lobistas.

Como tengo la convicción de que las actividades de defensa de los intereses empresariales no solo es lícita sino también necesaria en un tiempo en que es imposible, incluso para personas cultas, seguir la actualidad de todos los problemas que generan las nuevas tecnologías, los intercambios internacionales, o incluso los avances de la agricultura, me parece que quienes se dedican a representar todos esos elementos ante la avidez regulatoria y legislativa de las administraciones públicas tienen que ser bienvenidos y respetados.

Lo que no puede ser evidentemente, es que legisladores y lobistas sean las mismas personas.

Esto es tan simple que tener que recordarlo parece una tautología. Lo malo es malo. O una aplicación del principio de contradicción: lo malo no puede ser bueno.

Pero al parecer para el presidente del Congreso, la "Mesa" del Congreso y los abogados de la casa no solo no es una tautología sino que tampoco es contradictorio.

A lo largo de los años y bajo presidencias de diferentes partidos y gobiernos, a los que deciden la aplicación del reglamento de las cámaras, les ha parecido perfectamente que los diputados puedan a la vez ser lobistas.

Semejante desparpajo no tiene en mi opinión precedente en el mundo civilizado.

Tal vez en Nicaragua o Venezuela o en otros países tropicales, donde la exuberancia del clima hace propender a la extravagancia y el desenfreno, sea posible que un diputado en cortes simultanee su trabajo legislativo con la acción de "consultoría" consistente en representar empresas españolas ante compradores públicos de países extranjeros e incluso llevar a cabo dicha "representación" a base de sobornos y otras lindezas.

O en un rizo extremo, que personas como el actual y todavía no dimitido embajador de España en Londres, Sr. Trillo, representase y aconsejase a empresas españolas ante las cuestiones legislativas y regulatorias llevadas a cabo por él mismo y sus compañeros en el Congreso.

¿Pero en España?

El caso es que me parecía raro que aún después de que Bruselas regulase los lobis en lo relacionado con la acción ante los órganos legislativos de la UE, en España un silencio espeso rodease el asunto.

Regular los lobis significa ni mas ni menos que los lobistas y sus empresas tienen que salir a la luz y apuntarse en un registro que es público. Decir quienes son sus directivos y empleados y también quien tiene la propiedad.

Y claro está que a los diputados españoles esta posibilidad les ha debido parecer siempre amenazadora como la peste bubónica, así que nos hacían creer que no se regulaba esta actividad por escrúpulos morales, o sea que en España no se hacía lobi, que estábamos por encima de eso.

Y lo que pasaba en realidad es que eran ellos los que monopolizaban tan importante y seguramente remuneradora actividad.

¿Hasta cuando vamos a seguir así?

Si los políticos no quieren que sigamos pensando que son unos ladrones más les vale que comiencen a arreglar cosas concretas y que se dejen de gilipolleces como las que vamos a escuchar esta noche en el debate de la televisión.

Aunque ya sabemos que cuando la campaña escampe nos olvidaremos de esta cosas sin importancia del Congreso y dejaremos que los diputados sigan engrosando sus cuentas corrientes a base de consultar y representar.

El Rey Emérito, cuyos méritos yo no discuto, tiene mucha responsabilidad en que estas prácticas hayan sido consideradas "normales". Si él lo hacía, ¿por qué no iban a hacerlo los demás?



PD. Ya se que se dice lobby y no lobi, pero me parece que es tiempo de normalizar también el lenguaje.          

martes, 8 de diciembre de 2015

Volver

La frase mas significativa que he escuchado recientemente en la política europea no ha tenido nada que ver con el debate que ayer noche mantuvieron los representantes de los cuatro partidos españoles, sino con lo sucedido en Francia hace unos días, cuando el Frente Nacional ha confirmado su tendencia al alza entre el estupor y el susto de la clase política en general.

No se quien la ha pronunciado ni donde, pero era un militante o votante del Frente Nacional y dice así: "queremos volver a la vida que teníamos antes".

Me parece que si se hiciese un estudio en toda Europa veríamos con meridiana claridad que esa es precisamente la aspiración de la mayoría de los ciudadanos.

Volver a la vida que teníamos antes, o sea, a una vida sin extranjeros, con inviernos y veranos, y con trabajos bien remunerados para casi todos.

Podríamos añadir, una vida con esperanzas de jubilarnos anticipadamente, de que la sanidad pública mejorase, que nuestro poder adquisitivo fuese creciendo y que nuestros hijos viviesen mejor que nosotros.

Ayer, en el debate español, nadie se refirió a este tema pero naturalmente que ese es el tema que nos ronda a todos. Volver.

Y nadie se atreve a decir la terrible verdad que es que ya no podemos volver.

Los extranjeros no se van a ir. Es más, van a seguir llegando hasta que el sistema se derrumbe.

El clima no va a mejorar. Por muchas medidas que se tomen a partir de ahora el daño está hecho y ahora sufriremos las consecuencias.

Y el buen trabajo para casi todos no va a regresar. Ahora hay trabajo bien pagado para pocos y con esfuerzo máximo, y trabajo mal pagado para muchos y sin condiciones.

Esto es lo que hay.

Así que los debates como el de ayer son penosos.

Los candidatos se esfuerzan por repetir los eslóganes que les han preparado sus expertos en marketing político y en desacreditar al adversario. Lo primero resulta aburrido, lo segundo estomagante.

Al final nadie sabe si proponen subir los impuestos o no. Si quieren cambiar la Costitución y en qué. Que piensan hacer con Cataluña. Como piensan crear empleo. Como piensan seguir pagando las pensiones. Y así todo.

De lo que se trata es de pedir a los votantes que confíen en ellos para gestionar lo que venga y para mantener lo que tenemos.

Y claro, la gente que vive de salarios mínimos, de pensiones mínimas o de prestaciones sociales igualmente mínimas, que son la mayoría de la sociedad, se pregunta ¿y que hay de lo mio?

¿Cuanto tiempo vamos a tardar en que surja una Marie Le Pen en España que prometa a toda esa gente volver a lo que teníamos antes?

Desde luego, si surge, no se quien podría hacerle frente.

Sanchez es un muñeco de plastilina cuyo discurso buenista feminista aburre hasta a los más fervientes socialistas.

Iglesias es un líder estudiantil desenfadado cuyo éxito refleja el fracaso del sistema educativo español.

Soraya y Rajoy son dos funcionarios sensatos pero sin capacidad de encanto.

Y a Rivera le falta un hervor...o dos.

Un fantasma recorre Europa. No es el comunismo sino el un nuevo populismo nacionalista y reaccionario.

Tardará en llegar a España, porque nosotros estamos todavía encantados con la democracia, pero llegará.

Mientras, da miedo pensar en el próximo gobierno.  

  

miércoles, 2 de diciembre de 2015

En realidad estamos mejorando...

Si, eso es lo que al parecer toca decir ahora, aunque todas las evidencias señalen en la otra dirección.

De forma altamente sospechosa, una serie de personas se han lanzado a la palestra con estadísticas y explicaciones que nos indican que el mundo está mejorando, que los peligros no son tales, que nunca se ha vivido mejor, y que por lo tanto, no hay nada que justifique tanto pesimismo.

Hace unos días era una presentación del demógrafo sueco Hans Rosling, quien mantiene que más allá de nuestros prejuicios, lo cierto es que en todo el mundo se está reduciendo el número de hijos nacidos de cada mujer y que básicamente ahora es de dos por cada mamá.

Hoy era uno de mis escritores de Ciencia Ficción favoritos, David Brim, el que aseguraba que la pobreza está desapareciendo y que la tecnología permite asegurar que nuestros hijos vivirán en un mundo mejor.

Hoy, fundador de Facebook, que acaba de ser papá, Mark Zukerberg, ha donado el 99% de sus acciones para una fundación que se dedicará a crear un mundo mejor para su recién nacida hijita.

Al parecer los occidentales, y particularmente las elites culturales, hemos caído en un pesimismo intolerable que se manifiesta en películas catastrofistas, video juegos apocalípticos y opiniones políticas derrrotistas.

Como dice Brim que estas obras de anticipación pesimistas sirven precisamente para evitar que se cometan los errores que conducirían a hacerlas realidad, lo que debe ocurrir es que nos hemos puesto todos de acuerdo para evitar todo lo malo a base de imaginar precisamente que eso es lo que va a a ocurrir.

O sea que si se dice que va a subir la temperatura dos graditos de aquí a final de siglo, es para acojonarnos y que no suba.

Y si se desencadena una migración de millones de personas es para que tengamos una visión de lo que puede llegar a pasar de verdad.

Y si en los barrios de chabolas de Filipinas, Brasil, Méjico, Egipto, Nigería, etc., no cabe un niño más es tan solo una bromita para que no volvamos a duplicar la población en la siguiente generación.

Comparto con estos esperanzados luchadores del no-pasa-nada que ya que vamos al desastre no vayamos amargados y que lo mejor será brindar con champagne mientras la orquesta del Titanic desgrana sus postreras melodías.

Pero me molesta que nos tomen por tan tontos que nos tengamos que tragar que en Bangla Desh se ha llegado a una idílica realización y hayan decidido no volver a triplicar su población en los próximos veinte años.

O que las mujeres nigerianas o mejicanas se han concienciado gracias a los programas de educación y que en el mundo como sostiene Rosling la familia tipo es la pareja con dos niños.

La verdad es que la imagen idílica de la mujer bangladesí con su parejita en la escuela del pueblo no me cuadra nada con las oleadas de refugiados, las fábricas que se hunden bajo el peso de sus empleados esclavos, las niñas vendidas, o los niños soldados de Bokko Haram.

Francamente no se de donde salen todas esas estadísticas maravillosas y como se compadecen con la necesidad de que existan tantas ONG dedicadas a cuidar a los que no tienen nada.

Si todo va tan bien, ¿para que tenemos que dedicar tantos recursos a la caridad?