La dimisión del embajador Gustavo de Arístegui ha vuelto a poner de manifiesto la inapelable necesidad de cambiar el reglamento del Congreso de los Diputados español, que más que un foro de representantes de los ciudadanos, parece un club de representantes de intereses empresariales o lobistas.
Como tengo la convicción de que las actividades de defensa de los intereses empresariales no solo es lícita sino también necesaria en un tiempo en que es imposible, incluso para personas cultas, seguir la actualidad de todos los problemas que generan las nuevas tecnologías, los intercambios internacionales, o incluso los avances de la agricultura, me parece que quienes se dedican a representar todos esos elementos ante la avidez regulatoria y legislativa de las administraciones públicas tienen que ser bienvenidos y respetados.
Lo que no puede ser evidentemente, es que legisladores y lobistas sean las mismas personas.
Esto es tan simple que tener que recordarlo parece una tautología. Lo malo es malo. O una aplicación del principio de contradicción: lo malo no puede ser bueno.
Pero al parecer para el presidente del Congreso, la "Mesa" del Congreso y los abogados de la casa no solo no es una tautología sino que tampoco es contradictorio.
A lo largo de los años y bajo presidencias de diferentes partidos y gobiernos, a los que deciden la aplicación del reglamento de las cámaras, les ha parecido perfectamente que los diputados puedan a la vez ser lobistas.
Semejante desparpajo no tiene en mi opinión precedente en el mundo civilizado.
Tal vez en Nicaragua o Venezuela o en otros países tropicales, donde la exuberancia del clima hace propender a la extravagancia y el desenfreno, sea posible que un diputado en cortes simultanee su trabajo legislativo con la acción de "consultoría" consistente en representar empresas españolas ante compradores públicos de países extranjeros e incluso llevar a cabo dicha "representación" a base de sobornos y otras lindezas.
O en un rizo extremo, que personas como el actual y todavía no dimitido embajador de España en Londres, Sr. Trillo, representase y aconsejase a empresas españolas ante las cuestiones legislativas y regulatorias llevadas a cabo por él mismo y sus compañeros en el Congreso.
¿Pero en España?
El caso es que me parecía raro que aún después de que Bruselas regulase los lobis en lo relacionado con la acción ante los órganos legislativos de la UE, en España un silencio espeso rodease el asunto.
Regular los lobis significa ni mas ni menos que los lobistas y sus empresas tienen que salir a la luz y apuntarse en un registro que es público. Decir quienes son sus directivos y empleados y también quien tiene la propiedad.
Y claro está que a los diputados españoles esta posibilidad les ha debido parecer siempre amenazadora como la peste bubónica, así que nos hacían creer que no se regulaba esta actividad por escrúpulos morales, o sea que en España no se hacía lobi, que estábamos por encima de eso.
Y lo que pasaba en realidad es que eran ellos los que monopolizaban tan importante y seguramente remuneradora actividad.
¿Hasta cuando vamos a seguir así?
Si los políticos no quieren que sigamos pensando que son unos ladrones más les vale que comiencen a arreglar cosas concretas y que se dejen de gilipolleces como las que vamos a escuchar esta noche en el debate de la televisión.
Aunque ya sabemos que cuando la campaña escampe nos olvidaremos de esta cosas sin importancia del Congreso y dejaremos que los diputados sigan engrosando sus cuentas corrientes a base de consultar y representar.
El Rey Emérito, cuyos méritos yo no discuto, tiene mucha responsabilidad en que estas prácticas hayan sido consideradas "normales". Si él lo hacía, ¿por qué no iban a hacerlo los demás?
PD. Ya se que se dice lobby y no lobi, pero me parece que es tiempo de normalizar también el lenguaje.
lunes, 14 de diciembre de 2015
El Congreso se divierte
Publicado por Antonio Cordón a las 17:27
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