domingo, 19 de febrero de 2017

¿Iguales o desiguales?

Hace unas semanas escribí uno de estos artículos en relación a la entonces recién publicada Ley sobre la desigualdad de género de la Comunidad de Madrid, una ley dirigida a amparar específicamente los derechos de la llamada "comunidad LGTB".

Como ya saben los lectores de este Blog, no me gustan las legislaciones especiales. Aunque se hagan con la mejor voluntad estas legislaciones no solo no cambian nada sino que introducen desigualdades en el sistema y a menudo generan problemas nuevos que mas adelante requieren nuevas legislaciones.

En un mundo hiper-regulado, las legislaciones  especiales solo pueden ser bienvenidas por los beneficiados y por los abogados.

Pero más allá de esto, la cuestión de pretender borrar las desigualdades mediante legislaciones merece un escrutinio más serio, porque aquí estamos ante uno de los esquemas más típicos de la religiosidad buenista: la igualdad como norma.

La igualdad entre razas, géneros, religiones, condiciones sociales, etc., nos debe conducir a un mundo mejor, lleno de amor y tolerancia.

A mi me gustaría también vivir en ese mundo, lo que pasa es que por más que me intentan hacerme ver que vivo en un mundo de iguales, yo no hago mas que salir a la calle para darme cuenta de que vivo en un mundo de diferentes.

La famosa ley de marras se centra en los que son diferentes por cuestión de orientación "no típica" de su sexualidad de acuerdo al género en que nacieron.

Me pregunto si alguien puede ser considerado realmente paradigma de esta tipicidad, dado el amplio abanico de gustos sexuales que te puedes encontrar en un sex-shop, pero vale que entendemos todos a quienes se refiere.

Lo entendemos porque podemos identificarlos, sobre todo ahora que se manifiestan y salen del armario, lo que quiere decir que son lo suficiente "atípicos" como para que los distingamos de los "típicos", lo que crea una serie de problemas sobre todo en las etapas de la niñez y la adolescencia, que es donde siempre se ha manifestado, de forma igualmente típica, esa condición humana tan consustancial con nuestra especie que es la crueldad hacia el débil y el diferente.

Pero eso no solo afecta a los componentes del colectivo anteriormente mencionado.

También afecta a los diferentes por otras causas: los gordos, los que llevan gafas, los débiles, los pelmas, los feos, y los que simplemente caen mal a los más "típicos".

Más allá de la adolescencia y primera juventud, las diferencias pasan a ser de otra consideración, ya que muchas veces los "raros" se convierten en profesionales exitosos y los antaño reyes de la clase o de la pandilla se convierten en unos seres borrosos que engordan las estadísticas del paro. (La excepción a esto se llama Donald y no es un pato).

En el mundo adulto las diferencias sexuales se difuminan ante estas otras diferencias y las personas nos volvemos mucho más tolerantes o mas viciosas, y ya pocas veces tenemos ganas de tocar las narices a nadie con sus preferencias sexuales. De hecho en una cena familiar es mucho más problemático que uno de los cuñados sea vegano, que que sea gay.

La televisión , que es el medio educativo mas poderoso de nuestro tiempo, mucho más poderoso que cualquier otro en cualquier otro momento de la Humanidad, ya se está encargando de la tarea de educarnos en la normalidad de lo que hemos considerado "anormal" en Occidente durante los últimos dos mil años y lo está haciendo bien, lo que ocurre es que no se "normaliza" a todas las poblaciones del mundo a la vez y todavía se tomará un tiempo.

Pero hay que recordar que cuando yo era un joven la homosexualidad se consideraba un delito, y no solo en la terrible España del franquismo, sino en todas partes, así que claro tenemos que hacer un ajuste que no es tan fácil.

La cuestión empero sigue siendo lo que se puede conseguir legislando cuando ya estamos en el proceso de aprendizaje, teniendo en cuenta que los niños y adolescentes van a ser el colectivo más reticente, debido precisamente a su cercanía al estado salvaje.

Un estado en el que no somos precisamente capaces de percibir como iguales a los que son desiguales y donde rigen unas leyes mucho más antiguas que las de la Comunidad de Madrid, que son las de la conservación de la especie.

Son esas leyes primigenias las que generan los comportamientos típicos de las aulas, los patios de colegio, las discotecas y las zonas de recreo. Las que llevan de vez en cuando a algún niño o adolescente al suicidio, y las que deciden quien es guay y quien es un raro.

Me parece a mi que introducir con calzador en los libros de texto que todos somos iguales cuando nuestros ojos nos dicen tan a las claras lo contrario es perder el tiempo.

Siempre habrá raros y guays por más que legislemos, y si lo que dijo Jesucristo sobre lo de amaros los unos a los otros no se ha podido poner en vigor ni con la ayuda de la Inquisición, no se yo que va a conseguir la Comunidad de Madrid.

Y esto lo dice un viejo raro.













    







jueves, 16 de febrero de 2017

Y dale con las pensiones

En estos últimos tiempos se ha puesto de  moda informarnos sobre la precariedad de nuestro sistema de pensiones y amenazarnos con su hundimiento a la vez que nos animan a escapar del desastre para salvarnos en brazos de los planes de pensiones privados.

Como recordaba yo ayer a los contertulios en el programa de Capital Radio que se emitirá este domingo a las 10:00 de la mañana, el sistema de pensiones, junto a la Seguridad Social y la educación pública son los pilares del acuerdo social que permitió evitar las consecuencias sangrientas y destructivas de la lucha de clases que era a su vez la consecuencia social de la Revolución Industrial.

Es decir, que la sociedad del bienestar y sus beneficios no son el resultado de la acción benefactora de los gobiernos de turno, ni el advenimiento de un orden divino salvífico, sino el cálculo razonado de las clases dirigentes y la lucha de las clases desfavorecidas, que a los largo de mucho tiempo reclamaron on orden más justo de la sociedad.

Romper ese contrato social nos devolvería a la situación de los años treinta del pasado siglo, con el agravante de que la gente ahora sabe perfectamente lo que tiene y lo que quiere tener, y es perfectamente capaz de articular su energía a través de partidos como Podemos, o como el Frente Nacional francés, que con mayorías suficientes gobernarían, con las consecuencias que eso tendría...para todos incluidos los tecnócratas que ahora se descuelgan con sus cálculos apocalípticos.

Si el PP quiere que Podemos gane las próximas elecciones solo tiene que dejar que el listillo del gobernador del Banco de España siga diciendo tonterías.

En vez de ser ahora tan pulcro con el cálculo igual podría haber sido mas cuidadoso con los miles de escándalos financieros que se han dado en nuestro país y del que es ejemplo notorio el caso Bankia, que gracias a los jueces empezamos a comprobar que fue una tropelía cometida con la complicidad necesaria del Banco de España y de los reguladores del Mercado de Valores.

Cuando se tienen tantos esqueletos en el armario lo mejor es estar calladito y pasar desapercibido hasta que le llegue el momento de la jubilación que seguramente en su caso estará bien respaldada.

En cuanto al alargamiento de la vida laboral que esgrimen estos caballeros como panacea para resolver los problemas, lo primero que deberían hacer es elevar la edad de jubilación de los funcionarios públicos, no a los 67 años que es bien poca cosa, sino a los 75 u 80, dado que su número es tan ingente que solo eso resolvería el problema del déficit de las pensiones otros veinte años.

Y respecto a lo de tener más hijos, como dicen otros expertos, es la cosa más ridícula de todas.

Con una tasa de paro juvenil superior al 50%, tener más hijos solo agravará el problema, ya que habrá que habilitar medios económicos para subvencionar tal ingente cantidad de ninis, o tenernos continuamente estudiando en universidades hiperpobladas o viajando por el mundo al servicio de las ONG´s.

El problema de las pensiones tiene que ver con la baja productividad de la economía española en su conjunto, y la consecuente miseria salarial en la que está inmersa la mayoría de la población española. Mientras eso no se arregle tendremos que pagar el sistema del bienestar de otros impuestos dejando de pagar gastos inútiles como por ejemplo el 80% de la función pública.

Las pensiones en España, finalmente, son una miseria comparadas con las de otros países europeos, y ya se encargan las sucesivas reuniones del Pacto de Toledo de establecer las bases para que lo sigan siendo.

Ahora mismo hay 18 millones de cotizantes y 9,5 millones de percibientes y por eso hay déficit.

En los años anteriores cuando había 20  millones de cotizantes el sistema daba superavit, la famosa hucha que está a punto de desaparecer.

Por lo tanto el problema es volver a tener 20 millones de gente trabajando.

Y si no conseguimos llegar a esa cifra no es que las pensiones se vayan al garete, es que el país se va a la mierda, con todos los listos del Banco de España a la cabeza.  

 

  

domingo, 5 de febrero de 2017

La noche del cine español

No conozco gente más llorona que los hombres, mujeres y niños que pueblan la llamada industria del cine.

No solo se quejan en cada ocasión en la que les colocan un micro delante, lo que sucede a menudo, sino que han instituido una noche anual en la que se dedican a echarse flores los unos a los otros a la vez que echan las culpas de todo lo que les sucede al gobierno de turno, a la falta de cultura del consumidor, o al poder del imperio de turno.

Y esa llamada gala del cine recibe una atención mediática descomunal, como si se tratase verdaderamente de un acontecimiento trascendental del que hay que hablar porque en ello nos va la vida.

Todos los periódicos del Reino tienen que hablar del tema en sus portadas, todas las emisoras de radio dedicar espacios completos y por supuesto las televisiones que tienen que glosar los vestidos que ellos y ellas llevan en la "alfombra roja", los comentarios de cada cual y las gracias del presentador de turno.

Al final siempre queda el mismo mensaje: "La sociedad nos maltrata, el gobierno nos agrede, nadie nos comprende, y eso es muy injusto porque nosotros somos tipos y tipas extraordinarios que sufrimos en silencio tanta adversidad".

Yo no se porque es tan difícil de comprender que si la gente no va a ver determinada película es sencillamente porque no le apetece, por más que los medios de comunicación se la intenten meter con calzador.

Y se ve que la mayoría de las películas que genera la industria española del cine no nos interesan a los que vamos al cine.

Lo sucedido con la última película de Fernando Trueba es una muestra de como los cineastas españoles malinterpretan los mensajes del mercado. (Si es que ellos son capaces de comprender que por muy artistas que sean tienen que vender sus productos en un mercado libre).

A la gente no le ha dado la gana ir a ver esa película, y por más que se han pronunciado al respecto todas las lumbreras de la intelectualidad española, la película ha sido un fracaso de taquilla.

Desde las altas tribunas mediáticas se ha atribuido tal hecho a las muy desafortunadas y maleducadas manifestaciones del cineasta cuando le fueron a entregar un premio (del gobierno), que supongo no tenía otra intención que la de promocionarle todavía más, y el contestó que no comprendía como le distinguían como cineasta español si él no se sentía español.

Hay que ser bastante gilipollas para escupir a quien te da de comer, pero francamente no creo que esa sea la causa de que la gente no haya ido a ver esa película.

Yo no tengo ni idea de como piensa el señor Lucas, o del ideario de la factoría Disney, cuando me siento a ver una película de la Guerra de las Galaxias, y lo mismo me sucede con otras películas españolas que si he visto, y me han gustado, como "El hombre de las mil caras".

No. La cosa es más sencilla. La mayoría de las películas españolas son un tostón y no nos da la gana gastar una tarde o una noche viéndolas.

Y lo mismo pasa con infinidad de películas americanas o de otras latitudes.

No hay quien tenga la llave para hacer películas de éxito.

Es una industria en la que siempre se anda en la cuerda floja y los que quieren vivir de ella deberían saberlo cuando empiezan, en lugar de echar la culpa a todo el mundo.

Es como si los poceros se quejaran de los malos olores o los médicos de ver desgracias.

Si lo que querían los actores y demás era una vida tranquila deberían haber hecho oposiciones a abogados del estado o del consejo de estado como el señor Trillo que por ahí anda tan farruco aunque tenga en su faltriquera varias pesadillas. (Seguro que ese si que duerme estupendamente).

Decía esta mañana una locutora famosa en un programa de radio que había actores que cobraban ¡600! euros. ¡Que escándalo!

Habría que explicarle a la preclara locutora que también hay ingenieros que cobran eso y al parecer no tienen los resortes suficientes para organizar una gala de la ingeniería en la que poderse quejar de los males que afectan a su profesión y poderle echar al ministro de turno boniatos podridos a la cara.

¡Y eso que son una industria subvencionada!

Que no dirían si tuviesen que ganarse las habichuelas como los demás.

Por alguna razón incomprensible para mi, en las sociedades modernas se tiene un alto concepto de los actores y demás profesionales de la farándula, y se les pregunta de todo y en toda ocasión como si fuesen altos pensadores.

Y lo cierto es que no lo son.

  




  

viernes, 3 de febrero de 2017

Caligula cabalga de nuevo

Llevaba unos días sin asomarme a las páginas de la Jungla, abrumado por la sensación de derrota de todo aquello en lo que siempre he creído, es decir, los valores de la Ilustración y de un mundo regido por la Razón, la Tolerancia y el Respeto, que ahora son cuestionadas cada día por los Hunos y por los Hotros, como decía Unamuno.

Es deprimente asomarse cada día a la actualidad para encontrarnos con las decisiones cotidianas de Trump, las imbecilidades del día de los populistas de "izquierda", incluyo a los del PSOE, y la amenaza creciente de ruptura de la Unión Europea que proclaman personajes de toda laya en unos u otros idiomas.

El futuro ya no es lo que era, podemos decir parafraseando a no se quien, y ya veremos en que clase de pesadilla se convierte si todos estos personajes salidos de las masas resentidas continúan su carrera hacia un mundo pre-ilustrado.

¿Por qué hemos llegado hasta aquí?

Hace diez años parecía que los efectos de las nuevas tecnologías, de la información, de la salud, de las comunicaciones, del entretenimiento, etc., unidas a una creciente mundialización de los intercambios comerciales, culturales y financieros, iban a producir finalmente el sueño de algunos pensadores a finales de la II Guerra Mundial, es decir un gobierno mundial efectivo, cuyo embrión estaba en la Carta de Naciones Unidas.

La Unión Europea era una plasmación práctica de dichas tendencias, y una muestra de la eficacia de estas estructuras supranacionales para resolver conflictos anteriormente insuperables como los enfrentamientos entre Alemania y Francia.

Y si eso se había conseguido en Europa, ¿por qué no extenderlo a regiones con menos tensiones históricas como la América Hispana?

Los viajes entre países se extendían, la igualdad de costumbres avanzaba, las tendencias en la moda y el consumo en general aplanaban el globo, y los jóvenes parecían haber superado por fin la enfermedad nacionalista, para encarnar esta nueva generación de un mundo unido, unida por internet, Zara, MacDonalds, y La Guerra de las Galaxias.

Y en un momento todo parece haberse venido abajo.

Vuelven los viejos conflictos, vuelven las viejas banderas y vuelven los viejos rencores.

Al parecer nada de lo que parecía verdad era verdad, y lo que parecía superado, en realidad estaba muy vivo.

Las fuerzas anti-ilustradas avanzan ahora sin que nadie las pueda detener.

O eso parece.

Tal vez los que defendemos la idea de un mundo gobernado por la Razón y no por los intestinos hemos olvidado demasiado tiempo que no todo el personal es razonable y que la Razón a veces se ve nublada por la soberbia y cae en estados de ensimismamiento y auto-complacencia en la creencia de que "ahora ya las cosas van a ir solas hacia el éxito final".

La acción de los gobernantes ilustrados se ve sometida continuamente a la crítica de los políticos anti-sistema, pero también a la crítica de quienes comparten objetivos finales, pero no las tácticas a seguir.

Y los ciudadanos, que no perciben los matices, se ven sometidos a un permanente baño de críticas sin que nadie asuma la tarea de defender la tarea a realizar excepto los portavoces del gobierno de turno que carecen de credibilidad por ser quienes son.

Callan las voces independientes. Callan los líderes de opinión. Hablan los incendiarios y los ignorantes.

Ya no se puede expresar ni siquiera una verdad evidente porque siempre surge la voz descalificadora y destructiva que halaga los oídos de los descontentos y siembra el desconcierto entre la gente normal.

Defender la Razón es a veces difícil ya que es como decía Foxá, como "defender el sistema métrico decimal", o sea muy aburrido.

Pero, estamos llegando a un tiempo en que defender la Razón es otra vez necesario.

Nunca creí que llegaría a ver como se derrumba otra vez la República de Weimar.

Y todavía espero no verlo...