domingo, 5 de febrero de 2017

La noche del cine español

No conozco gente más llorona que los hombres, mujeres y niños que pueblan la llamada industria del cine.

No solo se quejan en cada ocasión en la que les colocan un micro delante, lo que sucede a menudo, sino que han instituido una noche anual en la que se dedican a echarse flores los unos a los otros a la vez que echan las culpas de todo lo que les sucede al gobierno de turno, a la falta de cultura del consumidor, o al poder del imperio de turno.

Y esa llamada gala del cine recibe una atención mediática descomunal, como si se tratase verdaderamente de un acontecimiento trascendental del que hay que hablar porque en ello nos va la vida.

Todos los periódicos del Reino tienen que hablar del tema en sus portadas, todas las emisoras de radio dedicar espacios completos y por supuesto las televisiones que tienen que glosar los vestidos que ellos y ellas llevan en la "alfombra roja", los comentarios de cada cual y las gracias del presentador de turno.

Al final siempre queda el mismo mensaje: "La sociedad nos maltrata, el gobierno nos agrede, nadie nos comprende, y eso es muy injusto porque nosotros somos tipos y tipas extraordinarios que sufrimos en silencio tanta adversidad".

Yo no se porque es tan difícil de comprender que si la gente no va a ver determinada película es sencillamente porque no le apetece, por más que los medios de comunicación se la intenten meter con calzador.

Y se ve que la mayoría de las películas que genera la industria española del cine no nos interesan a los que vamos al cine.

Lo sucedido con la última película de Fernando Trueba es una muestra de como los cineastas españoles malinterpretan los mensajes del mercado. (Si es que ellos son capaces de comprender que por muy artistas que sean tienen que vender sus productos en un mercado libre).

A la gente no le ha dado la gana ir a ver esa película, y por más que se han pronunciado al respecto todas las lumbreras de la intelectualidad española, la película ha sido un fracaso de taquilla.

Desde las altas tribunas mediáticas se ha atribuido tal hecho a las muy desafortunadas y maleducadas manifestaciones del cineasta cuando le fueron a entregar un premio (del gobierno), que supongo no tenía otra intención que la de promocionarle todavía más, y el contestó que no comprendía como le distinguían como cineasta español si él no se sentía español.

Hay que ser bastante gilipollas para escupir a quien te da de comer, pero francamente no creo que esa sea la causa de que la gente no haya ido a ver esa película.

Yo no tengo ni idea de como piensa el señor Lucas, o del ideario de la factoría Disney, cuando me siento a ver una película de la Guerra de las Galaxias, y lo mismo me sucede con otras películas españolas que si he visto, y me han gustado, como "El hombre de las mil caras".

No. La cosa es más sencilla. La mayoría de las películas españolas son un tostón y no nos da la gana gastar una tarde o una noche viéndolas.

Y lo mismo pasa con infinidad de películas americanas o de otras latitudes.

No hay quien tenga la llave para hacer películas de éxito.

Es una industria en la que siempre se anda en la cuerda floja y los que quieren vivir de ella deberían saberlo cuando empiezan, en lugar de echar la culpa a todo el mundo.

Es como si los poceros se quejaran de los malos olores o los médicos de ver desgracias.

Si lo que querían los actores y demás era una vida tranquila deberían haber hecho oposiciones a abogados del estado o del consejo de estado como el señor Trillo que por ahí anda tan farruco aunque tenga en su faltriquera varias pesadillas. (Seguro que ese si que duerme estupendamente).

Decía esta mañana una locutora famosa en un programa de radio que había actores que cobraban ¡600! euros. ¡Que escándalo!

Habría que explicarle a la preclara locutora que también hay ingenieros que cobran eso y al parecer no tienen los resortes suficientes para organizar una gala de la ingeniería en la que poderse quejar de los males que afectan a su profesión y poderle echar al ministro de turno boniatos podridos a la cara.

¡Y eso que son una industria subvencionada!

Que no dirían si tuviesen que ganarse las habichuelas como los demás.

Por alguna razón incomprensible para mi, en las sociedades modernas se tiene un alto concepto de los actores y demás profesionales de la farándula, y se les pregunta de todo y en toda ocasión como si fuesen altos pensadores.

Y lo cierto es que no lo son.

  




  

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