A principios del siglo XX se abrió paso en nuestro mundo la radio, el primer medio de comunicación de difusión masiva en vivo. Y con ella cambiaron muchas cosas, entre ellas una reducción de la distancia entre gobernantes y gobernados. Por primera vez, la cúspide de la sociedad podía dirigirse a toda la nación, haciendo extender su mensaje y, lo que es más importante, poniéndole una voz.
Porque sí, efectivamente, ya existía antes el periódico y los panfletos. El medio escrito tenía ya muchos años de vida y mediante él un rey podía hacer llegar sus mensajes a sus súbditos. Pero la letra escrita es fría e impersonal. Por no decir que probablemente las palabras eran de otro...
Escribo esta reflexión a raíz de la película El discurso del rey que tuve ocasión de ver la semana pasada. Uno de los momentos que más me llamó la atención es la escena en la que el rey George V se lamenta de que su rol ha cogido tintes de actor, momentos después de lanzar un mensaje a la nación a través de la radio.
Y es que la tecnología, una vez más, cambió la situación del momento, demandando ajustes en los roles de los distintos componentes del tejido social. El rey ya no era un señor inalcanzable tras el muro de su palacio, del que sólo se conoce su firma a los pies de página o su difusa cara a cientos de metros de distancia en un desfile. El rey había pasado a tener voz y, en su labor de gobernar al pueblo, éste requería de ella.
Luego vino la televisión, y los gobernantes pasaron a tener cara, cuerpo y entorno. Unos años después, incluso color. Ya no bastaba su voz por la radio, igual que dejaron de bastar sus escritos en los periódicos. Y ahora, en pleno siglo XXI, nos llega Internet (a algunos, les golpea Internet) y otro cambio se hace necesario. Ya no nos basta con ver al Rey en el discurso de Navidad por la tele o ver a ZP en el Congreso "responder" a las preguntas de Rajoy.
Internet ha vuelto a recortar distancias entre gobernantes y pueblo. Nunca ha sido más fácil pulsar la opinión de la gente ni darles explicaciones a sus cuestiones. No se trata de si es conveniente o no para el que rige, sino de adaptar el rol a los nuevos tiempos.
Los gobernantes se lamentarán, igual que se lamentaba George V de tener que tomar funciones propias de un actor, pero es lo que exige el guión en estos tiempos. A los gobernantes nunca les ha gustado estar más expuestos a su pueblo, pero, afortunadamente, Internet así nos lo permite. Y es lo que hemos de demandar. Porque es nuestro derecho. Y su obligación. Algo de lo que la sociedad sólo puede salir beneficiada.