domingo, 16 de enero de 2011

La revuelta de Tunez

Podría pensarse que Tunez está muy lejos.

Lejos geográficamente, (no lo está), o lejos mentalmente, (que tampoco lo está).

Y podría pensarse que lo que sucede en aquel país nada tiene que ver con lo que pasa en otros países, como Grecia, Francia o España.

Estaríamos equivocados, porque lo que sucede en Tunez es solo una versión recalentada de lo que sucede en otras partes del mundo.

Es decir; las generaciones de los nacidos en los años cincuenta y sesenta, (los llamados baby-boomers), tras los años difíciles de los setenta se encontraron en una etapa de crecimiento generalizado y no solo ocuparon el poder y la empresa, sino que consideraron que era momento de poner las bases de una sociedad mas justa: universidades accesibles, ayudas a la natalidad, acceso de la mujer a todo, y equilibrio humano.

Luego vino la revolución conservadora: liberalización, privatización, internacionalización, y globalización, y las tendencias al progreso generalizado se rompieron.

La industria, con sus buenos empleos se marchó a Oriente Lejano. El consumo de bienes baratos y el crédito mantuvo el espejismo del bienestar, pero el crecimiento de un sistema sostenible se había interrumpido.

Durante veinte años nada se notó o casi nada.

Los jóvenes formados en las universidades siguieron encontrando empleo.

No eran tan buenos empleos como los que habían encontrado sus padres, pero como se había acumulado tanta riqueza en la etapa anterior se compensaba.

La brecha entre ricos y pobres empezó a abrirse, porque estamos en el sistema de "el ganador se lo lleva todo", y comenzó a crearse una bolsa de jóvenes muy bien formados, desempleados o sub-empleados.

Cuando la actual crisis se ha llevado por delante incluso los sub-empleos, mucha gente ha comenzado a darse cuenta de que en sus países carecen de futuro.

De que lo que les espera es la pobreza.

Hay países, como Tunez, en que la situación política intolerable, permite creer que derribando a la banda de indeseables que gobierna ilegitimamente puede resolver algo el problema.

Otros, los europeos del sur, en que ni eso.

Todo el norte de Africa es un hervidero de jóvenes airados. Algunos se dejan llevar por el islam radical. Otros sienten la misma indignación ante el engaño que han sufrido, que el que puedan sentir los jóvenes españoles o franceses.

La situación es allí mas flagrante y dura, pero no difiere mucho conceptualmente de la nuestra, contra lo que se puede creer.

Cuando, como yo mismo he visto en Egipto, tienes a jóvenes universitarios trabajando de guías turísticos, el conflicto está servido. Solo hace falta la llama que prenda la mecha. El catalizador que ponga en marcha la reacción.

La frustración de los jóvenes no se va a resolver ni con botellones ni con conciertos ni con sexo accesible.

Las nuevas generaciones exigen su lugar en el sol.

Y el problema es que no lo hay.

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