miércoles, 27 de septiembre de 2017

El Estado Español

La actualidad ha chocado con mi deseo de no escribir más sobre la cuestión catalana, deseo que ya expresé hace meses.

Contra viento y marea he venido manifestando desde hace años que el plan de los nacionalistas era la secesión y que en ese camino harían lo que tuviesen que hacer para salirse con la suya.

Igualmente he hablado muchas veces de la construcción de la identidad nacional catalana como el instrumento previo, necesario y casi suficiente, para la proclamación de independencia, y como los sucesivos gobiernos españoles han metido la cabeza en la arena como los avestruces para no tener que enfrentarse a la verdad.

Durante años he escuchado a personas sensatas decir que todo lo que pasaba no tenía importancia, que los catalanes al final lo que querían era una mejor financiación, (como los murcianos, ¿no?), y que sus prácticas totalitarias en materia idiomática eran excentricidades de "unos pocos".

Pues bien, ya hemos llegado al día de la verdad.

Los nacionalistas han derogado las leyes españolas, van a celebrar un "referendum" aunque sea de la señorita pepis, supongo que ya saben cual será el resultado, lo anunciarán en su momento y como será abrumadoramente positivo para sus intereses obrarán como ya han dicho.

Mientras, el domingo será la gran algarada con "invitados" de todas las organizaciones antisistema europeas, podemitas incluidos naturalmente, que harán un despliegue de odio a España, sus instituciones, sus símbolos y sus ciudadanos.

Y a partir del lunes la romería de la independencia, con invitación al Estado Español para que se rinda y "negocie" las condiciones de la ruptura.

Mientras, en otras "comunidades" del "estado", podemitas y nacionalistas varios se sumarán al carro de la demolición de España, presa aparentemente fácil desde su conversión en "Estado Español".

Porque es la hora de los canallas. De todas las alcantarillas del país, una muchedumbre de enfermos de odio sale tocando sus tambores como en la célebre procesión de Walpurgis.

¿Como es posible que en estas tierras haya tanta gente que odie a su propio país?

¿Como se ha conseguido que la mayor parte de los ciudadanos desconozca la Historia de España?

¿Como hemos llegado a este funesto lugar?

Desde luego, las guerras civiles del largo siglo XIX, que llega a 1939 en nuestro caso, la apropiación de la idea de España por parte de la derecha, la falta de un trabajo de comprensión de nuestra Historia, de una interiorización crítica de nuestro pasado, de un rechazo de la visión negativa que de nosotros hicieron nuestros enemigos sin caer en triunfalismos estúpidos, todo eso han contribuido a que una parte importante de los españoles rechace su condición convirtiéndose en una especie de apátridas interiores a la busca de una identidad que han encontrado en las viejas banderas medievales.

La actitud de la izquierda tampoco ha ayudado con sus precauciones a la hora de valorar nuestros logros, que los ha habido y muchos, y su enrocamiento en torno a la idea republicana, como si aquellos terribles años hubiesen sido la arcadia feliz, o como si los que murieron luchando por la República no hubiesen también muerto por España.

El egoísmo de los unos y el rencor de los otros nos ha traído hasta aquí.

El ser incapaces de hacer un discurso de España que no sirva para golpear con el en la cabeza a los enemigos.

El ser incapaces de ser españoles sin gritos ni desgarros, como los daneses o los holandeses.

Con conciencia de ser herederos de muchos errores pero también de muchos aciertos.

Con el ánimo puesto en el futuro, no en andar a vueltas con los agravios del pasado, interpretando acontecimientos de hace siglos como si hubiesen ocurrido ayer.

Cada vez que escucho lo del "estado español" siento una gran tristeza.

Siento el fracaso de todos los que hemos querido que España fuese un país libre y feliz, de todos los que soñaron con que un día fuésemos un país europeo "normal".

Como en el viejo poema decimonónico, "Oigo Patria tu aflicción y escucho el triste lamento que forman, tocando a muerto, la campana y el cañón".     

   

martes, 5 de septiembre de 2017

Ecos del verano de 2017: la huelga del Prat

Desde hace bastante tiempo ha venido recorriendo las pizarras de cualquier escuela de negocios el mandamiento de la ley empresarial, "reducir los costes fijos y pasarlos a variables".

La filosofía es sencilla, la forma de enfrentarse a los avatares del mercado es disponer de una estructura mínima y subcontratar lo demás.

¿Que es lo mínimo?

A estas alturas lo mínimo es el director general, o mejor el presidente para que lidie con los accionistas. Todo lo demás es superfluo.

Se puede subcontratar desde el departamento financiero hasta el I+D. La fuerza de ventas, el proceso de datos, todo.

Hay empresas de transporte que utilizan transportistas subcontratados, y ejércitos subcontratados.

Por detrás de esto estaba al principio la flexibilidad: se podía crecer en momentos de picos sin necesidad de recargar las plantillas, pero ahora es otra cosa la verdad. Ahora es otra idea nacida de la globalización: abaratar los costes.

Los empleados fijos negocian con la empresa sus salarios, ya sea individual o colectivamente. Los empleados subcontratados tienen que apechugar con lo que les toca en las licitaciones en las que las empresas contratantes alquilan sus servicios.

Mientras que antes los costes salariales siempre subían, ahora los costes salariales siempre bajan.

Las empresas de "servicios" tienen que acudir a las "licitaciones" sabiendo que son siempre a la baja. Es decir las empresas contratantes siempre exigen que el contrato que se licita sea más barato que el anterior. ¿Como se arregla eso?

Pues entrando en una cadena de subcontrataciones al final de la cual se encuentran pequeñas empresas sin capacidad de negociación, y empleados sin capacidad de hacer valer sus derechos.

El mundo de la vigilancia es perfecto para estos experimentos: para guarda vale cualquiera, así que hay un mercado potencial inagotable de candidatos.

Su formación es mínima, su capacidad de presionar también....o lo era.

La ambición de los directivos de AENA, una de esas compañías chollo a la que van los amiguetes de los políticos en el poder, les llevó a sustituir a la Guardia Civil (demasiado cara y demasiado seria), por una de estas subcontratas. Una idea fenomenal, debió pensar el directivo de turno, total la seguridad en los controles de acceso de los aeropuertos la hace cualquiera. Le quitas las botellitas de agua, las tijeritas, el gel de baño y ya está. No hace falta ser guardia civil.

Y efectivamente no hace falta, pero los trabajadores de este servicio en el aeropuerto de Barcelona vieron venir la muchedumbre de los turistas veraniegos y dijeron hasta aquí.

Rápidamente se pusieron en marcha los guardianes de la galaxia conservadora para acusar a esta pobre gente que gana menos de mil euros de sabotaje a la patria, (a la catalana y a la  española dependiendo del medio).

Ha tenido que llegar un arbitraje del incombustible Marcos Peña (¿cuantos años tiene ese hombre?), para cerrar de momento el conflicto, pero la cuestión sigue abierta.

Y la cuestión es: ¿a donde vamos con unas empresas completamente desligadas de sus trabajadores, con unos salarios cada vez más precarios, con una formación cada vez más escasa, y con una implicación emocional prácticamente nula?

De acuerdo: ya ha quedado demostrado que se pueden contratar ingenieros a 600 euros al mes. Que se puede explotar a las limpiadoras de habitaciones de hotel hasta niveles que harían enrojecer a los esclavistas. Que los camioneros tienen que ser "autónomos" y poner el camión. Que a los camareros se les puede contratar por media jornada y luego tenerles 24 horas. Que los ayuntamientos pueden contratar cada año con un recorte del 10% sobre el presupuesto anterior de limpiezas.

Muy bien, pero ¿a donde coño vamos?

¿Que clase se sociedades queremos?

Vale. Pongamos robots para sustituir todos los procesos mecánicos. Sustituyamos a los profesionales por inteligencias artificiales.

Habrá unas minorías que vivirán como los dioses del Olimpo, (y tendrán que vivir en algún sitio alejado para librarse de las iras del pueblo).

¿Que se quiere hacer con la gente?

Los sueldos ya no dan ni para el low cost que era la gran promesa de la globalización.

¿Que queda?

¿Una buena epidemia?