domingo, 5 de marzo de 2017

Vivir, morir y hacerlo bien

Durante mucho tiempo se ha estado de acuerdo en que la muerte era enemiga de la vida y que teníamos que hacer todo lo que estuviera en nuestras manos para alejarla de nosotros y de los demás.

No voy a decir que la muerte sea un asunto agradable, pero desde luego la muerte es una parte de la vida, como lo es el nacimiento, la concepción, la pubertad, o la vejez.

Es mas, el nacimiento y la muerte son los dos instantes mas importantes y definitorios de nuestra vida.

Al primero, la ciencia le ha dedicado todo tipo de atenciones, seguramente porque existe como un pensamiento soterrado que viene de la noche de los tiempos y que nos incita a pensar que mas seres humanos es bueno y menos seres humanos malo, lo que en tiempos de las bandas de cazadores recolectores era seguramente verdad pero ahora en los tiempos de la superpoblación ya no.

Pero hay magníficos hospitales materno infantiles donde el momento del nacimiento recibe una atención pormenorizada, con técnicas indoloras para la madre (en lo posible) y todo tipo de aparatos y medicamentos para asegurar la supervivencia del recién llegado.

Todo para el que llega, y para su mamá que es quien ha hecho el esfuerzo.

Ya digo que eso está muy bien y como papá que ha pasado el trance, estoy muy de acuerdo en que nos gastemos los dineros en asegurar el máximo confort y seguridad para mamás y bebés.

Pero de la misma manera que todos nacemos también es cierto que todos morimos.

Y en ese tránsito ya no solo no hay nada de glamour sino que las mas de las veces lo calificamos de escatológico y preferimos no verlo.

Así mientras los hospitales materno-infantiles están profusamente iluminados y exiben su existencia con orgullo mas disimulado, los lugares relacionados con la muerte se esconden avergonzados en lugares recónditos, no sea que su sola presencia vaya a amargar la vida a los que pasen por su cercanía.

La ciencia médica mientras tanto jura por Hipócrates defender la vida en todo momento, alejando a la muerte tanto como sea posible y más allá de cualquier esperanza de recuperación.

Es decir que para los médicos, la muerte es un enemigo al que hay que combatir. La muerte es lo contrario de la vida.

Lo que que pasa es que no es así.

La muerte es una parte de la vida y habría que tratarla como tal.

Tan necesario es un buen nacer, como un buen vivir y finalmente un buen morir.

Si se nos ayuda a nacer también hay que ayudarnos a morir.

En definitiva son dos trances en los que el ser humano se encuentra más indefenso y en los que se agradece mas que en cualquier otro la ayuda que nos ofrece la medicina moderna.

Los romanos creían que en la hora de la muerte llegaba a sus lechos la diosa Isis y los cristianos pasaron esa responsabilidad a la Virgen María, que tantas cosas heredara de la diosa egipcia.

Pero ahora que ya nos hemos hecho unos descreídos, llega el momento de que la medicina se ocupe también de la muerte como una disciplina más de la vida, y que se desarrollen técnicas para eliminar los dolores y otros inconvenientes de ese momento.

Hemos avanzado bastante en este camino desde hace unos años, pero no es suficiente.

La Ley que acaba de publicar la Comunidad de Madrid es uno de esos pasos decisivos pero no suficientes.

Cristina Cifuentes es una política efectiva y eficiente, osea de lo poco que hay en ese gremio, y yo le agradezco personalmente su generoso acto de colaboración con el Psoe para sacar adelante este texto, pero como ya digo esto no es suficiente.

Hay que ser consecuentes con lo que ya sabemos y crear hospitales para morir, o unidades para morir en los hospitales existentes, o si uno así lo prefiere el "cliente", unidades móviles para morir en tu
casa.

Y en estos hospitales poner en marcha una serie de protocolos para las distintas muertes a las que nos enfrentamos, las de aquellos que se consumen lentamente y las de los que sus enfermedades los van aniquilando.

Establecer cual es el límite al que cada persona quiere llegar y proceder a librar a esa persona de la penosa tarea de morirse a la interperie o al albur de la resistencia de sus órganos vitales.

Los médicos pueden acelerar los partos y pueden tratar a los fetos en sus moradas intrauterinas y a nadie le parece mal porque es que está muy bien enmendar a la madre naturaleza cuando esta nos viene atravesada o con malas intenciones.

Igual sucede con la muerte.

No hay porqué tolerar que nos venga atravesada. No hay porqué sufrir cuando no se quiere sufrir.

La medicina no tiene porqué considerar a la muerte como el enemigo permanente.

La enfermedad si que lo es, pero no la muerte.

Solo cuando cambiemos el chip y consideremos que la muerte es parte de la vida habremos comenzado a solucionar un problema que se originó en los tiempo en que una vida más era esencial para la supervivencia.

Ahora vivimos en los tiempos en que ya somos demasiados y la ciencia amenaza con hacernos vivir muchos más años, y ya somos demasiados tal y como estamos.

Hagámonos un favor a todos y pongamos fácil la tarea de morir.

Todos lo vamos a hacer.        

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