martes, 7 de marzo de 2017

Morir y vivir en un mundo nuevo

Mi último artículo trataba sobre la muerte y la noción tan absurdamente generalizada en nuestra civilización de que la muerte es algo que hay que esconder además de tratar como un trámite al que apenas se da importancia.

Es una paradoja que un trance al que todos vamos a llegar ineluctablemente sea tan despreciado en nuestra cultura.

Estamos tan empeñados en vivir que no entendemos que la vida es un arco desde el nacimiento a la muerte y que hemos de vivirla comprendiendo ese arco en su totalidad, y no tomando cada punto de la existencia como algo que tiene sentido en si mismo.

No hace falta tener un sentimiento religioso para vivir la vida desde el sentido de vivir de acuerdo a los principios de nuestra conciencia, y esto no es algo nuevo porque lo dijo un judio español nacido en Holanda que se llamó Benedicto Spinoza, o Espinosa, al que Bertrand Russell llamó "el más noble de todos los filósofos".

Con los años cada vez se me hace más evidente que la vida no es una carrera hacia adelante sino una especie de espiral en la que diversos ciclos se van cumpliendo tanto en lo que se refiere a nosotros mismos como al mundo que nos rodea.

Y en cada ciclo se repiten estructuras y ritmos aunque no los mismos acontecimientos que simplemente se reunen para formar esas estructuras, ya sen estas grandes o pequeñas.

Cada vez que pensamos que la Historia de la Humanidad y la nuestra propia van hacia algún sitio, o que nuestra vida camina hacia una especie de culminación o logro definitivo, la realidad se rebela y nos devuelve a lo que parece el punto de partida.

Pero no lo es naturalmente porque nada se repite. Para empezar nosotros mismos que vamos cambiando.

Para la gente de mi generación, ver la llegada de Trump al poder y su retórica nacionalista, acompañada por los que en otras latitudes pretenden resucitar los Frentes Populares, es algo casi delirante que jamás podíamos suponer podría suceder dada la victoria "definitiva" de las fuerzas de la Razón y la Ilustración.

Pero el caso es que aquí están otra vez y volvemos a lo que parece una marcha atrás.

Hoy he leído que en Suecia van a reintroducir el servicio militar con la aprobación del 70% de la población.

La Unión Europea de los 28 o los que sean va a terminar en la UE de unos cuantos, o sea Francia; Alemania, con sus vasallos, o sea nosotros.

Rusia amenaza Europa como en los años cincuenta y Estados Unidos quiere ganar guerras.

Así que constato que se ha cerrado el ciclo de idealismo liberal y social demócrata que ha gobernado el mundo desde que se callaron los cañones de la Segunda Guerra Mundial, y estamos otra vez donde solíamos en los años treinta.

Vuelta a empezar y vuelta a aprender de los errores que es parece ser la única forma de aprender.

Solo que ahora ya no soy un niño que leía con excitación los titulares de la inminente guerra en Cuba en la crisis de los misiles, (yo entendía que una vez empezada la guerra no habría que ir al colegio), sino un señor que va a cumplir los 65 y hubiese preferido que el orden anterior hubiese durado un poco más.

En mi ciclo vital ya no se si tengo tiempo de adecuarme a la supervivencia en el mundo áspero que nos espera.

Pero no voy a meterme en la cama a esperar que comience la fiesta, sino que avanzaré con mi propio nuevo ciclo vital hasta que la cosa no dé más de sí.

Y por eso creo que en esta parte de este nuevo ciclo uno de los temas que me deben interesar, y de hecho me interesan, es la cuestión del bien morir.

Espero que en este nuevo ciclo de barbarie global, seamos capaces de incorporar algunas de las cosas que nos ha traído el Humanismo Liberal: por ejemplo el respeto a los derechos de los humanos no solo en general, sino específicamente en momentos decisivos.

Y si no, creo que a lo mejor los viejos nos podemos convertir en una fuerza política estimable capaz de reclamar lo que nos interese.
 
   

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