martes, 7 de julio de 2015

El cambio climático, los griegos y el sofocón

Estamos en San Fermín. Unos chinos se desgañitan desde un balcón en la calle de la Estafeta. Los pro-etarras gobiernan el ayuntamiento de Pamplona. Caen cuarenta grados en la plaza del Castillo. El aire del Sahara se ha apoderado de la península ibérica y por las noches no hay quien descanse.

Mientras, en la península del Peloponeso, unos señores sudorosos se plantan delante de los cajeros automáticos y van sacando dinero cada vez que pueden.

Ese dinero lo pueden sacar, aunque sea de pocos en pocos, porque el Banco Central Europeo se lo ingresa a fondo perdido ya que los griegos han decidido, democráticamente, que no van a pagar sus deudas.

En las tertulias y también la gente a quien se pregunta por la calle opinan que esto es una lección de dignidad y de democracia y que se debería preguntar mas al pueblo.

Al parecer nadie quiere pagar sus deudas y piensa que si decide "democráticamente" no pagar, los bancos o los amigos prestatarios tienen que aceptar esa decisión.

El gobierno gamberro griego sigue jugando al despiste y chantajea a los otros gobiernos europeos con la amenaza de que si les dejan caer también vamos a caer todos.

Mientras, en Arrecife Canarias, una española conversa al Islam recluta jovencitas para que vayan a alegrar la vida a los combatientes del califato. Y al parecer con mucho éxito ya que a pesar de la igualdad y la liberación de la mujer, los combatientes del califato resultan muy atractivos.

Al parecer ejecutar a los enemigos del Islam de un tiro en la nuca mola.

Como hace tanto calor yo creo que se trata de alucinaciones y no de hechos reales, pero la televisión sigue informando de barbaridades sin límite y a nadie se le arruga el ceño.

Los sueldos bajan pero los alquileres suben en una ecuación imposible,y también se comienzan a comprar casas.

Los hoteles y las playas están llenos. El alcohol corre a raudales. Los toros galopan por las calles.

Esto podría ser el arranque de una novela apocalíptica pero solo es la realidad.

¿Será la vejez que me hace ver todo como una alucinación?

¿Soy yo el único que se da cuenta de que nos estamos volviendo locos?

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