Entre las muchas cosas ocurridas en este verano del cambio climático, una de las que más me han llamado la atención ha sido la peripecia del león Cecil y su repercusión en la opinión pública.
Imagino que el tener un conocimiento de primera mano de lo que sucede en esos territorios me llevó a juzgar los hechos de forma muy diferente a como han sido contados, porque realmente el escándalo tiene fundamento, lo que ocurre es que es otro fundamento.
La caza de animales salvajes en Africa es una actividad importante dentro de las economías de la zona y no muy diferente de lo que sucede en los países occidentales donde también se practica.
España, Francia o Estados Unidos son países donde se puede cazar y se hace en unos volúmenes muy grandes que no amenazan la supervivencia de las especies, porque se hace de forma regulada y controlada.
En Africa también se hace de forma controlada y regulada pero hay una gran amenaza que es el furtivismo.
No es que no haya furtivismo en España por ejemplo, donde cada año se cazan ilegalmente osos, lobos, linces y otras especies amenazadas de extinción a pesar del cuidado que ponen los servicios de protección y la Guardia Civil.
Y el furtivismo es mayor y mas incontrolable en los países que carecen de instituciones fiables o en los que la corrupción hace estragos.
Y uno de esos países es Zimbawe.
Cuando escuché que se echaba la culpa a un cazador español me temí lo peor, porque en la zona tienen concesiones cazadores profesionales españoles que viven de ese negocio y que son los primeros en practicar la caza intentando que se respeten las normas. No porque sean criaturas angélicas, sino porque es evidente que si no hay animales no hay negocio.
En Portugal, por ejemplo, cuando la Revolución de los Claveles se abolieron todas las normativas de caza y se abrieron los cotos al "pueblo". El resultado es que desapareció la caza por extinción de los animales. Y así, mientras en Extremadura la caza es un negocio floreciente y abundan los animales, al otro lado de la frontera no hay forma de ver un ciervo.
Y es que el problema es que en la caza siempre hay que pensar a largo plazo, algo muy incompatible con la corrupción que es siempre cortoplacista.
Caza legal y conservación son inseparables. Caza ilegal y extinción también.
De sobra sabía el gobierno de Zimbawe que el león Cecil no había sido víctima de un cazador ilegal occidental sino de la rapacidad de unos guardabosques gubernamentales a la caza de una mordida.
Y echar la culpa a un cazador español era más fácil que echársela a un cazador norteamericano, cuyo gobierno da tanto dinero en forma de programas de ayuda.
Si no llega a ser porque el dentista de Minneapolis se autoinculpa, un cazador profesional español hubiese cargado con el marrón, con consecuencias que en ese país pueden ser muy graves.
Desde luego que el dentista no era muy espabilado y tenía que haber sabido que si tenía que pagar una cantidad que no estaba en el contrato inicial era porque iba a hacer algo ilegal, aunque no pudiese sospechar que le iban a sacar un león de una reserva y que este iba a ser un ejemplar bajo estudio que llevaba un collar de seguimiento.
Pero es que en esa zona se cazan rinocerontes incluso dentro de fincas privadas o elefantes en reservas naturales o cualquier animal si se unta lo suficiente al representante de la autoridad de turno.
Se caza incluso en países como Kenia y Tanzania que tienen la caza prohibida, la caza regulada se entiende, y hay organizaciones internacionales que persiguen a los que se lucran con este negocio suicida.
La caza legal podrá gustar o no, pero no es el problema.
La corrupción si que es el problema.
Las campañas contra la caza son bien intencionadas, pero no acertadas.
En países como Namibia, donde la caza legal está permitida, está aumentando la población de animales como el león o el rinoceronte porque hay más control y menos corrupción, y el Gobierno sabe que los animales salvajes son un gran recurso económico, tanto en su versión safari fotográfico como en su versión caza, que no son excluyentes.
Pero en Zinbawe, donde existe un gobierno salvaje y depredador, todo está en peligro.
Esa es la triste realidad, tanto para los leones como para las personas que tienen la desgracia de vivir allí.
viernes, 28 de agosto de 2015
Reflexiones tardo-veraniegas: el león Cecil
Publicado por Antonio Cordón a las 14:07
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