jueves, 15 de septiembre de 2016

Noticia bomba en TORD-EH-SIYAAH

Tord-eh-Siyaah,(Papua Nueva Guinea). De nuestros enviados especiales.

Un gran revuelo internacional ha causado el asesinato ritual y posterior barbacoa del enviado de Naciones Unidas en la remota región de Tord-eh-Siyaah, el fallecido y deglutido señor X. (no se incluye el nombre por respeto a la atribulada familia).

En efecto, los nativos de las aldeas en esta región montañosa del interior de Papua Nueva Guinea, han reaccionado bastante mal al intento de su gobierno central de prohibir las costumbres ancestrales que vienen celebrando año tras año desde la más remota antigüedad, y que consiste en matar ritualmente a un extranjero para después desmenbrarlo, eviscerarlo y asarlo a la barbacoa para consumirlo entre todos los habitantes de la zona y sus invitados de otras demarcaciones.

El Gobierno papuano, deseoso de alcanzar algún grado de respetabilidad en la comunidad internacional, lleva un tiempo erradicar tales prácticas que considera poco afines con la modernidad y la política de respeto a los derechos humanos tan cara a los europeos y otros pueblos "flojuchos".

Como señala el cacique tord-eh-sillaahno, "hemos venido sacrificando y despedazando a un forastero desde los tiempos más antiguos, y no van a venir ahora los de fuera a poner en tela de juicio nuestras costumbres".

Una señora, vecina del pueblo, apostilla: "si no quieren que los sacrifiquemos y nos los comamos, que no vengan".

Al parecer existe un enorme consenso en el pueblo y alrededores sobre el derecho que les asiste a mantener sus costumbres: "nuestros abuelos ya lo hacían y nuestros padres también, y nunca pasaba nada. Todo esto es por culpa de la televisión y por la presión de los maricas de mierda de la capital. ¿Si nos gusta comer carne humana, por qué vamos a tener que dejar de hacerlo? Se manifiesta indignado un papuano.

El asunto ha llegado a la comisión de derechos humanos papuana que se manifiesta incapaz de establecer que derecho es mayor: el de la víctima sacrificada, (que al fin y al cabo es solo una cada año), o el del conjunto de la población tord-eh-siyanaah, que tan enardecidamente defiende sus costumbres y rituales.

El experto en costumbres religiosas consuetudinarias de la universidad papuana Mr. Godd afirma que la libertad de culto está por encima de otras libertades como la de conservar la vida, ya que "si el altísimo nos ha dado dientes para algo será".

Sin embargo las autoridades papuanas se mantienen firmes en su prohibición ya que "no está bien tratar así a los turistas que al fin y al cabo nos traen divisas".

Por ello el año que viene solo se autorizará la llamada fiesta del churrasco en el caso de que los organizadores renuncien a que el sacrificio sea público como hasta ahora y se realice en un ámbito privado.

Pero esto no gusta a los nativos y residentes de la zona que opinan que "si no escuchamos al reo gritar de dolor y no sentimos la cálida sangre salpicando nuestros pechos, la fiesta no tiene ni puta gracia".

El caso es que los nativos están muy cabreados con la dulcificación de una fiesta tradicional tan importante y amenazan con asesinar y comerse a todos los árbitros de fútbol que tengan la mala suerte de ser enviados a pitar los partidos del equipo local, justamente llamado "los despedazadores".

La tensión se masca en la zona y la verdad es que las caras de los nativos muestran la determinación a seguir con sus costumbres diga lo que diga el gobierno y "todos  esos maricones".

Ante la pinta que tomaban los hechos, este equipo de corresponsales salió huyendo aunque a alguien debieron pillar los nativos ya que aullaban alborozados y un fuerte olor a barbacoa se comenzó a extender por las llanuras tord-eh-siyanaahs según se retiraban las fuerzas del orden enviadas.

A modo de reflexión, un policía nos dijo, "a lo mejor esto mejoraría si les convencemos que en vez de sacrificar a un  forastero, cada año se sacrifique a uno del pueblo por riguroso sorteo".



            

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