sábado, 9 de enero de 2016

Previsiones para 2016

Retomo la pluma para tratar de explicarme a mi mismo lo que pasa y de paso poner un poco de luz sobre lo que nos puede llegar a pasar si Dios no lo remedia.

Creo que nos enfrentamos a tres desafíos de gran calado como no nos había sucedido desde la Transición: el primero es el desafío a nuestra Constitución y la propia idea de España. El segundo es el desafío a nuestra capacidad para mantener un modelo económico que nos permita vivir dentro de los parámetros de lo que conocemos como el mundo occidental, y el tercero es el desafío a la integridad del sistema de valores que desde los griegos hemos creado los europeos para nosotros mismos.

Empecemos por el primero.

El consenso constitucional del 77 se ha roto.

No solo en la clase política sino desgraciadamente en la propia sociedad española, una gran cantidad de ciudadanos se han alienado del sistema democrático para acudir a alternativas independentistas o utópicas que nos retrotraen a la España del XIX con sus guerras civiles y sus barbaries de vuelo corto.

En Cataluña el proceso de construcción nacional iniciado por los nacionalistas desde el mismo arranque de la democracia, proceso que contó con toda clase de complicidades desde los partidos mayoritarios, ha desembocado en otro proceso de afirmación nacional al amparo de la crisis económica y moral que se ha desencadenado en España.

Y nadie debe llamarse a engaño porque es posible que se pueda detener el proceso de afirmación nacional-independencia gracias a mecanismos legales y a la poca gracia que le hace a la UE, pero el proceso de construcción nacional no se va a detener y cualquier encaje de Cataluña en España tendrá un coste muy doloroso para los españoles.

Mientras, la crisis del sistema de partidos de la Transición consecuencia de la extendida corrupción y de la falta de horizonte de las políticas de distribución de una riqueza que ya no existe, (ni ha existido nunca más que en la mente calenturienta de algunos y en la bajeza moral de otros), ha propiciado una situación de desgobierno que difícilmente puede acabar en algo bueno.

La irrupción de la galaxia podemita en el Parlamento español es un elemento disolvente de la democracia parlamentaria y un obstáculo insalvable a la hora de tomar cualquier acción constructiva.

La misión de Podemos es destruir la democracia y la Constitución del 77 y a ello se van a dedicar con saña con el apoyo de millones de españoles ciegos a la evidencia o enfadados con la situación.

Pero creer que se arreglan las goteras de la casa dinamitándola, es una grave equivocación.

Si se consigue formar un gobierno de coalición será una farsa. Si se va a elecciones el resultado puede ser o bien el retorno del peor PP o la llegada de Pablo Iglesias y sus incendiarios.

En cualquier caso para echarse a temblar.

El segundo desafío es el económico.

España se encuentra en una situación muy delicada, con una deuda enorme que tenemos que financiar a base de crédito internacional, y con déficits permanentes que van engordando la deuda sin que que cale en la opinión pública la necesidad de ajustar ingresos y gastos, algo que casi cualquiera sabe que hay que hacer, aunque al parecer nos cuesta entenderlo.

Además el aumento del peso del sector servicios en detrimento de la industria ha mermado la capacidad del sistema para producir salarios medio-altos lo que ha atacado de forma radical la base de la democracia que es la clase media.

Esto no se percibe todavía con la claridad grave que debería porque hay una masa de pre-jubilados que está todavía gastando al nivel mas o menos de lo que gastaba cuando estaban trabajando y ayudan a sus hijos en lo que pueden. Pero esto va a llegar.

Las medidas liberalizadoras, en realidad ajustes del sistema laboral mas que otra cosa, han conseguido poner a trabajar a más gente aunque sea en condiciones precarias, pero no se ha atacado la base del problema que es el gasto.

Empezando por la hipertrofia de las administraciones públicas y siguiendo por el gasto social que está en una espiral inasumible.

Como la ideología buenista que nos preside tiene como base la atención de todas las necesidades sociales sin excepción y cada año nos esforzamos por encontrar nuevas necesidades que cubrir, lo que no es complicado porque la vida no es  fácil, el gasto crece y se multiplica y nadie quiere ponerle el cascabel al gato. Al contrario, cada vez que hay elecciones hay promesas de nuevos gastos sociales.

Un gobierno de coalición va a ser totalmente contraproducente para arreglar los problemas y más bien al contrario tenderá a aplicar políticas de más gasto y menos disciplina presupuestaria.

A mi lo que más me preocupa es la incapacidad de Europa para proteger su economía de las amenazas de China y Estados Unidos.

Una visión ingénua y la complejidad del proceso de toma de decisiones en la UE nos está dejando sin industria. Y sin ingresos.

¿Como vamos a pagar la factura social si no producimos ingresos?

Y el tercer desafío es el que se refiere a las amenazas que penden sobre nuestra cultura y nuestro modelo de convivencia.

Las oleadas de refugiados/emigrantes ilegales, que en realidad es lo mismo, están incorporando a nuestra sociedad no solo un montón de gente con una idiosincracia diferente a la nuestra, sino que están generando en nuestro interior el debate sobre si lo suyo es mejor o por lo menos igual a lo nuestro.

Y eso nos va a producir tremendos daños.

El multiculturalismo que predican las izquierdas es una tentación suicida que parte del desprecio a la propia cultura. Una cultura que nuestros jóvenes se niegan a conocer.

Hasta ahora los grandes movimientos migratorios se habían resuelto con la integración. Así fueron los movimientos que poblaron America o Australia. Incluso los movimientos que siguieron a la Guerra Mundial se han convertido en movimientos integradores, pero las actuales oleadas de emigrantes musulmanes no se van a integrar, y hay una guerra entre el Islam o una parte de sus seguidores no despreciable, y Occidente y sus valores.

Esa es la verdad que el buenismo y el multiculturalismo pretenden ocultar.

No se cual es la solución pero creo que pasa inequívocamente por reivindicar los valores occidentales y defenderlos a capa y espada.

Todo intento de neutralidad y de relativismo moral debe ser rechazado.

Ha llegado la hora de dar la cara. En muchos sentidos.



          

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