lunes, 28 de agosto de 2017

Ecos del verano de 2017. El caso Juana Rivas

Termina el verano, que como es ya la costumbre, ha sido el más caluroso desde no se sabe cuando. Ahora mismo nos visitan tormentas estrepitosas y casi tropicales y menos mal porque los embalses se están quedando vacios. La uva se recoge en Agosto cambiando tradiciones seculares y nos vamos acostumbrando a que el termómetro marque cuarenta grados o más.

Ha sido un verano muy catalán, primero por lo que ya sabíamos de la efervescencia independentista y luego gracias a un grupo de muyaidines de Ripoll que han estado a punto de armarla gordísima y se han tenido que conformar con atropellar a un puñado de infieles que paseaban por las Ramblas de Barcelona ajenos al drama del pueblo palestino, sirio, etc.

Pero a mi lo que más me ha llamado la atención este verano ha sido el caso de Juana Rivas.

No por las vicisitudes de esta mujer ni por las desgraciadas circunstancias de su matrimonio, tan corrientes en un mundo en el que mas de la mitad de los matrimonios terminan en divorcio, sino por como ha sido tratado por los medios de comunicación, y también, por una parte no pequeña de la clase política.

Veo a Juana Rivas en la foto de portada de El País, exhibiendo en su mano la notificación del juez que la deja en libertad, y saludando al público y a los medios como si fuese una artista saludando después de su actuación, y me pregunto, ¿pero es que no hay nadie cercano a esta muchacha que la preste consejo?

Vuelve estos días de Estados Unidos otra señora que por hacer lo mismo que Juana ha estado un buen puñado de años en prisión en aquel país, pero parece que eso no impresiona a nadie en un país en el que el sentimentalismo ha sustituido hace mucho al sentido común, y en el que el populismo más descarnado ejerce el poder mediático achantando a jueces, gobernantes y a cualquiera que se atreva a ir contra la corriente.

Para la mayoría de los medios, la inmensa mayoría, las razones del padre no han existido. Ni siquiera se le ha tenido en consideración, siendo silenciado en base a su condición de "maltratador", a pesar que la propia Juana olvidase en su día esa circunstancia, retornando a su compañía y concibiendo un segundo hijo.

No voy a defender a este señor del que yo tampoco se nada, pero me parece tremendamente sospechoso e injusto que no se le conceda ni tan siquiera una oportunidad de explicarse.

Antes, los medios de comunicación se preciaban de contrastar sus informaciones y ofrecer las diferentes versiones. A eso se llamaba periodismo. Ahora solo se da una versión y sin matices. Solo se da la palabra a una parte y sin crítica. Y a eso no se le llama periodismo. Eso es propaganda.

¿Propaganda de quien?

¿Quien gana con esta huida insensata de Juana Rivas?

Acabamos de firmar en España un "pacto de Estado" contra la violencia de género. Las leyes ya son muy severas con los maltratadores y la sociedad está muy pendiente de estos temas, pero parece que nunca es suficiente.

Efectivamente resulta repugnante que se produzcan tantos casos de violencia en la pareja y todo lo que se haga para proteger a las mujeres amenazadas será siempre insuficiente, pero al socaire de estos acontecimientos se está socavando también de forma consciente me temo, otros aspectos de las relaciones de pareja.

Me refiero a los derechos de los padres. De los padres y de los abuelos paternos.

Se están sentando las bases ideológicas para dejar sentado como principio universal que los hijos son de las madres y solo de las madres, y eso, por mucho que responda a realidades psicológicas, sociológicas o fisiológicas, no puede aceptarse sin más.

Los papás también tienen derecho a sus hijos por muy difíciles que sean las condiciones de los divorcios. Y lo mismo los abuelos paternos.

Pero a pesar de que las leyes recogen estos derechos, hay muchos grupos de presión que están haciendo todo lo posible para que los tribunales de Justicia pasen por encima y se ajusten a una interpretación maximalista-feminista de estos casos, y eso es precisamente lo que estamos viendo en el caso de Juana Rivas.

Y como será esa presión que los jueces a los que llega el caso se lo quitan de encima como pueden para no colgar con el sanbenito de haber dado la razón a un padre maltratador frente a una madre sufridora y víctima.

De hecho los medios de comunicación y muchos representantes públicos han apoyado con tanta fruición esta caracterización de padre agresor y madre víctima, que vamos a ver como salimos ahora de este enredo.

La responsabilidad de los medios es muy grande en este caso por haber creado el circo de una versión única sin matices.

Estoy seguro que este caso, como otros miles semejantes, tiene muchas más vueltas que las que ha pregonado la "prensa libre", circunstancias que el juez o jueza tiene la oportunidad de valorar antes de tomar su decisión de acuerdo a las leyes vigentes. Seguro que los jueces podrían haber basado su decisión en esas complejidades. Y aunque hubiese sido una decisión compleja como suele pasar, hubiese sido mucho más aceptable para todos.

El problema es que ahora ya no se puede hacer así.

Los asesores de Juana, los medios de comunicación y determinados políticos han enfangado las aguas de tal manera que cualquier solución legal va a parecer un crimen si no da la razón completamente a Juana Rivas.

Dado que la Justicia Italiana ya se ha pronunciado difícilmente la española podría oponerse. Italia no es una dictadura tercermundista, pero ahora también allí todo será mucho más complicado y todos lo pagarán. Me refiero a esa familia y a sus allegados.

Incluso aunque Juana Rivas tenga razón, que puede ser.

La cuestión es que más allá de quien tenga razón, que yo no lo se, y nadie excepto los jueces tiene idea, este caso ha sido utilizado por grupos muy agresivos con la colaboración entusiasta de los medios de comunicación.

No hablo de los políticos que me parecen un ejército de timadores de feria. Ellos está para arrimarse a los soles que más calientan en cada ocasión y no pueden ser tomados en serio.

Pero, ¿los medios?

Lo que más pena me da es el vergonzoso papel de los medios.

¡Y a eso se llama prensa libre!        

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