miércoles, 31 de enero de 2018

A la hoguera con Woody Allen

Como saben los que leen este blog no soy muy partidario de la nueva religión buenista-feminista.

Admito que las religiones son convenientes para canalizar las angustias de muchas personas e incluso son necesarias para establecer códigos de conducta que nos permitan convivir en una cierta armonía, aunque esta sea forzada y no nos salga de dentro.

Pero, que queréis, me son antipáticas y mucho más cuando están en sus fases iniciales que es cuando se ponen más agresivas y fanáticas. (Algunas siguen siendo agresivas y fanáticas mil años después).

Y esto es lo que sucede con el culto buenista-feminista, o sea que está en plena erupción volcánica y nos tiene hasta las narices de tanta moralina como expulsa por todas sus muchas terminales.

La nueva ola viene, naturalmente, de Estados Unidos que como todo el mundo sabe es la patria del fundamentalismo cristiano, que tiene allí un predicamento del que en Europa nos hemos librado de momento.

Lo curioso es que éste último movimiento provenga ni mas ni menos que de Hollywood cuna a su vez de todas las perversiones sexuales según nos enseñara el escritor Kenneth Anger en su estupenda obra Hollywood Babilonia.

Allí se ha dado la consigna "ningún rijoso sin castigo" y han constituido una inquisición al margen de la ley para perseguir y condenar sin juicio a todo aquel que haya cometido, siempre a juicio de los acusadores, los delitos y faltas que se consideran intolerables a la luz del código buenista-feminista.

Con esto no quiero decir que yo esté a favor de las violaciones, los abusos de poder, los tocamientos o cualquier otra práctica sexual no consentida.

Simplemente estoy en contra de los linchamientos y a favor de la ley.

Si el señor Harry Weinstein ha cometido delitos tipificados por el código penal debe ser juzgado, defendido legalmente y posteriormente condenado o absuelto.

Todo lo demás es una vuelta a práctica inquisitoriales en las que el reo tenía que demostrar su inocencia y no los acusadores su culpabilidad.

Se da el caso de que Woody Allen ha sido investigado dos veces por comisiones independientes respecto a la acusación que formuló una de sus hijastras y declarado inocente, pero es que cuando entramos en los terrenos de la Santa Inquisición ya no hay salida. Si te acusa la Inquisición estás perdido.

Puede ser que Harry Weinstein sea una canalla. Puede ser que Woody Allen sea un perturbado. Puede ser que todos y cada uno de los señalados sean culpables y merezcan un castigo. Puede ser. Pero la civilización exige respeto a las normas. A la Ley. Y si nos saltamos la Ley estamos en el lado de la barbarie.

Hay ya demasiados indicios de que en estas cuestiones se pretende establecer como norma que la simple acusación por parte de una mujer, (o de un hombre en el caso de los homosexuales), sea suficiente causa y prueba para condenar sin más al acusado.

Me parece una barbaridad.

Por muchos casos que haya de mujeres agredidas, que los hay, no puede darse el principio de equivalencia entre acusación y condena.

Si que se puede y se debe tomar en consideración todas las denuncias, poner medidas de protección para las mujeres amenazadas, cortar de raíz en el marco de la empresa toda conducta impropia y todo abuso de poder, afilar la Ley para que no escapen de su alcance conductas que la sociedad rechaza y que producen asco y repugnancia.

Pero las condenas arbitrarias al margen de la Ley son igualmente repugnantes.

Las terribles épocas de la quema de brujas no deben volver.

Por mucho que algunos brujos se lo merezcan.