jueves, 1 de febrero de 2018

Puigdemon tuitea y alborota la platea

La cuestión catalana se ha convertido en un espectáculo de comedia de alcoba, de esos en que se abren puertas y entran maridos engañados o amantes sorprendidos se esconden en los armarios.

El enredo llega a tal nivel que no sabemos quien son los engañadores ni quienes los engañados y nosotros mismos ignoramos si somos espectadores o parte del espectáculo.

Puigdemon no sabemos si es un bienintencionado bipolar en fase depresiva o si es un malvado maquiavélico que nos tiene a todos en vilo con sus encantamientos mientras sus compinches nos roban la cartera.

Confieso que a estas alturas yo mismo dudo de mi condición de espectador y cavilo sobre la posibilidad de estar de mamporrero de algún independentista manipulador.

Los tuits de Puchi ¿que son? ¿Son acaso expresión de sus desventuras, o son una trampa para que nos confiemos y nos cuelen alguna otra carga de profundidad?

Cuando oigo al gobierno y sus portavoces afirmar que se trata de una capitulación incondicional algo me dice que eso es más la expresión de un deseo que la constatación de una realidad.

Lo que sucede en Cataluña solo se puede solucionar de dos formas: una sería una guerra civil que dejase aquello como un solar y obligase a una profunda reflexión colectiva, la otra es dejar que el tiempo vaya cambiando el parecer de unos y otros y se termine llegando a un consenso sobre unión o separación.

Lógicamente vamos a ir a esta segunda alternativa a no ser que la locura alcance a mucha gente y que haya poderes geoestratégicos interesados.

No creo probable que suceda lo primero y tampoco veo el interés geoestratégico de Cataluña.

Por lo tanto vamos a un largo proceso de estancamiento en el que ni unos ni otros van a ceder.

Pensar que los independentistas van a renunciar a su idea de vivir en la práctica "como si fuesen un país independiente" es no conocer el alcance del envenenamiento colectivo.

Actúan en Cataluña tres fuerzas independentistas: la primera la burguesía, que ha pasado del catalanismo liberal y la colaboración con España, a un odio feroz a todo lo español sin dejar de ser modernos. A estos les duele ver como en Europa no les han comprado el mensaje y los tratan de fascistas.

Los segundos son los antiguos carlistas de la Cataluña interior transmutados ahora en izquierdistas cristianos conservadores, encarnados estupendamente por su jefe Junqueras. Estos son absolutamente impermeables a cualquier crítica o enfrentamiento con la realidad desde hace doscientos años. No van a cambiar ahora.

Y los terceros son los anarquistas, que es una raza de mucho arraigo en aquellas tierras y que siempre están dispuestos a hacer la revolución.

La convivencia de estos tres grupos es sumamente improbable a largo plazo y a ello se agarran los constitucionalistas, que también son de dos clases: los españolistas centristas de Ciudadanos y los españolistas catalanistas del PSC, cuya heterogeneidad tampoco augura grandes cosas.

Y luego están los neo-comunistas podemitas que allí se llaman de otra forma pero se aglutinan en torno a pasionaria Colau. Esos están en contra de Cataluña y de España al mismo tiempo y a favor también de la revolución, pero otra revolución distinta de la anarquista.

Por eso como ya he dicho varias veces, esto va para largo y más vale que los españoles nos pongamos las pilas y empecemos a pensar en nuestro país, en nuestro futuro, en nuestros problemas y sus soluciones, en nuestra gente y en nosotros mismos, que caramba.

Porque con o sin Cataluña, nosotros tenemos que seguir adelante y no podemos perder más tiempo leyendo las gilipolleces de Puigdemon.

Amen.     

     

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