domingo, 17 de junio de 2018

El éxodo del Aquarius

El último día hablábamos del postureo nacional y todavía no había sucedido lo del barco Aquarius. ¡Que podemos decir hoy! Tal vez que los españoles estamos llevando el postureo a unos niveles que casi nadie en la historia de las democracias había alcanzado.

Casi todos los días llegan a la costa española pateras con migrantes africanos. Estos últimos días han llegado más de mil personas.

Nadie hace caso ya.

Es una rutina que solo afecta a las personas que tienen la misión de atender o controlar, según los casos, esa avalancha de personas que va a seguir ocurriendo sin detenerse y que va llenando nuestras calles de manteros, nuestras tiendas de mendigos "fijos", y los campos de labor de mano de obra barata. Una rutina que no interesa a nadie y menos que nadie a los políticos.

Los políticos necesitan la foto y la historia con "lado humano" que se pueda explotar en los medios y que les haga parecer a ellos como personas de gran altura moral, (no como sus oponentes políticos que son unos miserables), capaces de alterar el curso de los acontecimientos para dar solución a los problemas de nuestro tiempo.

Naturalmente para poder dar solución a los problemas de nuestro tiempo primero hay que extraer un caso de medidas discretas, que sea manejable vamos, de tal manera que los ciudadanos puedan disfrutar de todo el ciclo del problema: presentación, nudo y desenlace.

Si además en el problema/función hay un malo y un bueno entonces la ocasión es como para enmarcarla.

Y eso precisamente ha sido lo que ha pasado con el Aquarius: unos malos-malísimos que son los nuevos gobernantes italianos, unas víctimas propicias que son los africanos y un bueno heroico que es el señor Sánchez. ¿Quien da más?

Y que contentos están también los medios de comunicación contándonos las terribles historias de los navegantes.

Hemos conocido como estos pobres africanos se mareaban debido al estado del mar, de como se duchaban con agua caliente, (supongo que para muchos de ellos una experiencia nueva), como recibían alborozados comida fresca y nutritiva, (otra novedad como la atención médica personalizada). Vamos que la realidad ha cumplido todos sus sueños. Incluso los más improbables.

Nos han contado que estas personas "deben" ser acogidas como refugiados ya que así podrán ser recibidos para siempre y no como emigrantes sin papeles que es una cosa muy degradante y luego te pueden echar.

Y como pare ser refugiado tienes que demostrar que huyes de algo, los alegres periodistas solidarios nos han contado que estas personas huyes de las guerra y la violencia desatadas en sus lugares de origen, aunque nadie se ha tomado la molestia de constatar que ni en Nigeria, ni en Camerún, ni en Senegal, ni francamente en casi ningún lugar de Africa hay guerras en estos precisos momentos.

Resulta irritante tener que recordar que Africa es un volcán demográfico que alcanzará a acoger en su seno a 2.500 millones de personas en 2050 y que aunque haya paz en la mayor parte de aquellos territorios y sus economías estén creciendo, no hay forma humana de integrar tantas personas en esos países y por lo tanto las oleadas migratorias solo están comenzando.

Resulta insultante que los medios de comunicación se hayan convertido en los altavoces de organizaciones que viven y prosperan de la atención a los emigrantes, y que no haya nadie que se atreva a discrepar y a poner a cada uno en su sitio. En este asunto no hay crítica. Solo aquiescencia ante el pensamiento buenista. Solo propaganda de las ONGs.

Resulta indignante que este tema tan serio se utilice por los políticos y los periodistas como un medio para ganar votantes y/o lectores a base de explotar los sentimientos de una población que vive todo esto con una división creciente en sus conciencias: quieren que se salve a los que vienen pero luego no quiere que les molesten en las calles.

Los que están jugando con esos sentimientos, ya sea desde el marketing político o desde sus posiciones ideológicas, están jugando con fuego.

Las mismas personas que hoy lloran ante el televisor con las imágenes de los niños aterido y las embarazadas cantarinas son las que mañana votarán a los demagogos que prometerán la expulsión de esas mismos emigrantes.

Las emociones son una materia muy inestable y que a menudo explota en la cara de quienes la manipulan.

Pero eso poco importa a quienes ahora se hacen la foto en el puerto de Valencia o a los que se han apuntado el tanto del salvamento. Esos van a seguir con sus monsergas y van a seguir eludiendo el problema de verdad que es como se para una ola migratoria que amenaza con acabar con las sociedades del sur de Europa, desde España a Grecia pasando por Francia e Italia.

Nadie nos va a ayudar. Ni los alemanes ni los nórdicos, ni mucho menos los centroeuropeos.

Estamos solos y a nuestra suerte.

Y ahora el que haya llegado hasta aquí preguntará, ¿y que hacemos con los que van en el barco?

La respuesta es muy sencilla: lo mismo que estamos haciendo ya cada día.

Tratar de integrar a los que vienen, desincentivar que vengan más, ayudar a los gobiernos de salida para que pongan orden en sus fronteras, luchar contra las organizaciones que viven del transporte de personas, restaurar la estabilidad de los países dinamitados por las aventuras de las "primaveras árabes", y seguir alimentando el crecimiento económico en el mundo.

Y también desincentivar la natalidad agresiva ligando ayudas a controles efectivos.

Y desde luego no jugar a la demagogia con salvamentos y éxodos de niños sonrientes.

Porque amigos míos, los africanos van a seguir viniendo y más nos vale que sepamos tratar el tema con seriedad.

Más vale tratarlos siempre con un cierto rigor pero con profesionalidad que recibirlos un día con flores y luego querer echarlos con antorchas.

Más vale que sepamos a que nos estamos enfrentando.   

       



  

1 comentario:

Cristina dijo...

Cuanta verdad.Triste verdad.