El cónclave que está a punto de comenzar va a necesitar verdaderamente toda la ayuda que el Espíritu Santo pueda concederle.
Por cierto que esto del Espíritu Santo viene de la mismísima Babilonia donde los judios de la clase alta fueron llevados en cautiverio, y como no tenían los reparos de los fundamentalistas actuales y pretéritos, incorporaron todo lo que les venía bien para dar mas contenido a su religión que no era muy sofisticada.
Oir hoy día a prelados conservadores hablar del Espíritu Santo, a mi me produce una sensación rara entre el sarcasmo y la ingenuidad.
Pero a lo que vamos.
La Iglesia se enfrenta a uno de sus momentos más bajos, porque ha perdido casi todo su poder de influencia y su relevancia, a efectos prácticos es casi nula.
Por una parte se debate entre fuertes contradicciones internas debidas a la posición paulina acerca de la mujer, (contraria), y el debate entre pobreza y la Banca Vaticana.
Por otra sus discursos acerca de los grandes debates del mundo está totalmente fuera de onda.
En el tema del crecimiento de la población están sujetos a una doctrina de igualar sexualidad y procreación, que ni los más arriscados se atreven a defender en público. (Y que los misioneros que estan sobre el terreno ignoran o rechazan publicamente).
En el tema de las desigualdades económicas crecientes, su alianza con las clases altas no les deja tener un discurso que sería considerado contrario a esa alianza, y cuando algun miembro de la Iglesia se sale del guión es perseguido con saña.
En la cuestión de los nuevos límites de la ciencia sencillamente ni se atreven a opinar y curiosamente hay pensadores que si lo hacen e interpretan la figura de Josua el Ungido y sus palabras en esa onda.
Todo lo referente a la mujer les causa inmensa zozobra, y ahora cuando la homosexualidad no es un problema para nadie, para ellos sigue siendo tabú a pesar de ser evidente su extensión dentro del clero.
Sobre el cambio climático tampoco se atreven a opinar, ni sobre sus consecuencias futuras o presentes.
De la energía pasan. Del buen gobierno de los países o el mundo tambien. De la corrupción ni palabra.
Acabado el comunismo buscan enemigos que les permitan enfocar su discurso, pero se encuentran con eso tan difuso que es el relativismo moral y el postmodernismo y no saben por donde meterle mano, ya que se dan cuenta que la mayor parte de los de su grey lo viven en la práctica y no hacen ni puto caso de lo que la Iglesia dice.
Los evangelistas les ganan la partida con los iletrados, y el agnosticismo entre los letrados.
Aunque han mejorado su capacidad de hacer espectáculos desde Juan Pablo II, los que van a sus eventos son los convencidos que militan en sectas como los kikos, los legionarios, etc.
El Papa que se acaba de ir no ha podido ni actualizar el mensaje ni limpiar los sótanos.
El que venga tendrá que hacerlo.
Como según San Malaquias este será el último de los sucesores de Pedro, no podemos esperar nada bueno.
Al tiempo.
lunes, 11 de marzo de 2013
La encrucijada de la Iglesia
Publicado por Antonio Cordón a las 20:46
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