martes, 5 de marzo de 2013

Corinna, Corinna...

Cuando escuchábamos a Bob Dylan cantar esta canción hace muchos años no sospechábamos que una señora con ese nombre iba un día a poner de los nervios a nuestro pobre país.

¡Lo que nos faltaba!

Una aristócrata emparentada con el mayor filósofo de la edad moderna que lo mismo está de caza con los emires del petróleo que tomando té con el rey.

Y encima es una chica guapa que no se corta por los revuelos de la prensa internacional y contesta desde el Hola como una reina que es.

Y vemos a los del gobierno buscando papeles donde no los hay y a los del pasado gobierno mirándose el ombligo y cantando la palinodia, como si todos fuesemos tan gilis como ellos.

¡Hay que ver hasta donde se puede hacer el ridículo!

Es como si nos quisieran explicar que a los niños los trae la cigüeña y que los grandes negocios se hacen con papeles y con transparencia fiscal.

Como si no existiese el Club Bildeberg y otros cuyos nombres desconocemos, y como si los que mandan de verdad necesitasen que les venga el ministrillo de turno a tocarles los cataplines.

Verdaderamente la aventura cinegética de Botswana está causando mas problemas que el tsunami del Pacífico.

Sin ese malhado traspiés real nada de esto se hubiese aireado.

Ni sabríamos de la tal Corinna a la que toda esta exposición ha liquidado para los restos en su labor de relaciones públicas (y a lo mejos púbicas también), discreta y eficiente entre los que manejan los hilos y los que dirigen a los pueblos hacia su destino de terneras camino del matadero.

Como me gustaría mirar por un agujerito lo que sucede después de una de estas jornadas de caza en los marjales del rio Chobe.

Apuesto a que comenzaría a ganar dinero en la bolsa y a invertir con conocimiento de verdad.

Debe molar un montón estar en reuniones donde las azafatas son Corinnas von Wittgestein.    

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