viernes, 12 de diciembre de 2014

La tortura y la oscuridad

La publicación de los detalles de los métodos de interrogatorio utilizados en la prisión de Guantánamo, (Cuba), por el ejército norteamericano han levantado las inevitables oleadas de indignación impostada por parte de los que siempre se indignan, pero también comentarios juiciosos por parte de diferentes analistas y en definitiva ha abierto un debate necesario sobre un tema oscuro del que en realidad todo el mundo preferiría no saber nada.

La cuestión de la tortura como arma de combate contra los ejércitos secretos o clandestinos es ya bastante antigua y ha tenido episodios muy notorios.


Dejando al margen el hecho de que la tortura como fórmula de interrogatorio tenga una historia tan larga como la de la humanidad, parecía que tras las sucesivas oleadas ilustradoras y la Convención de Ginebra, estas prácticas se habían quedado en los arrabales de la conducta de individuos concretos y no en la acción de los estados, aunque siempre con la sospecha de que había algo más y que dependiendo del tipo de acción a combatir, la tortura era más o menos permisible.

Así durante la II Guerra Mundial no se veía tolerable la tortura a los prisioneros militares, pero se concedía que a los "terroristas" o espías si se les podía aplicar.

Después de la guerra mundial vinieron las guerras anticoloniales y con ellas la emergencia de situaciones de insurrección en las que los combatientes se escondían entre la población civil siguiendo la máxima del Presidente Mao: "moveos entre el pueblo como el pez en el agua".

Cuando los soldados franceses volvieron de Indochina habían leído a Mao y aparte de saber como se las gastaban los enemigos también habían aprendido que los escrúpulos había que olvidarlos si querían ganar.

Y llegó Argelia.

Allí los franceses combatieron la guerra revolucionaria con las técnicas aprendidas en Indochina y con enorme frialdad.

Consiguieron destruir la red clandestina del Frente Nacional de Liberación Argelino pero también consiguieron el aborrecimiento de toda la población de aquel país y aunque ganaron militarmente tuvieron que salir del país.

Lo que están haciendo los americanos en Irak y otros territorios es exactamente lo que hicieron los franceses en Argelia, y tiene el mismo final previsible.

Pero, ¿como se combate a un enemigo que se esconde?

La única forma es la información, pero ¿Cómo se consigue esa información?

Algunas experiencias modernas sugieren que la fuerza bruta no es la mejor opción.

Una de esas experiencias es la que hemos tenido en España con la lucha contra ETA.

Mientras se aplicó la doctrina "Inchaurrondo", o sea la tortura, la situación no hizo más que empeorar.

Cuando se paró aquello y se optó por la moderación en el trato a los detenidos y la infiltración en sus filas como forma de obtener información se comenzó a avanzar.

Eso es lo que lleva Israel haciendo mucho tiempo, pero para hacerlo hace falta mucha sangre fría y poder aceptar políticamente los zarpazos del enemigo sin que tiemblen las canillas.

Y no todas las sociedades tienen la madurez necesaria para hacerlo.

Desde luego Estados Unidos ha demostrado que no la tiene.

Los americanos no están acostumbrados a ser golpeados y sus mandatarios tienen que ofrecer resultados a corto plazo para que la opinión pública no les haga la vida imposible.

La tortura es una vía rápida ...que no lleva a ninguna parte, pero a veces no es posible tomar otra vía, porque los mismos que ponen el grito en el cielo por las torturas son los que quieren que los conflictos se acaben enseguida, y o lo uno o lo otro.

Eliminar la tortura de la ecuación implica aceptar un camino tortuoso y doloroso y eso es lo que tendrían que pensar los espíritus sensibles que nos rodean.

El problema de la tortura no es que sea repugnante, que lo es, es que es contraproducente.

Dicho esto, no creo que los presos de Guantánamo sean merecedores de compasión.

De hecho creo que nos cortarían el cuello con gran placer, empezando por los buenistas que tanto los defienden, como se ha demostrado recientemente en los actos del "califato".

Para los que quieran leer un buen libro sobre el tema argelino, "Los pretorianos" de Jean Larteguy y naturalmente la película "La batalla de Argel" de Guido Pontecorvo.     

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