miércoles, 3 de diciembre de 2014

Un minuto de silencio por un hooligan

A pesar de los intentos buenistas por eliminar la violencia en sus diferentes formas, ya sea en el deporte o en las relaciones de pareja, lo cierto es que la violencia se resiste a desaparecer, y deja en evidencia los continuos programas de educación y las numerosas instituciones que combaten lo que se denomina "esa lacra social".

Las contradicciones del sistema en el trato de la violencia son numerosísimas y todo el mundo las puede reconocer.

Vivimos en un mundo en el que se ensalza al ganador. En el que la lucha por la vida se escenifica constantemente en los medios de comunicación, y en el que el deporte se ha convertido en la forma no solo favorita sino mas favorecida de utilizar el ocio.

Y en el deporte se ha dejado atrás cualquier traza de caballerosidad, que ha sido sustituida por la ferocidad y la ausencia de ética y moral.

No es que la gente vaya a los estadios a desahogarse, es que va a "vivir" la victoria y a ayudar a conseguirla animando a su equipo...y acogotando e intimidando a sus oponentes con gritos desaforados, insultos, cánticos ofensivos y amenazas bien visibles.

De unos años a esta parte, los hooligans se han pertrechado de un aparato identificativo formado por banderas, escudos, y todo tipo de parafernalia, incluyendo uniformes de guerra. Y han tomado prestadas coartadas "ideológicas" de movimientos políticos nacionalistas, o directamente nazis.

Igualmente han aumentado su visibilidad con petardos, bengalas, trompetas, tambores gigantes, etc.

Los clubes de futbol han fomentado esta "sana" energía, con todo tipo de regalos y distinciones pensando que un punto es un punto y que hay dejarse de escrúpulos porque lo importante es ganar.

Hay clubes, como el Atlético de Madrid que ha jugado a este juego con especial entusiasmo y que ha convertido su estadio en una "caldera hirviente" para sus enemigos.

Hace pocos días, el entrenador del Olimpyakos, y antiguo jugador madridista, Michel, tuvo que aguantar todo tipo de injurias ante el silencio cómplice, o incluso el aplauso, del resto de la grada.

Y es que estos brutos hacen gracia. (Mientras sea los brutos de tu equipo, claro). 

Naturalmente nadie quiere que eso vaya a más, pero cuando se juega demasiado con esas aficiones "hirvientes", es inevitable que los que ya son violentos de por si encuentren en esos campos el lugar perfecto para "expresarse".

Y una vez que estos energúmenos se encuentran y se relacionan  ya nadie puede evitar que den pasos adelante en su brutalidad.

La policía también lo sabe y lleva tiempo controlando en la distancia, pero sin meterse mucho en lo que sucede en los aledaños de los estadios para no generar mas tensión cada partido.

Lo sucedido en el Manzanares es un paso adelante en la estrategia de los brutos que no se puede tolerar.

No ya por el muerto, puesto que cada fin de semana muere algún pandillero en los continuos combates callejeros entre bandas, sino porque si se permite que el combate (simbólico) dentro del campo tenga un reflejo en otro combate (real) en los aledaños, la liga se convertirá en la guerra de los treinta años y habrá muertos en cada partido.

Para parar esto hay que empezar por tratar a los hooligans como los malhechores que son.

Nada de tratos de favor, nada de simpatías por los "nuestros", y desde luego nada de "minutos de silencio".

  

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