martes, 16 de febrero de 2016

Corruptos y corruptores

La dimisión de Esperanza Aguirre tras su paso por el "parlamento" madrileño y el programa de Jordi Ebole es un paso más en el camino que nos lleva a dar por bueno que en España no hay político que se salve de la corrupción.

Se había resistido a dar este paso pero el trago de aguantar a los inquisidores podemitas y la reflexión de Josep Borrell en el programa de Ebole sobre la necesidad de asumir responsabilidades políticas, creo que fueron demasiado incluso para ella.

El programa se emitió después de la dimisión, anoche concretamente, pero se había grabado antes y la cara de Aguirre ante las palabras del otrora enfant terrible del socialismo español, reflejaba que ya no iba a resistirse más.

Es posible que Aguirre no se haya embolsado nada del dinero que llegaba a su partido para su mantenimiento de manos de empresas adjudicatarias, pero naturalmente que sabía que ese dinero llegaba. ¿Como no lo iba a saber?

En realidad lo sabemos todos.

En la Transición se creó el sistema de partidos y se hizo con muchas imprecisiones y mucha ingenuidad.

Imprecisiones a la hora de poner límite al poder que podían llegar a alcanzar y que entonces era inimaginable, e ingenuidad a la hora de pensar que las campañas electorales y los gastos estructurales los iban a pagar los militantes, (que también iban a trabajar en las campañas).

Naturalmente eso no duró mucho y pronto hubo que pagar a profesionales para que pegasen carteles o para que llenasen mítines.

Y entonces se vio que no había dinero en la caja y la consecuencia fue pedir a los amigos y estos amigos, que eran empresas, pidieron algo a cambio.

Como la ley no permitía estos intercambios, comenzaron a circular los maletines y a extenderse las facturas falsas.

Y los "tesoreros" comenzaron a disponer de unos fondos que no existían y claro, la tentación de "distraer" una parte de esos fondos inexistentes, era y es muy fuerte.

Los de la dirección miraban hacia otro lado y no "sabían" nada. El dinero fluía y se pagaban las facturas o se utilizaban circuitos paralelos montados sobre servicios a precio regalado.

Los de arriba no se manchaban. Y los que estaban en la mierda aguantaban sabiendo que si les pillaban tendrían que comerse el marrón.

Dos tesoreros del PSOE fueron a la cárcel, y los del PP se salvaban por sus triquiñuelas legales, de las que tanto sabe Trillo el que ahora es embajador ante la corte de San Jorge.

Hasta que llegó Bárcenas que no estaba dispuesto a comerse el marrón. En Génova entraron en pánico. "Se fuerte Luis", y otras lindezas pero Bárcenas se había hecho una fortunita y eso molestó a muchos.

Mientras en Madrid y Valencia, menudeaban los personajes turbios entre los que sobresalía un tal Granados, mano derecha de Aguirre.

Y cuando los negocios de Granados se juntaron con los negocios valencianos y de la Gürtell, la cosa comenzó a entrar en ebullición.

Y así llevamos años ya.

Y la gente se cansa. Se cansa de ver como todo son razones para aplicar la "racionalidad" económica al común de los mortales mientras los que aplican esa racionalidad se aplican una vara de medir muy diferente.

Y se cansa de ver como no pasa nada.

Los partidos tienen que existir y los partidos tenemos que pagarlos. Las obras públicas y las campañas hay que hacerlas y alguien tiene que hacerlas.

Lo que no puede seguir pasando es que una cosa y la otra estén mezcladas.

Y hay que poner fin a este baile de corruptos y corruptores antes de que nos lleve la corriente a todos.



      

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