miércoles, 3 de febrero de 2016

Diez mil niños desaparecidos

La actual oleada de emigrantes/refugiados que afluyen hacia la UE deja cada día noticias sorprendentes o simplemente inquietantes como esta de que "faltan" diez mil niños por contabilizar entre los cientos de miles de personas que cada día cruzan de forma clandestina las fronteras europeas.

Como estamos perdidos en una marea de sentimientos encontrados que van de la compasión indiscriminada hasta el miedo irracional a que nuestro mundo se derrumbe, en realidad no sabemos como enjuiciar estos acontecimientos y poco a poco perdemos la capacidad de entender el significado de las noticias que nos llegan.

Me parece que lo primero que deberíamos hacer es comenzar a distinguir la cuestión de los refugiados de la cuestión de los inmigrantes.

La situación en Oriente Próximo resulta tan atroz desde la aparición de esta nueva manifestación del Mal que es el ISIS, que oculta la realidad de un mundo en el que mucha gente se ha cansado de esperar que en sus países cambie algo para que sea posible una vida digna, y mira la sociedad europea con la desesperación de los que miran un escaparate lleno de viandas con el estómago vacío.

Y así la cuestión de los refugiados de la guerra nos lleva a considerar que todos los que se agolpan en las fronteras de Grecia, Macedonia y Turquía, huyen de los demonios fundamentalistas y por lo tanto tenemos que acogerlos sin reservas.

Tras unos primeros momentos de fraternidad impostada, los países europeos han comenzado a levantar murallas y a restablecer las viejas fronteras que parecían haber desaparecido para siempre.

Las vallas de Ceuta y Melilla, en lugar de convertirse en una anécdota como querían los tantos bienpensantes de nuestro país, se han extendido incluso a los países mas civilizados como Suecia, y amenazan con envolvernos a todos en una red interminable de alambradas y concertinas, de la misma forma que los aeropuertos se convirtieron hace unos años en lugares de escrutinio y humillación.

Si queremos salir de esta situación tenemos que considerar que la cuestión de los refugiados no puede tener la misma solución que la de los emigrantes.

Entre otras cosas porque es gracias a esta confusión que las mafias que trafican con personas hacen sus oscuros negocios.

Los refugiados deberían ser puestos a cubierto de la violencia de la guerra y deberíamos ocuparnos de que tuviesen unas condiciones de vida aceptables que deberíamos pagar sin discusiones, incluso con un impuesto especial para que sepamos que hacer buenas obras cuesta dinero.

Y deberían permanecer en lugares cercanos a sus lugares de origen para que puedan regresar cuando la violencia cese. Porque si los países poderosos quieren, la violencia en la zona cesará. Aunque eso signifique implicarnos en la guerra de una forma directa.

Los campos de refugiados son la solución pero hay que atenderlos y en este caso pagar a Turquía, que es donde están, una buena parte de la factura.

Y otra cosa son los emigrantes.

Los que piden que no se pongan límites a la emigración no saben lo que dicen.

Ni cuando Estados Unidos se estaba poblando, o Australia, se permitió a cualquiera emigrar.

Siempre se establecieron controles sanitarios y se exigió unos mínimos de capacidad de supervivencia a los que llegaban. Y a los que no cumplían se los rechazaba.

Lo de ahora se parece a las invasiones de los bárbaros germanos en los siglos III al V que destruyeron el tejido social del Imperio Romano y provocaron su desaparición.

Ninguna sociedad tiene capacidad para acoger y asimilar a millones de nuevos ciudadanos.

Así que hay que hacer algo.

Y no puede ser dejar entrar a todos ni tampoco mirar hacia otro lado como si el problema pudiese desaparecer por si solo.

Tenemos que pensar en los problemas como adultos y no como niños.

Cada día me convenzo más que hay que responsabilizar a los ciudadanos por la vía de los impuestos.

Me parece que tenemos que reformar el actual sistema en el que le damos todo al Estado para que este lo administre, y pasar a otro sistema en el que paguemos por cada cosa.

Creo que cuando tengamos que pensar en lo que nos cuesta a cada uno de nosotros cada refugiado y cada inmigrante, o lo que nos cuesta cada km. del AVE, o la policía, o lo que sea, nos vamos a volver mucho más responsables.

Y así cuando nos cuenten películas de miles de niños desaparecidos, en lugar de poner el grito en el cielo, nos preguntemos si de verdad eran diez mil, si de verdad eran niños, o si de verdad quien ha puesto en marcha esa historia tiene buenos propósitos, o si es algún vocero de la mafia que quiere debilitar aún más nuestro sistema fronterizo. (Para hacer mejor su negocio).  

   

No hay comentarios: