A lo largo de mi vida profesional me he encontrado en repetidas veces ante el elogio del optimismo y el rechazo del pesimismo a la hora de enfrentar las tareas empresariales o políticas.
Ante el elogio, y ante la velada amenaza de lo que te puede pasar si tus ideas no son lo "bastante" optimistas de cara a lo que hay que hacer en la empresa.
Parece que el optimismo sea una obligación moral en el sistema capitalista y que decir de lo político, ahí el optimismo es consustancial.
A mi, por mi formación como analista de sistemas, que es una de las capas de mi historia formativa que mas me han conformado el cerebro, valga la multiredundancia, todo esto siempre me ha parecido un poco fraudulento.
Y es que despues de saber a través de la teoría "Mini-Max", que hay que prepararse para el mal mayor, a fin de que el eventual mal sea el menor, la praxis que muchos practican del "Dios proveerá", a mi me resulta difícilmente asimilable.
En el mundo de las telecomunicaciones y la informática, el optimismo debería ser la norma ya que cualquier futuro imaginable que no sea el predicho por Einstein, es decir que la cuarta guerra mundial sería con piedras y palos, pasa inexorablemente por la extensión de las tecnologías de la información a todos los ámbitos posibles de la vida humana.
Ante semejante convencimiento, las industrias del sector deberían estar continuamente en un estado de crecimiento y desarrollo, y sus capitanes deberían ser optimistas por convencimiento y no por conveniencia, o sea para que no los despidan.
Y sin embargo esto no es así.
Cada vez que hablo con algún digno representante de operadoras, fabricantes, proveedores de servicios, etc., este me transmite un mensaje no ya pesimista, sino directamente escatológico, o sea del tenor de que el fin del mundo se acerca.
No se si los chinos, auténtica Némesis de nuestras empresas occidentales, vivirán con la misma angustia existencial esta tragedia, pero en lo que respecta a las compañías que han creado la revolución digital, no oigo hablar mas que de recortes, despidos, caidas del margen, pérdida de valor, y así.
¿Será que la revolución digital es como Saturno y devora a sus hijos?
¿Será que un sector tan lleno de gente inteligente no ha sabido gestionar su éxito?
¿Será que nos hemos pasado de listos y el mundo no está para mas historias?
¿Será que la fusión del capitalismo financiero con lo digital ha resultado una bomba de imposible digestión social?
Yo quisiera ser optimista y creer que todo se arreglará, o como piensan los políticos, que como nada tiene arreglo lo que hay que hacer es ir tirando y mañana será otro día.
O ser como los que piensan que estamos ante un nuevo paradigma basado en el cortoplacismo y la liquidez, y que nos iremos acostumbrando a no saber como vamos a comer al día siguiente, que al fin y al cabo ha sido el estado de la humanidad durante la inmensa mayor parte del tiempo.
Lo que pasa es que a mi me gustaba el mundo en el que uno podía planificarse un poco la vida y en el que las empresas eran sólidas dentro de un orden.
Esto de la liquidez no me parece muy buena idea, pero como siendo negativos no vamos a ninguna parte, seamos optimistas y pensemos que la corriente nos arrastrará hasta una isla paradisiaca y no a un vertedero en el que se pudran las ideas de libertad y emanciapación que iluminaron la segunda mitad del siglo XX.
viernes, 16 de marzo de 2012
El optimismo
Publicado por Antonio Cordón a las 11:19
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