Despues de unas semanas de silencio me obligo a retomar el teclado y siguiendo con el viejo dicho teatral de que "the show must go on", continuo pisoteando las sendas de la Jungla Digital, cuyo ecosistema no entiende de penas propias o ajenas y sigue con su vida como si nada pasase.
El ecosistema sigue pero siempre cambiante, lo que me hace recordar una escena vivida un atardecer africano cuando observé como una manada de antílopes se preparaba para el inevitable ataque de los depredadores, colocando vigias en cada uno de los puntos cardinales.
Y de la misma manera que la manada seguiría existiendo a la mañana siguiente aunque hubiera perdido a alguno de sus miembros para servir de alimento a los leones o los leopardos, también los habitantes de la Jungla Digital van desapareciendo a la vez que otros se incorporan.
Es lo que llamamos ley de vida, pero que a los que sienten el zarpazo de la fiera les parece el apocalipsis y el final de todo, que es lo que es.
Bien, ya decía Einstein que todo dependía del punto de vista de observador. No es lo mismo ver pasar el tren que estar dentro del mismo.
Cuando uno va dentro del tren se viven emociones turbadoras y desgarradoras y a no ser que uno haya alcanzado el estado de iluminación que proponía Shidarta Gautama Sakyamuni, y se haya despojado de todo apego al mundo material, se pasa mal.
Es en esos momentos cuando, por lo menos en nuestro caso, surge también el lado positivo de las personas, o aquellos que se dedican a hacer tareas que no podemos ni siquiera imaginar cuando estamos contemplando pasar al tren comodamente sentados en nuestra casa, por seguir con la metáfora relativista.
Me refiero a los médicos y personal sanitario que trata los casos terminales dentro de lo que se conoce como "cuidados paliativos".
Cuando tanto sinvergüenza desfila por los medios de comunicación, y tanto simplón berrea desde los diversos púlpitos, merece la pena recordar que hay personas que por unos sueldos muy ajustados dedican sus vidas a atender a personas en sus momentos mas delicados.
Se podrá decir que es su obligación, o la profesión que han elegido, pero es que no es solo lo que hacen, sino especialmente como lo hacen, con que cariño hacia personas que no conocen, y con que miramiento hacia sus familiares.
Si eso no es el bien, se le parece mucho. O mejor dicho el Bien.
Ahora que está de moda denostar a los funcionarios, y que nos estamos cargando el sistema de bienestar tan hipertrofiado, conviene recordar que en ese sistema están los Camps y los de la Junta de Andalucia, pero tambien los que confortan a un moribundo y los que insuflan un poco de esperanza a los que ya no tienen nada que esperar.
La Jungla Digital será mucho mas salvaje y cruel sin ellos.
martes, 6 de marzo de 2012
El Bien también existe.
Publicado por Antonio Cordón a las 12:41
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