martes, 13 de diciembre de 2016

Nadia desnuda a los medios

Ya hemos hablado aquí mucho sobre el buenismo: es una religión en formación, llena de dogmas y sobre todo de sacerdotes improvisados que hablan desde sus púlpitos con la convicción absoluta de los que se acaban de convertir.

Y hemos advertido que el culto a la infancia y la sensiblería ñoña son dos de las características más emblemáticas de la nueva religión: junto con el feminismo, el amor a los animales, la antiviolencia, el respeto medio-ambiental, etc.

Todo ello sostenido por el masaje permanente de los medios de comunicación que nos señalan los comportamientos más reprobables: la violencia de género, la persecución a los emigrantes, los ataques del régimen sirio a los rebeldes de Aleppo, o ahora las villanías del nuevo presidente norteamericano, encarnación de Belcebú.

No voy a hablar de la apoteosis buenista de la celebración del solsticio de invierno en el Madrid de la sacerdotisa Carmena, ni de la visita de ésta y otras personalidades buenistas-podemitas al nuevo Vaticano-buenista del Papa Bergoglio.

Tampoco de los sucesivos descubrimientos del Caso Nadia Nerea (nombre buenista donde los haya), porque ahora vamos a ir de descubrimiento en descubrimiento.

Vamos a hablar de dos cuestiones relacionadas.

La primera es lo fácil que resulta para todo tipo de estafadores y vividores de toda laya ejercer sus malas artes en esta situación de exaltación de los valores buenistas, y la segunda es el papel de los medios de comunicación en dicho proceso de exaltación y de exacerbación de los sentimentalismos mas irracionales.

El mundo es un pozo de miserias en el que millones de niños sufren las inclemencias de la violencia, el hambre y el desarraigo. Millones de niños que te miran mientras cenas, comes o desayunas con sus caritas depauperadas. Hospitales infantiles bombardeados por los sicarios israelies, sirios, rusos o así.

Niños que llegan en las pateras africanas de la teta de sus madres, mientras los villanos de la policía los dan el alto en lo alto de las murallas de alambre espino con que protegemos nuestros egoismos.

Y finalmente, niños enfermos de enfermedades "raras", o sea lo último, víctimas inocentes de comidas alteradas, industrias contaminantes, los males del progreso. Algo que no se puede tolerar.

Las industrias médicas en su egoismo cerril y homicida se niegan a investigar el tratamiento necesario para salvar a estos niños y que puedan vivir sus pobres vidas aunque lo tengan que hacer en una burbuja.

Tenemos que hacer algo nos dicen por las calles, en las emisoras de radio, en las televisiones, en los anuncios publicitarios. ¡Tenemos que evitar tanta desdicha!

¿Como?

Pues pagando un pequeño donativo que no va a ninguna parte, y que podemos enviar a la cuenta corriente...

Desde cientos de lugares diferentes cada día recibimos la invitación a "dar un poco de lo que nos sobra" para anular el efecto pernicioso que tienen los ojos suplicantes de un niño en la digestión de nuestro menú del día.

No se cuanta gente vive de esta extorsión generalizada, pero debe ser mucha.

Tampoco se cuanta de esta ayuda llega finalmente a su destino, pero sospecho que es muy poca y es como una almendra en la boca de un león.

Pero de lo que estoy seguro es de que una buena parte de la "ayuda" termina en los bolsillos de gentes como el papá (supuesto papá) de la niña Nadia, o de los jefes tribales africanos, o en las cuentas suizas de algún intermediario.

Y en esta gigantesca manipulación  son imprescindibles cómplices los medios de comunicación.

Y nadie puede decir que se libra de esta culpa porque a todos llega.

El buenismo tiene algunos de sus principales seguidores en la profesión periodística, sobre todo entre los redactores que comparten credo buenista-populista que son legión.

Como toda la gente a ayudar son víctimas del "sistema" por unas cosas o por otras, ya sea por intermedio de las pérfidas multinacionales o del capitalismo, o de Israel, (supongo que ahora también Trump y los USA, después de la breve luna de miel obámica), proporcionales una plataforma para que puedan airear sus necesidades es una obligación del buen periodista buenista populista.

¿Para qué poner cortapisas a las reclamaciones de los que hablan en nombre de los desfavorecidos, agredidos, desamparados del mundo?

Vía libre a sus peticiones que siempre serán mejores que los argumentos de los malvados defensores del sistema.

¡Que la verdad no te estropee un buen programa de explotación de los sentimientos de las masas!

Sospecho que en consecuencia con el peso de la nueva religión y el deseo de que no se te identifique con los malos y réprobos come-niños refugiados, muchos redactores jefe hacen como que no ven, y los periodistas que todavía tengan vergüenza profesional se callarán y mirarán hacia otro lado mientras los buenistas se ponen medallas de audiencia y de bondad alimentando todas las historias que buscan culpabilizarnos y redimirnos a base de soltar los correspondientes óbolos.

Y cuando sucede un caso como el de Nadia, en el que desnudar al santo era tan fácil como mirar la historia del delincuente en internet, los santurrones se rasgan las vestiduras y se apresuran a decirnos que se trata de "un caso aislado" y que no debe interrumpirse la "cadena de la solidaridad". ¡Vaya cara!

Pero que nadie se preocupe.

Somos una sociedad tan tonta que por muchos padres de Nadia que aparezcan y mas evidencias de la ineficacia oenegera se amontonen, nuestro sentido de culpa será siempre más grande y ya se encargarán los medios de contarnos otras historias tristes y demandantes de nuestra "solidaridad".

Al fin y al cabo, la realidad se ha vuelto demasiado complicada.

Como dicen algunos vecinos del papá de Nadia, "El caso es que me mosqueaba que viviesen en la mejor casa del pueblo..."

Ni aun dándonos con la realidad en las narices nos enteramos.  

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