viernes, 27 de octubre de 2017

La Historia muestra su cara verdadera

La lectura de los acontecimientos de la Historia reviste siempre un cierto ennoblecimiento de esos sucesos y también de los que en ellos participaron,...siempre que de esos acontecimientos surja una nueva realidad que los haga suyos como elementos de un devenir casi mágico en el que los de ahora son descendientes directos de aquellas luchas y quehaceres heroicos.

Me pregunto si la proclamación de la República Catalana este veintisiete de octubre de 2017 tendrá esa repercusión histórica y si el Sr. Puigdemon acabará en el olimpo de la memoria como un heroe o como un payaso.

Y lo mismo sucede con Mariano Rajoy, enfrentado a la desdichada coyuntura histórica de ver como el país del que es máximo mandatario, se fragmenta y se enfrenta a una coyuntura de pérdida de poder e influencia, que es una más desde que en Flandes se puso el sol hace ya mucho tiempo.

Durante años la pequeña política ha ido erosionando las posibilidades, que un día existieron, de no llegar hasta aquí. Durante años hubo gente que levantó la voz para señalar la política de separación y construcción nacional que llevaban a cabo los nacionalistas. No era el momento. Nunca fue el momento.

Siempre había "razones de estado" para entregar en sacrificio a los ciudadanos que no comulgaban con las prácticas totalitarias nacionalistas. Los que querían seguir hablando español en territorio español. ¡Que escándalo! Lo moderno era el bilingüismo. Pero claro, es que no era bilingüismo, era monolingüismo catalán. Era la normalización.

Luego vinieron las embajadas catalanas, que eran solo "comerciales". Luego los intentos de disponer de selecciones deportivas catalanas, parado solo ante la evidencia de que entonces tenía que haber ligas nacionales catalanas.

Y las estadísticas catalanas, y las patronales catalanas, y las asociaciones catalanas, y todo lo demás.

La independencia era no solo una alternativa, era la consecuencia de todo lo anterior.

No había nada que negociar no porque no hubiese buena voluntad, sino porque la inercia del proceso era ya tan grande que empujaba por su cuenta a los tibios o entusiastas sin compasión.

Puigdemon, Mas, Junqueras, los jordis y todos los demás bajaban en canoa por un rio caudaloso de aguas bravas que les llevaba sin que tuviesen oportunidad de otra cosa que dar paletadas al aire y expresar su alegría con grandes risas.

El sueño de unos cuantos alto-burgueses y aristócratas del siglo XIX, crecidos en las monsergas románticas, acunados por los caudales obtenidos a base de pasteleos y proteccionismos, y aupados a las balaustradas del poder por los sucesivos gobiernos de una España destruida por décadas de guerras civiles, se ha terminado haciendo realidad gracias a los hijos de los emigrantes andaluces y extremeños que Franco y sus gobiernos canalizaron hacia una nueva generación de fábricas crecidas al calor de los dineros oficiales.

En las mentes de estos nuevos catalanes ha crecido el odio hacia el país de sus padres, embobados por la promesa de un mañana de riquezas danesas u holandesas que como el maná, caerá del cielo de forma inevitable. ¡Pobres!

Cataluña se va de España, y también de la Unión Europea y de la comunidad hispano hablante.

Ahora veremos si el Estado Español tiene los recursos para volverla a traer, y también en que condiciones.

Mientras las fotos de los acontecimientos esperan el pié de foto definitivo de la Historia.

¿Será un acto heroico lo que acabamos de presenciar?

¿Será una payasada?

El tiempo lo dirá, pero los que crean que con el artículo 155 todo se arreglará como por arte de magia se equivocan.

El cuerpo de España está sobre la mesa de operaciones y todo puede pasar.

También lo peor.

Ojalá me equivoque. (Pero también dije esto mismo cuando pronostiqué que llegaría este día).     

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