jueves, 15 de marzo de 2018

Un código penal añejo y equivocado

Debaten hoy sus somnolientas señorías sobre la derogación de la pena de prisión permanente revisable. Dejando a un lado la contradicción "in terminis" de lo permanente y lo revisable, que ya indicaba desde el principio la falta de energía de quienes promulgaron ese decreto que ya anunciaban que no pensaban que fuese de aplicación real, lo que refleja el debate de hoy es la pereza que les da a los políticos tener que pensar en que clase de código penal tendíamos que tener en el siglo XXI, que es el siglo en el que vivimos.

Encerrados en el discurso emitido por Rousseau hace 250 años los europeos andamos todavía prisioneros del concepto de que no hay nadie malo sino que es la sociedad la que hace malos a algunos.

Como es la sociedad la culpable subsidiaria de cualquier delito, es la sociedad la que tiene que arreglar el entuerto reinsertando al pobre delincuente.

Según tan delirante teoría cualquier hijo/a de una familia desestructurada debería ser un delincuente lo que la realidad demuestra todos los días que no es verdad, y en las familias estructuradas no deberían salir delincuentes, lo que la realidad igualmente desmiente.

Igualmente los nacidos en determinados barrios deberían ser mayoritariamente delincuentes y los nacidos en otros serían todos ellos excelentes ciudadanos.

Es un disparate si pero es un disparate en el que basamos nuestra Justicia.

Naturalmente estas ñoñas teorías no son compartidas por los que están en la lucha contra el crimen pero en la clase política son la norma.

Tiene razón el PSOE cuando dice que la prisión permanente revisable es anticonstitucional porque en la Constitución española se dice que la finalidad de las penas de prisión es la reinserción. Si una persona no va a salir más a la calle, ¿como se va a reinsertar?

Pero la cuestión, como sabemos todos, es que hay gente que es peligrosa. Que es mala de nacimiento vaya, o que tiene inclinaciones cuya satisfacción implica la participación forzada de otras personas, o que ha hecho del crimen su forma de vida y no sabe ni quiere vivir de otra forma.

Y con esa gente no cabe reinserción alguna excepto la que se produce en la ancianidad por falta de recursos o de apetitos.

Así que ¿como se saca de la circulación a esa gente?

Yo doy algunas ideas para debatir.

La primera es abandonar la idea de la reinserción con carácter general. La cárcel está para proteger a la sociedad de los individuos que están en ella como consecuencia de sus crímenes. La sociedad no les debe nada a ellos. 

La segunda es clasificar a los delincuentes por su peligrosidad y atenerse a los hechos. Los considerados peligrosos deben ser retirados de la circulación hasta que dejen de serlo.

La tercera es separar delitos económicos de los crímenes sociales. En los primeros hay que primar la devolución de lo sustraido, por ejemplo prolongando la cárcel hasta que se produzca la devolución y una vez producida introducir sistemas de vigilancia sobre ellos de por vida.

Y en los crímenes tradicionales introducir medidas de vigilancia telemática para aquellos penados de peligrosidad menor. (Y medidas de trabajo vigilado para menores recuperables).

La tecnología tiene ya medios para vigilar a la gente a distancia. Por ejemplo insertando en esas personas un chip que no se puedan retirar.

Además se pueden asignar zonas de residencia obligada.

Eso significa cambiar el esquema de hoy de almacenamiento en cárceles, (que cuestan un dinero), por otro de vigilancia a distancia. Pero ya perfectamente factible.

Otra cuestión es la expulsión de delincuentes extranjeros, que debería ser la norma, cambiando las leyes de la Unión Europea en materia de libre circulación de personas. Digo yo, de personas con carácter general si, pero de delincuentes no. ¿Que como saber quien es quien en las fronteras? Por el chip de control para delincuentes.

Ya se que todo esto parece de ciencia ficción.

Pues no lo es y pronto la neuro ciencia abrirá nuevos campos de detectar personas con inclinaciones naturales nocivas.

Estamos también en este ámbito a las puertas de cambios revolucionarios.

Mientras dejemos que nuestros bobalicones diputados se entretengan con sus tontunas del siglo XVIII. 

 
   

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