Podríamos empezar recordando que fue el propio Adolfo Hitler quien diseñó el famoso "escarabajo" e impulsó su fabricación como vehículo para "el pueblo", lo que representa un problema casi insoluble para la imagen de cualquier empresa, que sin embargo los responsables de comunicación y marketing de esta empresa habían sabido manejar con gran pericia a lo largo de muchos años...hasta la cagada actual.
Como veterano de la comunicación empresarial puedo imaginarme perfectamente lo que estarán pasando esos profesionales en estos momentos para tratar de llevar a cabo un cierto "control de daños" que detenga la espiral de destrucción de valor que puede perfectamente llevarse por delante a esta empresa alemana.
De hecho ya veremos si todo esto no termina en la absorción de Volkswagen por otra empresa.
Y es que esto no ha sido el típico "call back" de las empresas automovilísticas que sucede cuando se detecta un fallo en un modelo o una serie de dicho modelo, y hay que pedir a los compradores de dichos vehículos que se pasen por el taller para una reparación gratuita y obligatoria.
El "call back" es la pesadilla de la industria del automóvil, pero esto es mucho peor porque no se trata de un malfuncionamiento de una pieza sino de un fraude con alevosía, premeditación y ánimo de engaño masivo.
Y eso no es un accidente de diseño o fabricación sino que es un delito a gran escala.
Desde hace tiempo hay una campaña soterrada contra los coches diesel por la cuestión de las emisiones contaminantes, que son mayores que en los vehículos de gasolina.
La admisión por parte de Volkswagen de que se ha trucado la medición de dichas emisiones para que resulten aceptables sitúa este problema en un nuevo escenario puesto que el hecho de ocultar viciosamente los datos reales de dichas emisiones revela que tal situación era conocida y se ha querido hurtar al conocimiento público y de los organismos reguladores.
Y eso da la razón a los que quieren sacar a los coches diesel de la circulación.
Por otra parte, el comportamiento de los directivos y del consejo de administración de la empresa pone de manifiesto que las sospecha sobre el ocultamiento de la realidad en términos de contaminación por parte de múltiples industrias, es un hecho.
Se ha pillado a los de Volkswagen, pero ¿cuantos más hacen lo mismo?
La loca carrera por el crecimiento y los beneficios trimestrales que hace de las bolsas mundiales monumentos a la inestabilidad y la especulación está condicionando el comportamiento de los dirigentes empresariales que saben que su empleo depende del resultado a corto.
Cuando la verdad se interpone entre el directivo y el resultado esperable, aquel se siente incentivado a ocultar la verdad y no a solucionar el problema. (Eso para el que venga detrás).
Y así hasta que el cuerpo aguanta.
La ética del trabajo ha sido sustituida por la ética del éxito y eso tiene resultados desastrosos para el conjunto aunque proporciona grandes ganancias para quienes tienen el pulso firme para caminar sobre el alambre.
Y lo malo es que el affaire Volkswagen no va a cambiar nada.
miércoles, 23 de septiembre de 2015
El Affaire de Volkswagen
Publicado por Antonio Cordón a las 13:43
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