
La respuesta de Telefónica es obvia y esperable: "va a invertir en la fibra óptica San Quintín, porque yo no". Un pensamiento totalmente lógico y respetable.
Ahora el balón está sobre el tejado de la CMT, que ve cómo el avance de la sociedad de la información puede verse retrasado (aún más) en nuestro país. Aunque sus competidores no se quedan de brazos cruzados y ONO, el único que puede ir más o menos por su lado ya que su solución está basada en cable, ya hace pruebas piloto a 100 megas. Seguramente al final se llegará a un acuerdo entre Telefónica y la CMT, como siempre ha ocurrido en el pasado, pero esta situación da mucho que pensar.
Empezando por si no es realmente ya hora de consumar la separación funcional. Es decir, que haya una empresa (o más) dedicada a levantar infraestructura de red, y que las demás se limiten a explotarla. Así funcionan ya las cosas en UK, y no les va mal. Europa aboga por ello y parece que finalmente este modelo se acabará instaurando.
Por otro lado, ¿merece la pena realmente levantar avenidas, calles y fachadas? ¿No sería más fácil apostar por el wireless, como en EEUU, que no tiene punto de comparacióna nivel de costes de infraestructura? Hasta ahora les hemos llevado ventaja en estos temas a los americanos, pero como WiMax finalmente explote puede que las cosas cambien radicalmente.
¿Es necesaria tanta velocidad como la que se alcanzaría con 100 megas? Desde luego, no para ver el correo y vídeo en YouTube, pero sí para ofrecer otros muchos servicios a través de la red, como la TV. Cabe destacar este último ejemplos y los esfuerzos de Telefónica para lanzar emisiones en alta definición. E incluso aún más lejos, en un sistema 3D cuya señal está en desarrollo para ser emitida a través de Imagenio.
Yo sólo espero que, sea como sea, España se suba de una vez por todas al carro de la modernidad y las nuevas tecnologías. El futuro pasa por Internet, para todos y en todas partes. Cuanto más tardemos en llegar a ese punto, más tardaremos en pisar el umbral del horizonte.