viernes, 26 de julio de 2013

Accidentes

El accidente del tren Alvis en Santiago de Compostela no puede ni debería hacer caer al país, ni a su industria en una situación de amargura y depresión.

Desde luego que la noticia habrá sido recibida con alegría mal disimulada en los cuarteles generales de las empresas que compiten directamente con el consorcio español que puja por los trenes de semi-alta velocidad en Brasil, pero pongamos las cosas en su sitio y comportémonos como gente racional.

Las empresas españolas del negocio del tren han invertido desde hace muchos años grandes cantidades, algunas públicas, en que España se convirtiese en una potencia mundial en este asunto.

La red española ferroviaria es de las más avanzadas del mundo, lo que crea no pocos problemas a las industrias competidoras como las líneas aéreas.

Todos nos maravillamos de los AVES y demás trenes de alta velocidad y de la facilidad para llegar de un punto a otro de la península.

Todos estos desarrollos tienen siempre su cara y su cruz.

Y la cruz es que el país que prueba primero una tecnología carga con la responsabilidad de asumir sus riesgos antes de que estos hayan sido convenientemente identificados.

Piénsese en Alemania y los Zeppelines, o Estados Unidos y la aviación en general o el automovil.

Allí fué donde se produjeron los grandes accidentes de la primera etapa, y en algun caso como el de los Zeppelines se decidió discontinuar esa tecnología que parecía tan prometedora. (En el mundo paralelo de la serie de TV Fringe, sigue habiendo Zeppelines lo que da a entender que también podría haber sido así en nuestro mundo).

Y muchas veces la causa del accidente no es tanto la tecnología como el factor humano o factores exteriores como pequeños cambios en la morfología de los materiales, condiciones atmosféricas, etc.

Y muchas veces el accidente se produce por la concatenación de varios de esos factores en una conjunción que resulta letal.

Estoy casi seguro que el maquinista ya había conducido temerariamente con anterioridad y no había pasado nada, lo que seguramente le había envalentonado.

Como igualmente le animaría el hecho de que la compañía careciese de controles para detectar esas conductas.

Seamos un país serio y llevemos a cabo una investigación profesional y sin contemplaciones.

No se puede evitar el riesgo de un accidente, pero si podemos evitar el riesgo (fatal) de no ser serios en una materia tan importante.

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