domingo, 23 de marzo de 2014

El Duque de Suarez y el Tahur del Mississippi

Hoy, que nos ha dejado el cuerpo de Adolfo Suarez, su mente se había desvanecido hace años, son de esperar grandes alabanzas sobre su figura, y como los jóvenes no le conocieron, y los mayores tenemos tan mala memoria, me atrevo a dar unas pinceladas sobre este hombre providencial, un pícaro en un país de pícaros.

Venía Adolfo de un pueblo de Avila, e hizo "carrera" en el Frente de Juventudes, que era una sucursal del "partido único", mientras terminaba a trancas y barrancas la carrera de Derecho. (Como Zapatitos en el PSOE leonés).

Un día se cruzó en su camino un señor de Castellón de la Plana, Fernando Herrero Tejedor, que además de ser un cacique local, aquella tierra los da mucho, era capitoste del Régimen.

Bueno, conociendo a Adolfo, seguro que hizo lo que hubiese que hacer para cruzarse en el camino.

De la mano de Herrero, (padre de Luis Herrero el periodista de la COPE y compi de Jimenez Losantos), llegó a Presidente de la Diputación de Segovia primero y luego a Director de Televisión Española, que era entonces no solamente una bicoca, sino la llave para el control de la información de aquellos señores que gobernaban. (Un cargo de confianza, vamos).

Allí debió conocer a D. Juan Carlos, entonces heredero designado del Caudillo, y éste o alguien de su entorno tomó buena nota de que aquel chaval era "espabilao".

Y es que Suarez era listo. Un pícaro que sabía moverse en aquel mundo de dinosaurios y serpientes de cascabel.

Se le notaba el pelo de la dehesa, o sea que se veía que era un paleto, con aquel peinado que entonces se llamaba "a navaja", y aquellos trajes de Cortefiel. (Seguro que usaba colonia Agua Brava).

Cuando empezó la transición a la muerte de Franco, el nuevo Rey siguiendo los consejos de su padre, (y supongo que de la embajada americana), decidió que había que ir hacia la democracia de corte europeo.

Lo malo es que había que hacerlo sin ruptura, o sea sin dejar que las izquierdas se salieran del tiesto.

Para ello había que hacer que los miembros de las Cortes, o sea un grupo de septuagenarios franquistas y corruptos, votasen su autodisolución.

Primero el Rey nombró a Carlos Arias Navarro, (también conocido como "el carnicero de Málaga" por sus hazañas en la represión durante la guerra civil).

Don Carlos estaba reblandecido por tantos años de corrupción, y dispuesto en principio a hacer lo que le mandaban, pero le llevaron a un acto falangista en Barcelona, y se puso a cantar el "cara al sol".

No valía.

Entonces Torcuato Fernández Miranda, desesperado, miró a su alrededor y le pasó al Rey una "terna" de candidatos, esperando que el Rey eligiese a José María de Areilza, un noble vascuence y anglófilo, que parecía entonces un demócrata de toda la vida.

En la portada del primer número de El País, aparece la foto de Areilza, que era el preferido de los "demócratas".

Pero el Rey eligió a Suarez, y todo el mundo pensó que era una metedura de pata.

En realidad fue un acierto.

Adolfo, conocía el percal, y supo desmontar el chiringuito con mano izquierda, y sobornos a troche y moche.

El Rey le pasaba los encargos y él hacía que se le habían ocurrido por si mismo.

Así legalizó a todos los partidos, incluido el Comunista, lanzó el proyecto de Constitución y otras iniciativas.

Como había que convocar elecciones, tuvo que montarse un partido, la UCD, para concurrir y ganar.

Y ahí se montaron una serie de gentes que habían estado en los aledaños del Régimen pero que no tenían las manos manchadas de sangre, otras que había estado en la oposición de salón y otros de buenas familias de toda la vida.

Y ganaron, y Adolfo fue el primer Presidente de la Democracia.

Cuando se terminó el guirigay de los encargos reales, los que estaban con él en la UCD comenzaron a ver que Suarez no tenía fondo ni trastienda. (Como Zapatitos).

Y ellos, que eran casi todos gentes de las élites funcionariales, de la abogacía o de la universidad, comenzaron a despreciarle. (En esto Zapatitos fue mas hábil y se rodeo de berzotas como él).

Al final entre los de la UCD y los militares que le tenían entre los ojos por traidor, le forzaron a dimitir, sin que el Rey moviera un dedo para mantenerlo.

Su servicio a la Corona había terminado. Estaba amortizado.

El día que se votaba su sustituto en el Congreso entró Tejero con sus mariachis y todavía tuvo Adolfo un momento de gloria cuando se negó a agacharse cuando los facinerosos comenzaron a disparar.

Luego estuvo dando tumbos con un partido-chiste llamado CDS, que era igual al de Rosa Díaz, o sea que en unas cosas era de derechas y en otras de izquierdas. Ni él ni nadie lo entendía.

Finalmente se fue a casa. El Rey le hizo Duque que es lo más en aristocracia. El siguió con el tupé.

Cuando su salud comenzó a deteriorarse con el alzeimer, y tras la muerte de su mujer, comenzaron los homenajes.

Como colofón diré, que Suarez hizo cosas que parecían imposibles, y que otros mejor preparados no hubiesen hecho.

Como no tenía nada que perder fue para adelante con decisión y coraje. No se dejó achantar y solo lo echaron cuando empezaron a reírse de él sin disimulo sus subordinados.

Le debemos mucho más que a otros.

Alfonso Guerra le llamó Tahúr del Mississippi, pero luego comprendiendo la tragedia de este hombre que había ido mucho más lejos de sus limitaciones y que había conseguido lo inimaginable años antes y sin lanzarnos a otra guerra civil, se convirtió en uno de sus amigos más fieles en la enfermedad.

Hoy, el Rey le ha dedicado un discurso funerario breve, pero creo que sentido.

Suarez fue un pícaro convertido en héroe por el destino.

Muchos otros no hubiesen estado a la altura de ese difícil papel.    

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