lunes, 26 de mayo de 2014

Las elecciones europeas

Si tuviésemos que definir los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas en toda la Unión a lo largo de estos últimos días, tendríamos que acudir a una vieja definición española: un montón de mala leche.

¡Hasta los alemanes están de mala leche!

Y que decir de los países del sur. Desde Grecia hasta Portugal, la gente está hasta los piringulines de unos señores, y señoras, que se ganan la vida a base de hacer discursos rancios que otros les escriben, y que no tienen otra solución a nuestro problemas que la de echar la culpa de todo a sus antecesores.

¡Para eso no los necesitamos! (Ya lo sabíamos).

La gente que en las elecciones nacionales se corta más por el miedo a lo desconocido, en las europeas ensaya con otras opciones sabiendo que eso no trae demasiadas consecuencias. Ya se sabe que el Parlamento de Estrasburgo está muy lejos, y que en la UE al final se hace lo que se decide en las reuniones plenarias de los jefes de gobierno, y en definitiva de Alemania, Francia y UK. Así que por qué no mandar a un payaso (profesional no advenedizo como tantos otros), o a los de si-se-puede-si-se-puede.

Pero mas allá de las anécdotas, hay que ver que apuntan los ciudadanos con sus votos cabreados, y tratar de entender el rompecabezas sin que llegue la sangre al río.

En primer lugar lo que se ve es que cada vez hay más ciudadanos que ya no confían en las opciones habituales: los cristiano-demócratas y los social-demócratas, que han venido gobernando por turnos los distintos países europeos desde el final de la Guerra, o desde el comienzo de la democracias respectivas, han agotado sus discursos y suenan huecos.

Es natural puesto que responden a planteamientos políticos de construcción del "estado del bienestar" y sus dinámicas de más gasto público/más servicios, ya no dan para más.

Los cristiano-demócratas tienen una clientela fiel amalgamada por la defensa de eso que llaman "la familia cristiana" y que son una serie de ideas conservadoras que en España derivan en última instancia de los movimientos anti-ilustración, cuya última encarnación fue el franquismo.

Los social-demócratas ya no tienen nada que decir. Zapatitos mató todo lo que quedaba de defensa de las clases populares y convirtió el viejo partido de Pablo Iglesias en una amalgama de ONGs que lo mismo defiende a las mujeres maltratadas que a las focas monje.

El final del estado del bienestar les ha pillado completamente con el culo al aire.

Y la gente quiere respuestas a los problemas de hoy.

Unos problemas que tienen que ver precisamente con el final de un estado de cosas cuya agonía ya no se puede ocultar, ni siquiera con vagas promesas de que "ya vamos saliendo de la crisis" o que "los sacrificios han servido para algo".

Unos problemas cuyo epicentro es la falta de trabajo dignamente remunerado, el deterioro de los servicios públicos, la desigualdad y el retorno de la pobreza.

Fantasmas que se creían olvidados vuelven a recorrer Europa.

Y ante ellos nacen opciones políticas que prometen no tanto soluciones como acción.

El nuevo Pablo Iglesias y su Podemos, es el gran ejemplo en nuestro país.

En mucha medida un hijo espúreo de Zapatitos, Iglesias promete luchar por los desfavorecidos y estos prefieren votarlo a él que a Rubalcaba. Es natural. Yo también lo haría.

Si el mundo se va a la mierda, ¡que se vaya todo a la mierda ya mismo!

Adolfo Hitler también llegó así.    

    

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