viernes, 14 de octubre de 2016

Correa y las cabezas de turco

El catolicismo nos ha legado un tipo de mente perfectamente adaptada al mecanismo culpa-redención.

Todos sentimos la culpa en muchas ocasiones de nuestra vida, y todos estamos más que dispuestos a redimirnos con un padrenuestro o mucho mejor todavía con un cabeza de turco que con su sacrificio penitencial nos redime a todos de la culpa.

Este mecanismo tenebroso está tan interiorizado en nuestra conciencia que ya ni nos damos cuenta de como funciona y nos parece de los más normal que unos pocos paguen por los pecados de todos o casi todos.

Cuando se castiga a la víctima propiciatoria todos emitimos un suspiro de alivio, porque sabemos que ahí se acaba todo. Paga uno y los demás a seguir pecando.

Es desde luego una ventaja competitiva del catolicismo respecto a otras versiones del cristianismo empeñadas en la responsabilidad individual y en el trato personal con el Supremo Juzgador.

Y esa forma de entender la vida la vemos todos los días en los medios de comunicación, donde se escenifica precisamente el auto de fe correspondiente y se ejecuta sin piedad al cordero sacrificial.

Correa es uno de esos corderos.

Naturalmente que es un pecador. Y además un chulo.

Eso le pone en el lugar perfecto para ser escogido como cordero y centro de todos los que quieren lanzar la primera y las subsiguientes piedras justicieras.

Los mismos que le sonreían y le daban palmadas en la espalda y largos abrazos fraternales, ahora le niegan cualquier reconocimiento. Nadie está dispuesto a confesar que un día le vio o que estuvo encantado de conocerle.

Hacía los trabajillos sucios de partido de turno y traía un dinero que venía siempre bien.

Nadie preguntaba de donde salía para tanto gasto, y cuanto mas altos estaban los jerifaltes, menos conocían a Correa y a los tesoreros de turno.

Ellos, los líderes, se mantenían al margen de esas bajezas del dinero, y para eso ya estaban Luis el cabrón y Correa y su escudero payaso bigotes.

Si, les llegaba un buen regalo de vez en cuando, recibido con cordial desapego, porque ellos se lo merecen todo pero nada más.

Si, ya sabían ellos que tanto gasto y tanta campaña valían más de lo que se ingresaba por los medios legales, pero total, eso son menudencias y asuntos para los fontaneros que para eso están.

Y cuando la Justicia justiciera comienza a sacar los trapos sucios, todos ponen cara de indignación y dicen que eso son campañas de difamación primero, y luego que la culpa, la grandísima culpa, es de Bárcenas y Correa, esos grandes pecadores.

Los demás son "víctimas de la trama". Chúpate esa teresa.

Bárcenas es retratado como una especie de Al Capone y Correa como una nueva encarnación de Mefistófeles que ha prestado sus bigotes a su acólito más bajito y por tanto ridículo.

Ellos son los pecadores primigenios. Son antipáticos, chulescos, brillantinosos, ropa cara, gesto altivo, o sea como Don Rodrigo en la horca.

Que bien vienen los Correas a los poderosos.

Mientras sirven a sus propósitos palmaditas en la espalda.

Cuando se vuelven molestos perfectos cabezas de turco.

Pero, ¡que listos son los poderosos!  

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