miércoles, 12 de octubre de 2016

El día del odio a España

La Fiesta Nacional española conmemora uno de los momentos estelares de la Humanidad. El día en que los europeos, en este caso los castellanos, encontraron un nuevo mundo donde se creía que solo había océano hasta llegar a las Indias.

Ese momento cambió la Historia de la Humanidad.

Europa y nuestra civilización greco-latina no hubiesen sobrevivido al ataque turco o a una hegemonía china si hubiesen sido estas dos grandes potencias de la época las que se hubiesen anexionado el nuevo continente.

Y alguien tenía que llegar a las costas del nuevo mundo tarde o temprano. Era solo una cuestión de tiempo.

Tampoco hubiesen sobrevivido las culturas americanas en ningún caso. Su nivel cultural era muy inferior al de turcos o chinos y siempre que se encuentran una civilización superior a otra inferior esta última perece.

Así que los castellanos y los españoles en general tendríamos que sentirnos legítimamente orgullosos de tener nuestro país relacionado con tan importante gesta.

No es así.

El día de nuestra Fiesta Nacional es precisamente aquel en el que los enemigos de España se manifiestan con especial fortaleza.

Nacionalistas de toda procedencia y anti-sistema de ideologías varias aprovechan la ocasión para vomitar todo su odio al país que les vio nacer.

Unos porque afirman que la existencia de España no les permite ser lo que ellos quieren ser y los otros bajo el pretexto de que ellos "no quieren esta España sino otra".

A los primeros nada tengo que decirles.

Los que viven el delirio identitario no son más que unos enfermos de un mal que ha causado tantas desgracias en Europa que parecería mentira que gente razonable se apuntase.

Pero así somos los humanos: preferimos nuestra tribu a un mundo en el que todos podamos ser libres e iguales.

Yo siempre defenderé ese mundo de libertad e igualdad e incluso el estado universal del que hablaron muchas mentes preclaras tras la Segunda Guerra Mundial, pero contra el nacionalismo emocional pocas razones caben.

Cuando se agitan las banderas y se entonan los himnos de la tribu la razón poco puede hacer excepto esperar a que después de la inevitable catástrofe se pueda avanzar un paso más en la dirección correcta.

Pero respecto a los anti-España del podemismo y otras latitudes de la ideología maximalista si hay algo que me gustaría decir.

España no es un juguete al que podamos vestir y desvestir cada cierto tiempo al albur de las modas de la ideolgía o del capricho de algún iluminado que crea haber dado con la fórmula de la felicidad.

España es un viejo árbol de tronco rugosos que ha crecido en esta pobre tierra a lo largo de varios siglos y que ha sido regado con mucho sudor y mucha sangre.

Gracias al esfuerzo de mucha gente y del sacrificio de muchos otros, hemos conseguido que ese árbol que a lo largo de la Historia nunca ha dado para cobijar a todos bajo su sombra, de hoy más sombra que nunca.

Cierto que bajo sus ramas se cobija un amplio número de gentes sin escrúpulos. Que grupos de poder de nula legitimidad siguen mangoneando. Que hay mucha gente que no termina de acceder a los beneficios del sistema. Que nuestras instituciones son mejorables.

Es verdad.

Pero todas esas cosas hay que mejorarlas podando el árbol y nutriéndolo con fertilizantes y no talándolo y plantando otro en su lugar.

Ya lo hemos intentado muchas veces y el resultado ha sido siempre muy malo.

Es hora de que los niños españoles reciban una educación que les permita apreciar lo que tienen, sentirse orgullos de algunas de las cosas que hemos hecho y sobre todo que aprendan que es mucho mejor construir sobre lo existente y arreglar los defectos poco a poco que tirarlo todo abajo y volver a empezar.

Pero naturalmente, para ello hay que empezar por que aprendamos a valorar lo que tenemos.

Si no aprendemos esto tan fundamental, nunca podremos sentirnos llamados a la tarea de conservar y mejorar.

España camisa blanca de mi esperanza quererte tanto me cuesta nada, cantaba un poeta comunista de los años duros del franquismo, Blas de Otero.

Nos hace falta un poco más de amor a nuestro país para podernos sentir nosotros también mejorados en nuestra auto estima.

Amor sin ceguera. Sin cerrar los ojos a los muchos temas que hay que mejorar. Con exigencia y con contundencia. Pero amor.

Y una cierta inteligencia.

Dedicar el día de la Fiesta Nacional a hablar de las vilezas de la alcaldesa de Badalona no es el camino.

Hoy es un día para hablar de España y de lo que este país ha significado para el mundo, y también para reconocer que nunca habíamos estado mejor que ahora.

Nunca.

Algo debemos de estar haciendo bien.

Feliz día de la Fiesta Nacional de España.    

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