jueves, 20 de octubre de 2016

Gramsci o Mussolini

Reivindican los podemitas su parentesco con Antonio Gramsci, un teórico de la revolución adscrito al Partido Comunista Italiano, PCI para los amigos, y no dudo de que sus líderes lo hayan leído. Confieso que yo lo intenté sin éxito. Incluso más. En un acto de falta absoluta de imaginación política tiré al contenedor del papel los dos libros que yo guardaba del teórico italiano, en una de las razzias que he efectuado sobre mi biblioteca es estos últimos años, siempre interrogando a cada libro: ¿te voy a volver a leer?

Ya se ve que los libros de Gramsci me dijeron que no.

Así que no puedo estar muy seguro de si la técnica de los escraches o los piquetes anti-policiales de los podemitas responden a consignas de Don Antonio, o tienen otras fuentes.

De momento la estética de los revolucionarios a mi me parece sospechosa.

¿Pasamontañas y pañuelos palestinos?

A mi eso me recuerda poderosamente a los etarras y también a los independentistas catalanes cuando se ponen a quemar banderas.

También la actitud matonesca me recuerda igualmente a las bandas nazis o a los escuadrones fascistas de don Benito Mussolini.

¿Y la imagen de los líderes podemitas?

A mi me parece que ellos nos recuerdan a los descamisados de Don Domingo Perón, otro de la cuerda de Mussolini.

Tomar las calles, poder popular, la dialéctica de los puños y las pistolas....

¡Que recuerdos nos traen estas animosas consignas!

La marcha sobre Roma, la noche de los cristales rotos, la quema del Reichstag....

Si. Pablito Iglesias se parece más a Mussolini que a Gramsci.

Es más, su tono chulesco y arrabalero es típicamente fascista.

Con un punto de histrionismo operístico en todo el montaje: Iglesias el tenor, Errejón la soprano (o contratenor que no se enfade), Monedero el barítono y Bescansa la mezzo, todos ellos arropados por el coro palestino entonando el coro de Nabucco.

Y los concejales de Madrid defendiendo a los extranjeros amotinados en lugar de ocuparse de la limpieza de las calles que es su obligación.

Sacar la política del debate y llevarla a las calles es un asunto endiablado.

Como diría Gramsci, objetivamente contrario a los intereses de la clase obrera.

Porque a la clase obrera, como a los burgueses, les gusta comer todos los días y poder limpiarse el culo con papel higiénico, un artículo que misteriosamente siempre desaparece de las tiendas en las democracias populares.

Habría que recordar a Iglesias y colegas, que a veces se comienza como líder popular y se termina como dictador carismático.

Eso es lo que le pasó a Don Benito

 
    

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