miércoles, 8 de noviembre de 2017

La lista Forbes

Hace poco se ha publicado la llamada Lista Forbes. Es decir la lista de las personas que tienen más dinero del mundo clasificados por orden de cuantía.

El primero de la lista es Bill Gates, como de costumbre y el segundo igualmente conocido es Warren Buffet. Luego vienen Jeff Bezzos, Amancio Ortega, Zuckerberg y Carlos Slim y luego otros menos conocidos.

Gates está en los ochenta y tantos mil millones. Los demás de este grupo de cabeza se quedan los pobres en solo setenta y tantos mil.

Cada año suelen aumentar en unos cuatro mil millones más, por el suave ascenso de sus acciones y supongo que por otras inversiones laterales o simplemente por inercia. Como una vez me dijeron, cada mañana cuando Amancio Ortega se despierta se encuentra cuatro millones nuevos encima de la mesilla de noche.

Supongo yo que a estas alturas todas estas personas habrán perdido el sentido de la cantidad porque en realidad ¿que más dan setenta y tantos mil que ochenta y tantos mil? ¿Que podrían comprarse? ¿Otro coche? ¿Caviar iraní y puros habanos? ¿Un avión más grande?

Por otra parte alguno de estos personajes como es el caso de Gates y de Buffet, parecen haber decidido convertirse en santos laicos abanderando causas como la lucha contra la malaria o la promoción de la mujer africana.

A lo mejor la idea aquella de las indulgencias que provocó el enfado de Lutero va a resultar que tenía su aquel.

En efecto, si Gates puede facilitar su camino a la gloria inmortal a base de dedicar unos cuantos miles de millones a alguna buena causa, y se producen pruebas concluyentes de su entrada en la santidad como por ejemplo que comenzase a oler a incienso a su paso o que levitase al entrar en éxtasis presentando algún producto de Microsoft, otros millonarios se animarían a transitar por la misma senda.

En realidad a estos señores solo les queda ese camino de la santidad. ¿A que otra cosa podrían dedicarse? Y además a poco que piensen se tienen que dar cuenta que provocan mucha envidia y tal vez algun que otro rencor.

En un mundo de mileuristas, la publicación de las cantidades que atesoran, (nunca mejor empleada esta palabra), no deja de producir una cierta inquietud: ¿no será que se están quedando con un poquito de los sueldos de cada uno de nosotros? ¿No será que los productos que venden podrían ser más baratos?

Eso decía Marx, (Don Karl), que insistía en que la "acumulación de capital descansa sobre la deshumanización de los trabajadores y la apropiación masiva y sistemática de las plusvalías".

¿Podría decirse que el capital de Bill Gates descansa sobre las espaldas y las cuentas corrientes de sus empleados? Probablemente no, pero, ¿y lo de las plusvalías?

¿Cuanta riqueza del mundo puede canalizarse hacia las cuentas de Microsoft a través de unos precios implantados en términos de práctico monopolio mundial?

Uuuummmmm...

Tal vez el análisis del titán de Treveris no fuera tan descaminado, aunque su diagnóstico de la solución no estuviese demasiado acertado como muestran las catástrofes del siglo XX.

Desde luego la idea de volver al sistema soviético no me parece muy divertida, pero ¿no estará el capitalismo un poco suelto en estos comienzos del siglo XXI?

¿No será que se ha perdido de vista que las ideas liberales - que son las buenas- tienen que ser compensadas por unas políticas re-distributivas que impidan estos enormes desequilibrios?

¿Que sentido tiene que se formen estas fortunas estratosféricas que son tan enormes que ni siquiera sirven para reinvertirlas en sectores productivos?

¿Para qué demonios quieren estas personas tanto dinero?

Estos días se hablaba de los príncipes saudíes que han sido "purgados" aun no se sabe por qué y se mencionaba que alguno de ellos tiene una fabulosa fortuna de veinte mil millones.

Hasta ahora pensábamos que los príncipes saudíes eran ricos de "las mil y una noches" y resulta que Amancio Ortega les gana por más de cincuenta mil. ¿Y para qué?

Final:

Me parece muy bien que los que tienen una idea colosal tengan una recompensa igualmente colosal. Ellos hacen que el mundo avance y se cree riqueza que otros muchos aprovechamos.

La cuestión es: ¿es necesario que esa recompensa sea mayor que los tesoros del Inca Montezuma, el tesoro de Gengis Jan, o el botín de Alejandro en Babilonia todo junto?   

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