Ya he comentado aquí varias veces como los creadores de realidades virtuales al servicio del imperio nos cuentan historias tendentes a justificar las acciones que vendrán a continuación.
Sucedió con las "primaveras árabes" o con la "revolución naranja".
Se trata de poner un nombre poético a unos acontecimientos que si recibiesen el nombre que habitualmente les pondríamos no llamarían la atención, no evocarían las imágenes que los manipuladores quieren que nos evoquen y por tanto pasarían totalmente desapercibidos.
Imaginemos que las dichas primaveras se hubiesen calificado como manifestaciones estudiantiles, o todavía peor como revueltas juveniles, o que la revolución naranja hubiese sido denominada como lo que era, o sea, una revuelta anti-rusa o directamente un golpe de estado contra el gobierno legítimo.
¿Como justificar después la intervención en Siria o la ayuda a Ucrania?
El imperio no puede apoyar unas revueltas estudiantiles o un golpe anti-ruso, pero ¿como no apoyar una primavera o una revolución popular?
Si los separatistas catalanes hubiesen sido denominados liberadores del yugo español por los medios imperiales a estas horas Cataluña ya sería independiente hiciésemos lo que hiciésemos los españoles.
Afortunadamente el imperio está ocupado en otros menesteres como es el caso de Birmania.
Es difícil inferir que demonios quiere el imperio en aquel remoto país cuya riqueza está basada en el caucho y cuatro cosas más y cuya población vive mayoritariamente en un universo mítico donde se adora a los elefantes albinos. No es broma.
Cierto que los militares birmanos, que al menos exteriormente conservan los modos y vestimentas de los viejos regímenes comunistas, controlan el país bien directamente o por intermedio de los políticos locales, pero es que allí solo los militares parecen tener algún plan como se ha visto cuando llegó al poder la líder de la oposición Aung San Suu Kyi, hija del primer presidente del país, que colaboró con los japoneses en su momento aunque luego parece que se arrepintió.
Y es que sel líder de un país que vive en la edad media no tiene tanta gracia. Allí la gente tiene que resolver cosas tan elementales como que va a comer al día siguiente y de vez en cuando se cabrean con los que mandan pero cambiar los políticos no llena la escudilla y el ciclo vuelve a comenzar.
El caso es que los militares birmanos cuentan con el apoyo de los chinos así que será por eso que estamos ahora escuchando historias sobre los rohinyá y su calvario.
Pero ¿quienes son estos rohinyá?
Birmania tiene la desgracia de hacer frontera con uno de los estados más pobres del mundo: Bangla Desh o lo que se llamaba antiguamente Bengala Oriental.
Un lugar pantanoso donde se hacinan millones de personas que, eso si, se reproducen a toda velocidad a pesar de las hambrunas, las enfermedades y las catástrofes.
A su lado Birmania es un verjel y eso hace que por la frontera se cuelen los bengalíes a miles, o cientos de miles.
A los birmanos que son muy nacionalistas y amantes de lo suyo eso no les gusta y ahora parece que se han tomado la cosa a pecho y están hostigando a los bengalíes para que se vuelvan a su casa.
Me imagino que como suele pasar en estos casos los modos y maneras no serán precisamente de cortesía.
Pero leer expresiones como "extremistas budistas" me parece de traca.
Efectivamente los birmanos son budistas, pero de la misma manera que no seríamos capaces de imaginar a extremistas benedictinos, yo no soy capaz de imaginar como de las doctrinas de Sidharta Gautama Sakyamuni se puede derivar la quema de aldeas, el asesinato de niños o la violación de mujeres.
El budismo no tiene nada que ver con estos hechos como cualquier persona razonable puede imaginar y los rohinyás podrían ser musulmanes suníes o católicos que daría lo mismo.
Esto es lo que sucede cuando las migraciones alcanzan un nivel que pasa a ser considerado amenazador por el pueblo receptor.
Los birmanos, que recordemos que son un pueblo en el que cada familia, por humilde que sea, alimenta a varios monjes que pasan cada día con su escudilla vacía para que se la llenen, o sea que para compasivos ellos, saben que tienen al lado un auténtico apocalipsis demográfico e intentan torpemente resolver un problema insoluble.
Pero cuando los imperiales comienzan a montar sus historias sus víctimas pueden darse por jodidas.
La candidez de las poblaciones occidentales ha llegado a tal extremo que nos tragamos las historias que nos cuentan con tal facilidad que los manipuladores ya ni se molestan en ser verosímiles.
Me gustaría ver que haríamos nosotros si millones de rohinyás okupasen media costa andaluza.
O mejor todavía que okupasen Florida.
¿No quería hacer Trump un muro como la gran muralla china para que no llegases los rohinyás mejicanos?
jueves, 30 de noviembre de 2017
El mito de los "rohinyá
Publicado por Antonio Cordón a las 18:22
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