lunes, 13 de junio de 2011

Decíamos ayer...

Tras una semana de aventuras allá por el trópico de Capricornio, o sea en la frontera este entre la República Sudafricana y Botswana, vuelvo a Madrid.

En el avión me dan unos periódicos, (que han sobrado de los de primera), y me pongo a la tarea de saber que ha ocurrido, ya que en Vasswater, no saben felizmente ni que existe España, ni que es el movimiento del 15M, ni cual es el estado de los pulmones de Ortega Cano.

No es que no tengan problemas en Vasswater, donde una minoría de blancos boers convive con una creciente mayoría de negros de toda procedencia, que extienden sus barrios de chabolas incluso en este extremo remoto de lo que fue el corto existir de la República de Transvaal, aquel reino de peregrinos protestantes holandeses, franceses y de otros orígenes que se topó en su caminar, primero con el Imperio Británico, y después con los zulues, y ahora con la pesada mayoría de color que está transformando lo que fuera un país de nivel de vida occidental (injusto, pero próspero), en el caos africano que asuela desde los confines saharianos hasta el Cabo de Hornos.

Allí, los blancos intentan seguir con sus vidas, colocando mas y mas muros coronados de alambre espino y vallas electrificadas, perros entrenados para oler a los otros, y armas siempre cargadas.

Bueno, los blancos que todavía no han hecho las maletas y han emigrado, que han sido casi todos los profesionales, o aquellos que quieren que sus hijos tengan un futuro.

Pero quedan los granjeros que no quieren separarse de unas tierras que tanta sangre costaron y que representan toda su vida, o los que no tienen cualificación o dinero para emprender una nueva vida.

En un país en el que los blancos tienen vedados todos los empleos de la administración, el ejército, la policía, los bancos, las compañías de transporte, y en el que solo pueden mantener sus empresas si tienen socios negros, el futuro de esta última presencia europea en Africa es muy incierto.

Pero volviendo a nuestra querida España, me encuentro con el desmantelamiento del campamento de Sol, donde solo quedan los antisistema y los de Comisiones Obreras, con la constitución de los nuevos ayuntamientos, con la ETA mandando en San Sebastian, (¡Que vergüenza para los vascos!), y con el entierro de Jorge Semprun envuelto en la bandera tricolor.

También esta lo de los de Anonymus, que daría para un post por si mismo.

Y la reforma laboral que no sale, y con la bolsa bajando, y con el gobierno desarbolado, (como era de prever).

A mi me da todo un poco igual, (menos lo de la bolsa), excepto lo de Semprun.

Con él se va un trozo, no de nuestra historia, sino de nuestra dignidad como país.

En un país con tan poca gente digna y con tanto pelele y tanto comemierda, figuras como la de Jorge Semprun deberían estudiarse en los colegios, como la de Jovellanos, o la de los comuneros de Castilla.

Yo me siento hoy al lado de esa tumba, en suelo francés, y siento también la tristeza de los ideales traicionados de todos los que han querido que este país fuese algo mas que un feudo de la iglesia y de los terratenientes ganaderos.

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