Da un poco de grima el ver como la historia se repite, y como las revoluciones se convierten en regímenes, en cuanto el aire festivo se torna organización.
Hay una magnífica novela de ciencia ficción escrita por Philip Jose Farmer, titulada El Mundo Rio, en la que se expone una curiosa situación:
Todos los que mueren van a parar (en cuerpo y alma, aunque sin pelo y sin ropa), a un mundo de dimensiones titánicas, alrededor de un rio que nadie sabe de donde viene ni nadie sabe a donde va.
Allá acaban los personajes como Napoleón Bonaparte, o el tendero de la esquina.
Allá los hombres y mujeres modernos, y también los neandertales.
No hay problema, (en principio), ya que hay alimento de sobra, que aparece como por arte de magia, y no hace frio.
Así que todos deberían vivir felices, pero no.
Rápidamente las jerarquías retornan. Los fuertes explotan a los débiles, (sin ninguna necesidad), los unos luchan contra los otros en guerras absurdas en las que los que caen en combate retornan otra vez de inmediato en otra parte del mundo-rio.
Vuelve el hambre, ya que los fuertes secuestran los alimentos, no ya para comer mas, sino para que los otros no coman, vuelve la explotación sexual y el ánimo de acumular y especular.
Vuelve la condición humana.
En las revoluciones, incluso en las pequeñitas, pasa igual.
El Quince-M, unos miles de jóvenes manifestaron su descontento con la situación.
No se trataba de plantear cambios concretos. Se trataba, creo, de cambiar estilos y actitudes. De manifestar el desacuerdo con el deterioro del sistema.
Pero al día siguiente ya habían surgido los espabiladillos de siempre con sus asambleas y sus proclamas.
Y rápidamente se juntaron los vividores y los amargados profesionales.
Y luego los izquierdosos irredentos, y los jubilados del sindicalismo rojo.
Y naturalmente, se organizaron.
Pronto habrá "representantes" oficiales del quince-m que acudirán a reuniones con los partidos políticos y con las instituciones, como ya aparecen repetidamente algunos en los noticiarios.
Ya hay "programas políticos", "propuestas", portavoces, y también acciones que se toman en nombre de los "indignados", como si los indignados de verdad no lo estuviesen también con los que se aprovechan de cualquier excusa para destacar y hacer carrera.
Debe ser la condición humana, como nos contaba Farmer en su fábula fluvial, que ni siquiera en el paraíso nos permite comportarnos como entidades bondadosas y sensatas.
También la historia se repite en Afghanistan, donde por enésima vez, los occidentales se van, abandonan a los pobre afganos que han confiado en ellos, y vuelven los bárbaros talibanes, que asesinarán a las mujeres que hayan aprendido a leer, y a todo aquel que haya colaborado con la democracia y la modernidad.
Solo el actual presidente logrará salvarse, siempre que se de prisa y se quede con un avión.
La historia se repite y siempre ganan los mismos.
jueves, 23 de junio de 2011
El final del Quince M
Publicado por Antonio Cordón a las 20:05
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