La semana pasada Nokia me sorprendió con el anuncio de un nuevo terminal móvil, el N9. Enfocado en su camino de baldosas amarillas con destino Windows-Oz, el desvío para presentar un teléfono basado en MeeGo resulta, cuanto menos, llamativa.
MeeGo es el sistema operativo que Nokia tiene en desarrollo junto con Intel y que se suponía que iba a ser su nuevo arma en la cruenta batalla de las plataformas portátiles. Orientado no sólo a teléfonos, sino también a otros dispositivos como netbooks, coches y televisiones, y con buena pinta sobre los vídeos, la realidad es que casi todo el mundo piensa que llega demasiado tarde. Con iOS y Android en plena lucha, y Windows Phone 7 presentando sus cartas, una nueva plataforma partiendo de cero lo tiene realmente difícil.
El N9 parece un teléfono abocado al fracaso, y aún así se lanza, ¿por qué? Entiendo que un área de Nokia debe de seguir centrada en el desarrollo de MeeGo, a pesar de haberse aliado fuertemente con Microsoft para usar Windows Phone 7 en los terminales. Nunca conviene quedar en manos de un único proveedor, y mucho menos si éste es también tu competencia. Es la forma de mantener viva la semilla de la esperanza de un Nokia libre de ataduras en algún futuro.
Pero el que realmente creo que es el verdadero motivo del lanzamiento de este terminal es la otra cara de la moneda. No el software, sino el hardware. Los smartphones de Nokia han funcionado hasta la fecha con Symbian, y la interfaz de Windows Phone 7 es lo suficientemente diferente como para replantearse cómo debe ser físicamente el teléfono para ensalzar la experiencia de usuario. ¿Botones? ¿Tamaño de la pantalla? ¿Acelerómetro? ¿Cómo sacar partido de todas estas posibilidades?
De hecho, se ha filtrado (guiño, guiño) un vídeo en el que Stephen Elop, el nuevo CEO de Nokia, desvela a algunos de sus empleados el nuevo terminal, con nombre en clave Sea Ray, y aspecto sospechosamente parecido al N9.
Dos conclusiones rápidas. Una, Elop ha aprendido a hacer marketing en la Red y conoce las virtudes de que corran ríos de letras tecleadas divagando sobre un terminal que está aún en el laboratorio, pero que puede crear gran expectación desde mucho antes de su nacimiento.
Y dos, el N9 es un terminal de pruebas. Un teléfono que se lanza al mercado para ver cómo es aceptado, qué habría que cambiar, qué cosas funcionan y qué no. El objetivo: lanzar un móvil realmente competitivo estas Navidades.
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