martes, 28 de junio de 2011

El AVE manchego

"Por la lejana llanura se ve la triste figura de Don Quijote pasar...", escribía León Felipe en vísperas de la guerra civil, y al parecer los directivos de la Renfe también ha debido de ver otra triste figura atravesando la mencionada llanura, y han decidido que parase.

Pero esta triste figura no es la del caballero enloquecido por las novelas de caballerías, sino una mucho mas estilizada y tecnológica: la del tren de alta velocidad AVE.

Entre los disparates autonómicos que pueblan nuestra castigada geografía había uno que había pasado desapercibido hasta ahora: el AVE Toledo-Cuenca-Albacete.

Tan desapercibido que solo lo tomaba una media de nueve pasajeros al día.

Aducen los técnicos de Renfe que mantener el tren cuesta cada día 18.000 euros.

Me parece una cuenta fácil: cada pasajero le costaba a la compañía 2000 euros. No está mal.

Pero la cuestión no es esa.

Porque la cosa es:

¿A quien se le ocurrió construir un ferrocarril de alta velocidad para ir de Cuenca a Albacete?

¿Cuanto costó la broma?

¿Quien aprobó el proyecto?

¿Que ministro cortó entre sonrisas y beneplácitos la cinta de inauguración?

¿Cuanto se pagó a agencias de comunicación y relaciones públicas para generar aprobación popular?

Nos encontramos en medio de una tormenta financiera perfecta, y los que nos tienen que dejar dinero para pagar nuestras deudas de hoy y mañana, (a cambio de mas deudas para pasado mañana), comienzan a dudar de nuestra solvencia.

Yo también dudaría si quien me tiene que asegurar que controla el gasto público es el mismo que ha aprobado el gigantesco gasto de construir una vía de AVE entre unas ciudades a las que se puede ir perfectamente en coche particular o en autobus de línea, como han demostrado los supuestos usuarios.

El mismo que en aquella región permitió la construcción de un aeropuerto al que no llegan aviones, universidades que emiten títulos a troche y moche, auditorios gigantescos para fastos quiméricos, o que mantiene una legión de funcionarios para legislar, por ejemplo sobre la radiación de las antenas de telefonía móvil.

Y lo que sucede en La Mancha es solo un punto en el océano del gasto público español.

Desde luego que si Don Alonso Quijano levantase la cabeza quedaría estupefacto al contemplar las fastuosas autopistas que cruzan las llanuras hacia la nada polvorienta.

El sistema autonómico es un disparate que conduce a políticos provincianos a disponer de unos fondos que ni en la novela de caballerías mas enloquecida hubiese imaginado el escritor encontrar en los tesoros del Inca o en las cuevas de los berberiscos.

Dado que nuestros políticos parecen incapaces de poner fin a tanta barbaridad, me pregunto si no sería mejor dejar que el FMI y la Sra. Merkel nos intervenga y nos diga lo que tenemos que hacer.

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