domingo, 6 de mayo de 2012

El grito, lo listos que son algunos, y lo tontos que nos sentimos los demás

La reciente subasta del cuadrito llamado "El grito" del pintor noruego  Edvard Munch, en la que esta obra, que no es precisamente "Las Meninas", ha alcanzado un precio de mas de noventa millones de euros, me ha llevado a una amarga reflexión sobre como algunos hacen dinero mientras la mayoría se tiene que arrastrar por el fango y tiene que ver como sus ahorros sufren diarios mordiscos ante la pasividad de los reguladores.

Esta claro que el dinero se hace en entornos controlados donde los cuatro que participan saben perfectamente lo que tienen que hacer y desde luego no están en manos de los mercados ni de la maquinaria de las bolsas ni de las comisiones federales, bancos europeos, o lo que sea.

El mundo del arte es un ejemplo de como unos cuantos se lo guisan y se lo comen, con espectaculares resultados para sus rebosantes carteras.

Se trata de crear una demanda creciente de un bien escaso y menguante.

Para ello lo primero es crear el bien.

¿Como se hace?

Un número pequeño de galerias de arte y críticos tienen la capacidad de hacerlo. Los críticos eligen la "corriente" o la "vanguardia" que se tiene que llevar, o que es fundamental, o que marca la tendencia.

No se trata de elegir lo mejor, aunque tampoco es descartable, de lo que se trata es de elegir algo que sea diferenciable, que esté acotado, que pueda presentarse como "nuevo", que sea "moderno", etc.

Todo ello se argumenta en sesudas publicaciones y artículos de comprensión incierta, (no se trata de que nadie comprenda nada, solo que entiendan que "eso" es absolutamente imprescindible).

Las galerias entonces eligen a quienes mejor representan esa tendencia, en base a su perfil biográfico, su capacidad para el autobombo, su histrionismo, su imagen, etc.

De lo que se trata es de que el bien sea identificable y que haya lo suficientemente poco para que la oferta sea limitada.

Si se trata de autores muertos, mejor que mejor, ya que su producción está controlada para siempre jamas.

Ya tenemos la oferta. Ahora vamos con la demanda.

En el mundo hay mucho dinero. Mucho mas del que se necesitaría para facilitar las transaciones económicas normales.

Y hay gente que lo tiene en abundancia y que quiere mas.

A esa gente hay que darla oportunidades de inversión, (de las buenas, no de las que nos dan a nosotros), y para ello no valen los fondos de inversión del Banco de Santander.

El mercado del arte es perfecto.

Solo pueden entrar los muy ricos. Los mercaderes del arte y sus escritores a sueldo dotan a ese mercado de un glamour solo al alcance de unos pocos. (Ver revistas).

Incluso convierte a piratas y mafiosos en benefactores de la humanidad. (Veanse las fundaciones al efecto).

El que compra por noventa piensa y con razón, que venderá por 150, o que si no quedará en las páginas de la historia como un gran mecenas al estilo de los Medici.

Si es una corporación se desgrava y genera RSC (responsabilidad social corporativa). Un chollo.

Así, la demanda está servida.

Si al pobre Munch, que vivió en la casi indigencia, como tantos otros, le hubiesen dicho que esta obrita pintada sobre un ataque de neurosis mientras contemplaba una puesta de sol desde un puente sobre un fiordo, se convertiría con el tiempo en un valor mas sólido que las acciones de la Apple, o de la General Motors, le hubiese dado un pasmo.

Se hubiera preguntado, ¿que tiene que ver el arte y el mercado de inversiones?

Pues en realidad nada, pero para los que manejan los hilitos de esos mercados, tiene todo que ver.

Los pobres artistas que quedan al margen del mercado tambien se lo preguntan, y supongo que aquellos a los que toca la varita mágica todavía en vida, tambien.

¿Quienes son esos maestros de la manipulación)

Los listos.

Nosotros no.  

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